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Reflexiones

El Mundial, la selección, la final y el después…

El Mundial de fútbol marcaría un antes y después en la vida de los argentinos. No sólo las definiciones atinentes a la política esperaban el pitazo final, sino hasta la determinación de un paro general.


El Mundial de fútbol marcaría un antes y después en la vida de los argentinos. No sólo las definiciones atinentes a la política esperaban el pitazo final, sino hasta la determinación de un paro general que –asoma para la primera quincena de agosto– fue relegado. Es cierto que el crecimiento con sus potencialidades de la selección argentina de fútbol fue ocupando la atención de todos. De pronto Boudou y su procesamiento fueron destiñéndose entre otros titulares. Los fondos buitre mutaron hasta casi dejarse acariciar y el domingo pasado durante 120 minutos todos fuimos argentinos. Terminado el partido de fútbol pasaron largos minutos de silencio nacional hasta que despaciosamente todos nos dimos cuenta de que, de los 32 equipos participantes, sólo dos jugaron el último juego y Argentina estuvo allí. Pensé en esa tardecita de domingo cuándo volverían a asomar con fuerza los problemas pospuestos de nuestra Argentina. Sabía que Boudou, presidente ante la ausencia de Cristina Kirchner, sería un tema que reaparecería rápidamente. Las idas y vueltas de los buitres y Griesa ocuparían otra porción importante de la situación; me pregunté si tal como lo habían anunciado los futuros candidatos utilizarían esta semana para ser más claros en sus aspiraciones presidenciales. Supuse que irían creciendo los resultados de la presencia del presidente ruso Vladimir Putin, quien trae consigo a una empresa como Gazprom que abastece el 30 por ciento del consumo de  gas  de toda Europa y el 40 por ciento de las necesidades gasíferas alemanas coqueteando con Vaca Muerta, que aparece como la niña bonita de futuras inversiones. No habiendo terminado de pensar el día después, lo sucedido en el Obelisco marcaba la radiografía del mayor problema que tiene nuestra Argentina: su quiebre social. El domingo ante la cara visible de la política que es Capital Federal, la desolación, la anarquía, la desprotección ante un grupo de vándalos, tal vez alcoholizados, drogados, vándalos al fin; fue total.  Lamentablemente esta primera semana posmundial me deja particularmente  con un sabor amargo. Argentina sigue brindándose en la potencialidad de sus recursos, y sus gobernantes presentes y sus gobernantes futuros no la entienden. Argentina está diciendo y mostrando que podrá recuperarse en lo económico, en la inflación, en lo productivo, en su inserción en el mundo… la gran incógnita es el destrozo, la aniquilación que se observa en gran parte de su cuerpo social. Sin ir más lejos también esta semana se conoció el informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA en el cual se pone de manifiesto que al 40 por ciento de los hogares no le alcanzan los ingresos. Que la mitad de los trabajadores gana menos de 4.500 pesos, que la inflación lo agrava día a día. Que en los hogares con niños el 40 por ciento son pobres, y que el trabajo no registrado, el precario, asciende al 48 por ciento.

A pocos días del Mundial, los buitres reaparecieron con su necesidad de carroña y como dice el ex ministro de economía Lavagna: “Son el excremento del sistema financiero internacional, brutales, especuladores, que horadan con cada acción al sistema capitalista”. El martes habrá una reunión crucial sobre este tema, pero para llegar a su análisis extraigo un texto que publiqué en agosto de 2013 como parte de una conversación con el doctor Lavagna: “En 2002, durante el gobierno del doctor Duhalde,  comenzamos a pergeñar un plan sobre el pago de la deuda externa que vería la luz en 2004 y se planificó con una duración de diez años. El último capítulo que se cumplió de acuerdo con lo establecido fue el pago al FMI en diciembre de 2005. A partir de esa fecha se incumplieron los pasos que seguían. El primero de ellos fue la no recompra –a precio ínfimo– de los cupones por crecimiento del PBI. Dichos cupones demostraban ante el G7 la buena fe de Argentina. Dicha operación debió realizarse no más allá de 2008. Contrariamente a esto se emitieron más cupones en 2010. En cambio de realizar lo programado a diez años, se le mintió abiertamente al Club de París, deuda en manos del Estado; y en el año 2010 se llevó a cabo un minicanje por intermedio de una consultora: Arcadia, que no resolvió nada, a la cual debemos pagar 2 mil millones de dólares”.

Me explicaba el doctor Lavagna primero que “no fue casual que a partir del 2010 con las gestiones de Lorenzino y Boudou se tocó la campana de arreglar: Club de París, Ciadi. Segundo, que de los tres actores, el gobierno nacional, como se explica en el párrafo anterior, cambió la hoja de ruta. El segundo actor, el juez Griessa, por las razones que fueran, al optar por cambiar el criterio pari passu no sólo afecta al 93 por ciento de los que acordaron sino además a las cajas de valores europeos, y al banco que debe distribuir los fondos de Estados Unidos, generando la publicación de un artículo del Financial Times titulado “Hay que defender a la Argentina”. Es más, la reunión de martes es con el banco de Nueva York que no pudo cumplir con la devolución ordenada por el juez. Dado el cuadro si el gobierno nacional y el juez Griesa (a quien veo con actitud de cierto replanteo) llegan a un principio de entendimiento, el tercer actor, los buitres, al que no se le puede pedir nada, seguramente se sentará a negociar”

Mientras las zozobras nos hamacan, Lavagna está organizando una escuela de gobierno abierta desde el Frente Renovador para la Argentina venidera que a pesar de todo va a necesitar mucho más de la política que de la economía.

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