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Odio al extranjero

El infierno de los inmigrantes en el gobierno de Trump


Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca, Elena ha dejado de pasear con su familia. Los insultos que le profieren los seguidores del presidente le infunden “mucho miedo” y ahora esta nicaragüense trata de salir de su casa sólo para trabajar.

El 8 de noviembre, cuando Trump venció a Hillary Clinton en las elecciones presidenciales, cambió radicalmente la vida de esta niñera de Miami que pide ser llamada “Elena”.

“Desde que este hombre ganó, me mantengo con bajo perfil porque ahora tengo miedo de que me lastimen”, cuenta la mujer de 39 años, madre de una niña estadounidense de 11 y de una joven sin papeles de 22.

Ese mismo día, la insultaron en las calles de la Pequeña Habana. “Vete a tu país, india de mierda”, le gritó en español un grupo de cubanoamericanos, una comunidad en su mayoría seguidora de Trump y a cuyo apoyo se atribuye en parte la victoria del magnate inmobiliario. Desde entonces, en la calle y en las redes sociales, el esquema se vino repitiendo.

“Antes salíamos mucho en familia, a comer o pasear, pero eso se acabó. Más por mi nena. Es que te entra mucho miedo”, dice Elena. Trump prometió deportar a millones de personas, intenta prohibir la entrada a los ciudadanos de algunos países de mayoría musulmana y quiere quitarle los fondos federales a las “ciudades santuario” que protegen a sus habitantes indocumentados.

Para analistas y activistas, el fenómeno es transparente: estas medidas del presidente se tradujeron en un aumento de incidentes de odio en cuestión de semanas. Ahora el vandalismo contra las mezquitas es frecuente y, entre los hispanos, las consecuencias se ven sobre todo en las escuelas, donde los niños son acosados por su procedencia.

Un racismo profundo

De acuerdo con el Southern Policy Law Center (SPLC), del 9 de noviembre al 31 de marzo hubo 1.863 incidentes de discriminación en el país. De ellos, 387 fueron contra los inmigrantes, 43% de los cuales los sufrieron los latinos.

Según esta organización, que vigila los grupos de odio, tales cifras sólo se comparan con el ambiente de racismo que imperó luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Por ejemplo, el mesero de un restaurante en California exigió a una comensal una “prueba de residencia” antes de atenderla. En el estado de Washington, una mexicana fue amenazada con un cuchillo por un hombre que le exigía que volviera a su país. Y una argentina indocumentada en Nueva York recibió miles de mensajes de odio tras subir a Facebook su declaración de impuestos.

“La retórica de odio y de ataque a ciertas comunidades (por parte de Trump) ha autorizado a otros individuos a reaccionar de la misma manera”, dice Janet Hernández, de la ONG de defensa de los inmigrantes Consejo Nacional de La Raza (NCLR).

Para Eduardo Gamarra, profesor de ciencias políticas de la Universidad Internacional de Florida, la corrección política de los estadounidenses “es una superficie muy delgada que data de poco más de 40 años atrás”, de la época de la lucha por los derechos civiles. “Debajo de esa capa de pintura, seguimos siendo un país con un racismo muy profundo”, comenta. “Todo lo que ha hecho Trump fue sacar a la superficie ese racismo que existe en algunos sectores”, precisó.

Pánico en la comunidad

Por ahora las cifras no difieren demasiado respecto del gobierno anterior. En marzo de 2016 hubo 20 mil deportaciones, contra 18 mil del mismo mes de este año, de acuerdo con cifras del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. Barack Obama sigue siendo el presidente bajo cuyo gobierno se realizaron más deportaciones.

Sí aumentó no obstante la población en los centros de detención donde los inmigrantes aguardan la resolución de sus casos: en 2016 había más de 34 mil detenidos en todo el país, mientras para febrero de este año el ICE retenía un promedio diario de más de 41 mil indocumentados.

Pero a pesar de que no tuvieron lugar deportaciones masivas y que Trump prometió respetar a los jóvenes indocumentados –apodados “dreamers”– que están protegidos contra la deportación, casos como el de Juan Manuel Montes desatan pánico en la comunidad.

Montes, deportado en febrero desde California, es visto por los activistas como el primer “dreamer” expulsado. “No tenemos los números todavía”, dice Hernández, “pero sí es un hecho el ambiente de miedo y de odio en el cual nuestras comunidades latinas e inmigrantes, y las minorías religiosas, están siendo atacadas”, advirtió.

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