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El Festival de Teatro de Rafaela festeja su esperado regreso al invierno con entradas agotadas

El encuentro que tiene lugar por estos días en la Capital Provincial del Teatro y finaliza el domingo, recupera su esplendor de siempre tras el paso de la pandemia, en el mes que lo vio nacer en 2005, con una programación de 33 espectáculos


Luego de un fin de semana teñido por las propuestas locales y la inauguración oficial de este lunes, que arrancó con el habitual desfile artístico por el bulevar Santa Fe, un recorrido urbano que fue desde la plaza 25 de Mayo hasta la puerta del imponente Cine Teatro Belgrano, llenando de color y movimiento la tradicional arteria del corazón de la ciudad, la 17ª edición del Festival de Teatro de Rafaela (FTR) sigue su marcha por estas horas con el fuerte de su programación y sus actividades especiales, en el contexto de una edición que festeja el regreso del encuentro a instancias del paso de la pandemia, con los aforos completos en todas las funciones (la mayoría agotadas) y la vuelta al invierno, en su fecha tradicional de mediados de julio como pasa desde sus primera edición en 2005.

“Baila!”, en el desfile de apertura, sumó su propuesta plástica y de movimiento.

De este modo, tras el desfile gestado por un colectivo de artistas ciento por ciento rafaelino comandado por los referentes locales Ariel Falchini y Jorgelina Saberna que, bajo el genérico Baila! sumó a la propuesta plástica y de movimiento el inconfundible y convocante sonido de la percusión, ya en el Belgrano, la actriz Silvit Yori, referente y figura de la escena local, abrió el juego al humor en tono de presentadora en un comienzo donde, entre las autoridades presentes, dijeron unas palabras a modo de apertura el intendente Luis Castellano, el ministro de Cultura de Santa Fe Jorge Llonch y el secretario de Cultura de Rafaela Claudio Stepffer.

La actriz Silvit Yori, maestra de ceremonia del acto inaugural.

Esos momentos fueron la antesala de la presentación de la propuesta porteña Banda de tías y luego, ya en otras salas, de dos de los montajes producidos por el mismo FTR, a instancias de los valiosos Laboratorios de Creación Escénica, que ya el año pasado mostraron un camino a recorrer y que ahora plasman algunos de los logros de esos primeros pasos, con la intención de potenciar la producción local, convocando a directores de reconocimiento de otros puntos del país, abriendo el juego a la producción y a las poéticas de una generación que, en su gran mayoría, creció al calor de este encuentro que va camino a las dos décadas.

Se trató, el lunes, de Laboratorio de Teatro II: Todos mueren al final, con dirección general y puesta en escena del cordobés Rodrigo Cuesta, y del Laboratorio de Teatro I: La política del tiempo, una propuesta comandada por el creador platense Braian Kobla. Luego, este martes, se sumaron otros dos laboratorios: el de Teatro de Jóvenes con su propuesta Quería llorar, y el de Circo, con Un poco más.

En el caso del primero del martes, con dirección del artista porteño Francisco Benvenutti, un grupo de jóvenes actores y actrices irrumpe en escena con la intención de poner en evidencia sus variados talentos casi como un acto de supervivencia frente a un mundo que no los mira, que no los piensa, y donde el miedo al fracaso es la moneda más corriente.

Con una evocación a la recordada y emblemática obra rafaelina Adiós, Adiós Ludovica, del escritor y dramaturgo Lermo Rafael Balbi, la propuesta cuestiona las contradicciones y los lugares comunes de una sociedad pequeña a la vez que pondera la posibilidad de empujar esos límites desde las distintas formas que habilita el arte.

Un momento de “Quería llorar”, resultado de uno de los laboratorios.

En el mismo sentido, Ana Gurbanov dirige Un poco más, otro de los laboratorios, al frente de un equipo de artistas interdisciplinario vinculado con las artes circenses y urbanas cuyos integrantes, en su gran mayoría, ya formaron parte de un primer laboratorio en la edición del FTR del año pasado. La destreza puesta al servicio de un relato que apeló a ciertas lógicas del varieté y el cabaret, con un vestuario acorde, ponen en tensión otro de los materiales destacados de la agenda local de la presente edición, donde estas instancias de experimentación se revelan como el gran germen de lo que, seguramente, será materia de próximas ediciones, porque los laboratorios son un disparador de ideas, un lugar de encuentro y de trabajo que completan la búsqueda de abrir nuevas instancias de creación y producción para la agenda local y en diálogo con el FTR.

“Un poco más”, el resultado del laboratorio de circo.

El cierre del martes, en una semana extendida de festival de nueve días (arrancó el sábado último y finaliza este domingo 17), con 33 propuestas para ver tanto en salas como en espacios públicos y no convencionales, aportó otros dos trabajos de poéticas disímiles pero atravesados por cuestiones de la agenda del presente.

En principio, aparece la potente versión mendocina de Un hueco, la recordada obra del creador porteño Juan Pablo Gómez, esta vez a cargo del director Agustín Daguerre, con las actuaciones de Darío Martínez, Marcelo Díaz y Cristian Di Carlo, y música en vivo de David Bajda. La obra, que se presentó en el vestuario del Club Atlético de Rafaela, el mismo espacio en el que en 2010 lo hizo la versión original, cuenta momentos de tres amigos refugiados en el vestuario del club en el que transitaron su infancia y adolescencia a instancias del velatorio de un cuarto que murió en un accidente. En el material original se revelaban y ponían en evidencia algunas cuestiones del machismo que una década después muestra otras versiones de estos mismos personajes. Estos son más débiles y hasta quizás más temerosos del afuera, en el contexto de una sociedad que puso en cuestión en este tiempo el empoderamiento femenino, e incluso circula entre los vínculos una tensión homoerótica, de algo no resuelto del pasado que los une, que potencia ese universo íntimo y tan singular donde los personajes desnudan sus ideas y formas de ver con agobio y tristeza el mundo gris y la cotidianidad en la que habitan.

El cierre de la jornada del martes estuvo en manos de la versión argentina de Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual, de la dramaturga chilena Carla Zúñiga, a cargo de la singular poética de la Compañía Teatro Casero de El Bolsón, una comedia dramática que parte de un interrogante: ¿Puede una mujer afrodescendiente y lesbiana llegar a convertirse en un hombre blanco rubio heterosexual para alejarse de la violencia que fue ejercida sobre ella desde que nació?

Un momento de “Yo también quiero ser un hombre blanco heterosexual”.

Entre la parodia y el disparate, con una superposición de planos narrativos en tono de comedia negra que toma prestados recursos más propios de la televisión y del teatro posdramático, a lo que se suma la presencia de una banda en vivo que acompaña el relato desde un universo sonoro que por momentos rompe con lo mismo que en otros dialoga, la obra, con dirección compartida entre el creador del grupo, Darío Levín, junto al talentoso teatrista cordobés Luciano Delprato, abre una serie de interrogantes en relación con la agenda del presente: la violencia de género en el contexto de otras violencias, las marcas que la sociedad no quiere ver por miedo o comodidad y la discriminación en algunas de sus formas más feroces.

Festival de Rafaela: de regreso al invierno y en un esperado “festejo del reencuentro” 

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