Espectáculos

El viernes a las 20

El escritor Pablo Ramos presenta su libro

El escritor Pablo Ramos habla de su último libro, “Hasta que puedas quererte solo”, en el que pone en primer plano los fantasmas de las adicciones. El material tendrá este viernes, a las 20, en El Diablito Bar, su esperada presentación local


Escribir como una forma de legitimación y al mismo tiempo de sublimación del dolor; una especie de acto de fe que reposiciona ese dolor, lo transforma en otra cosa, lo vuelve algo posible o transitable. “Escribir es civilizar el dolor”, suele decir Pablo Ramos (Avellaneda, 1966), que acaba de editar Hasta que puedas quererte solo, un libro que no se cierra a un género en particular sino que transita, con algunas certezas, entre la novela, el relato y la crónica, con una simpleza hiperrealista de una profunda belleza. Es un libro de lectura recomendable que podría definirse como una “nonfiction” con un objetivo: exorcizar un mal, una enfermedad de estos tiempos como son las adicciones.
Este viernes, Pablo Ramos, que tiene en el haber las novelas El origen de la tristeza (2004), La ley de la ferocidad (2007) y En cinco minutos levántate María (2010), presentará su libro en Rosario, en El Diablito, en un marco particular: habrá música y amigos (ver aparte).
“Escribo porque busco, movido por una necesidad incontenible, no una descripción metafórica, sino las palabras que rompan el símbolo y lo traspasen, las que logren repartir equitativamente esta responsabilidad olvidada entre los que debimos haberla ejercido”, escribe Ramos a las pocas páginas de comenzado el libro y lo escrito se convierte en una verdadera declaración de principios. Sucede que a través de doce pasos, doce crónicas, Ramos pone en escena a sus fantasmas, que son los fantasmas de una sociedad donde el alcoholismo y la adicción a las drogas “dibujan el paisaje cotidiano de las familias y los barrios”. Los pone en escena a través de una serie de personajes reales donde, la ausencia de máscaras, la honestidad sin remilgos, deviene en virtud, a través de verdaderos hallazgos como “Paso uno. Al amparo de las estrellas” o “Paso tres. El vacío sagrado”, aunque los doce mantienen intacta su ferocidad e incandescencia.
—¿Cómo describís este libro en el que aparecés en primer plano?
—Son una serie de crónicas estructuradas en relación a los Doce Pasos de Alcohólicos y Narcóticos Anónimos, que es una especie de confraternidad de autoayuda donde mucha gente encuentra contención, esclarecimiento y explicación de lo que le está pasando; lo más difícil de una persona que consume es que no entiende bien por qué termina como termina. En los grupos te dicen: “Una es suficiente y mil no alcanzan”. Una es suficiente para desatar la compulsión y mil no alcanzan porque no se puede hacer nada contra eso. Estas crónicas, que tienen un hilo conductor, hablan de personas que yo conocí, historias reales, estructuradas en la necesidad de que conformen un relato con una unidad de efecto y que transmitan algo. Lo que va haciendo el libro es ir tratando de develar, quitarle los velos a esa culpa, a esa vergüenza que causa el tema para tratar de ver el corazón de esa enfermedad, porque la Organización Mundial de la Salud la reconoce como una enfermedad, que tiene tres aspectos importantes: uno mental que es la obsesión, uno físico que es la compulsión y se dice que tiene un aspecto espiritual que es el egocentrismo, esto de anteponer las necesidades propias a las de los demás. El tema es que una persona como yo, que pasó por este problema, se siente un deficiente moral, se siente una persona mala. Es alguien que cubre que tiene una enfermedad, y frente a todo eso, la palabra enfermedad trae un alivio.
—Se intuye una intención de poner al descubierto cómo opera la sociedad frente al adicto, ese latente ejercicio de negación…
—La sociedad con la hipocresía de siempre, porque la gente mira raro al borracho que toma un porrón en el Chino a las 10 de la mañana, pero entrás a cualquier supermercado y la góndola de alcohol es impresionante, es el triple que la de los lácteos. No es el “sabor del encuentro” sino el sabor del desencuentro.
—El libro desnuda cuestiones en relación a un modo de escribir, ¿ése también fue un objetivo?
—Esta es la literatura que me interesa, porque hay ideas literarias que no le interesan a nadie, y yo leí de todo. Roberto Arlt decía: “Entre los ruidos de un edificio social que se desmorona hay que escribir sin adornos, escribir libros que tengan la violencia de un cross a la mandíbula”; una respuesta estética a un problema moral. A mí me aburre mucho la literatura que es una idea literaria en la que hay que descubrir un crimen en Oxford, porque los argentinos no contratamos un detective, aunque quizás sí tengamos que contratar un mago para poder pagar las facturas de los servicios (risas).
—Tu escritura se revela con una simpleza de una gran profundidad ¿Es una búsqueda?
—Yo no tengo nada en contra de ninguna literatura, pero soy sartreano. Sartre decía: “Si hoy escribiera mi novela arrancaría diciendo «me llamo Jean Paul Sartre y pienso esto», porque el mundo se derrumba en muchos aspectos. Me preocupa mucho este vuelco a la derecha que vivimos en este momento, esta soledad y aislamiento en el cual nos metemos las personas, el enorme consumo de alcohol y de drogas que hay. Tengo tres hijos, de 2, 18 y 26 años; a la mañana, en mi barrio, los fines de semana, aparecen los “muertos vivos”, chicos de 15, 16, 18 años con resaca de paco, haciendo sexo oral para comprarse una dosis. Por eso yo no puedo hablar de otra cosa cuando escribo, cada uno está para hacer lo que tiene que hacer, y yo estoy para escribir de estas cosas.
—¿La escritura de este libro te ayudó a exorcizar algo?
—Escribir es mi esencia, es mi realidad; me quedo escribiendo hasta las cinco de la mañana. Cuando escribo retengo las palabras, las ordeno. Voy planteando una relación con el mundo porque mi relación con el mundo es a través de la escritura. Hay una frase de Santa Teresa que pongo en el libro que dice: “Las palabras llevan a las acciones, alistan el alma, la ordenan y la mueven hacia la ternura”.
—En la portada, aparece una foto en la que estás con tu hermano Gabriel, muy pequeños ambos, ¿Por qué planteás que Gabriel es el objeto de tu literatura?
—Yo me entero, estando en Nueva York, esperando un vuelo que termino perdiendo, que Gabriel había tenido una recaída con sus adicciones. Yo me siento mal, me pregunto por qué no estuve atento a los problemas reales de mi familia; me siento a veces, como escritor, un desclasado, y sin importarme nada me quedo ahí, escribiendo en el aeropuerto, y termino en este libro, pero la motivación la encuentro ahí; escribo un poco para intentar explicarle a los demás y a mí mismo cómo son las cosas. Nunca recibí tantos mensajes como con este libro, en días agotó diez mil ejemplares y va por la segunda edición. Quizás sea un libro al que se lo estaba esperando de manera inconsciente. Tener la capacidad de hacerlo habiendo pasado por ahí implica una responsabilidad.
—La lectura del libro confronta al lector con una verdad insoslayable: hubiese sido imposible describir ese mundo de manera tan exacta sin haberlo transitado.
—Seguro hubiese sido algo muy difícil para mí porque hubiese tenido que construir el corazón del adicto desde afuera, cuando yo intento mostrarlo desde adentro, y desde adentro de cada una de las personas que aparecen en el libro. Conocí muchos adictos en los grupos, y allí podés comprobar que la droga no es una causa sino una consecuencia. Hay algo fundamental que es la Séptima Tradición, porque dentro del Programa de los Doce Pasos también hay tradiciones, que dicen que hay que autofinanciarse, mantenerte por tus propios medios, que el dinero fácil te lleva a alimentar el egocentrismo. Cuando entendés que el medio es el fin en sí mismo, empezás a juntar un día limpio, 24 horas, “sólo por hoy, no robo, no me peleo, no consumo”, decís. Pero siempre hay que revisar el pasado, de dónde venimos: los budistas dicen que una persona que vive del pasado desperdicia el presente, pero una persona que olvida su pasado seguramente desperdicia su futuro.

LA PRESENTACIÓN

Pablo Ramos presentará en Rosario Hasta que puedas quererte solo, este viernes, a las 20, en El Diablito Bar (Maipú 622). Habrá música, tangos, que él mismo interpretará acompañado del guitarrista Sergio Blanco, y la presentación estará a cargo de los periodistas locales y escritores Silvina Tamous y Marcelo Scalona. “Rosario es mi segunda casa –dijo–, una ciudad en la cual yo viví y a la que voy cada quince días a dar clases. Y El Diablito es un lugar de amigos, y como siempre,  para los que no entren, después vamos a estar todos cenando en Bajada España, en una mesa enorme,! boga para todos!, porque soy un fanático del pescado de río”.

EL GIRO POLÍTICO

“El mundo se está derechizando. Sin entrar en lo político, pero los que escuchamos la entrevista a Cristina del último domingo, podemos pensar en otra cosa. Mi hermano me dijo algo que es muy claro: «Lo teníamos a Bill Evans y votamos a Lerner». Y las corporaciones que insisten con la corrupción y la pesada herencia; yo me pregunto cuánta corrupción hay en el blanqueo de capitales. Lo que se viene es un carnaval carioca para la clase alta. Ya no hace falta tirar bombas, esta guerra la ganan los medios. Y con el alcohol y las drogas, lo mismo: ¿por qué a la cocaína no se la puede comprar como lo hacía Freud en una farmacia?”.

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