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Sociedad

El cuerpo en el trabajo docente

Por lo general no era rescatado como un elemento pedagógico, pero lo corporal siempre está presente: es uno más de los lenguajes que se ponen en juego en el espacio áulico. La importancia de resignificar el lugar del cuerpo.


El cuerpo ha sido definido a través de historia de distintas maneras. La filosofía y la literatura, las ciencias biomédicas, pasando por las artes y hasta la plástica han dejado su impronta en un concepto que es imposible abordar más que desde lo multidisciplinar.

Algunas lo delimitaron como “algo que posee tamaño limitado y que es apreciable por los sentidos”, otras como “sistemas orgánicos que conforman un ente vivo”. También fue definido como el “portador y guardador del alma”.

Con el tiempo, lo corporal comenzó a tener una mirada más vinculada con el espacio y el tiempo, inserto en un ámbito social cargado de expresión y lenguaje. Sartre hablaba de una triple dimensión en la que incorpora la presencia de un “otro”. “El cuerpo, decía, es bajo la mirada del otro”. Lo corporal ya no era sólo sus medidas, capacidad o eficiencia sino también la valoración de ser mirado.

La tarea docente repercute profundamente en el cuerpo: todo lo que rodea esta profesión, como tantas otras, deja marcas indelebles. Durante mucho tiempo lo corporal en la profesión docente fue definido desde sus carencias y, como tal, desde sus posibilidades de cuidado. En esta línea, lo corpóreo es la estructura biológica y fisiológica que hay que cuidar para mantenerla disponible en clave de productividad.

El enfoque científico

En este sentido, las ciencias desarrollaban sus conceptos en vinculación con las enfermedades profesionales, tales como: posturas corporales, posiciones inadecuadas durante períodos prolongados, problemas circulatorios, articulares, dolores crónicos, contracturas, fatigas, etcétera. El cuerpo es considerado sólo como una estructura físico–química que en determinados casos es posible recomponer con medicamentos, o mantener activo con “retoques” vitamínicos.

La representación de lo corpóreo no es un problema sólo de la educación; la mirada del cuerpo es generalmente negada en distintos ámbitos de lo social y muchas veces reducida al plano de la publicidad y al consumo de productos que sólo apuntan al aspecto instrumental. Lo corporal es sólo objeto de consumo, es la cubierta que en determinados momentos necesita ser reparada y embellecida.

Los rituales de la educación no han negado el cuerpo, pero lo han puesto en el lugar del orden y respeto, haciendo rígidos los movimientos en detrimento de una mirada naturalizada y dialógica entre docentes y alumnos. Las posturas en los actos escolares, las distancias en la formación, el cuerpo erguido y la mirada hacia adelante identifican determinadas particularidades inherentes al rol docente. Sostiene la licenciada Nora Tarruella: “Pareciera que la rigidez del cuerpo, la simetría en el espacio y el respeto del tiempo pautado cronológicamente de acuerdo con los lineamientos curriculares se comportan como un reaseguro de la reproducción del saber-poder que sujeta a los alumnos en el polo que le corresponde, según su estatus de alumno”.

Más allá de esto, el cuerpo del docente no es rescatado como un elemento pedagógico, como algo que se conjuga con lo escolar, como si lo actitudinal fuera sólo un contenido para alumnos, y como si la estructura corpórea de los docentes y los alumnos no jugara un papel primordial en la educación. A pesar de esta mirada, lo corporal está presente en todo momento en la estructura pedagógica: el lenguaje del cuerpo es uno más de los que se ponen en juego en el espacio áulico.

Definiciones

La licenciada Alicia Grasso sostiene que “la corporeidad es la integración permanente de múltiples factores que constituyen una única entidad. Factores psíquicos, físicos, espirituales, motrices, afectivos, sociales e intelectuales constituyentes de la entidad original, única, sorprendente y exclusiva que es el ser humano: soy yo y todo aquello en lo que me corporizo, todo lo que me identifica. Nuestra corporeidad está presente aun cuando nosotros no estamos físicamente: un elemento de nuestra corporeidad, como una carta escrita con nuestra letra, un reloj de pulsera usado cotidianamente, el gesto de arquear una ceja que heredó un hijo, la frase de cariño que nos distingue, una foto o película con nuestra imagen, nos corporizan en el otro aun después de muertos”.

El currículo sólo incorporó conocimientos vinculados con la lectura, la escritura, las matemáticas y otras ciencias pero dejó de lado, salvo para disciplinar, la idea del cuerpo como eje del proceso pedagógico. Barbero Gonzáles sostiene que “la escuela, en general, siempre trató de silenciar y paralizar al cuerpo, ya que los procesos de enseñanza-aprendizaje han propiciado (y en la mayoría de las ocasiones siguen haciéndolo) la preeminencia de conocimientos intelectuales incorpóreos, reforzando así la tradicional concepción dualista del ser humano”.

El cuerpo es expresión de lo simbólico, de lo manifiesto y lo latente. Las expresiones corporales permiten complementar buena parte de lo que dicen las palabras. Los gestos y los movimientos pueden anticipar y pronosticar buena parte de lo que se quiere decir.

La expresión corporal es parte del ser docente manifestada en su gestualidad, su desplazamiento en el aula, y hasta en el uso de los espacios y los recursos. Esta manera de “ser” está íntimamente vinculada con la formación, las experiencias personales, los contextos educativos y por la forma de entender la manera de vincularse.

El lenguaje del cuerpo

La licenciada Lidia Rodríguez sostiene que “los rituales escolares que se reproducen cotidianamente en el proceso de enseñanza aprendizaje: posturas y gestos precisos, tareas homogéneas, espacios controlados rigurosamente, tiempos y ritmos pautados según las exigencias institucionales, imprimen una modalidad de disciplinamiento que contribuye al borramiento del cuerpo, tanto de docentes como de alumnos. Configura además un modo de subjetividad que reproduce las inscripciones instauradas hegemónicamente, que excluye la dimensión semántica del lenguaje inherente al cuerpo/sujeto educativo. La permanencia de los sujetos durante largo tiempo en la escuela se constituye en un espacio institucional propicio para el encarnamiento de significaciones producto de elaboraciones sociales y culturales dominantes”.

Otro aspecto de importancia en lo corpóreo de la educación está definido principalmente por el lugar que ocupa el docente en un momento histórico–social determinado, es decir, es un cuerpo situado que lo revela como un organismo vinculado con la propia mirada y la mirada del otro.

“El cuerpo –sostiene la psicóloga Ana Quiroga– empieza a ser entendido como insertado en un ámbito social en el que oficia como sistema de expresión y de lenguaje. La filosofía moderna y con ella la psicología han redescubierto el cuerpo como el lugar del sujeto y lo definen como aquello que nos es más propio, menos ajeno y antagónico”.

En este sentido, es importante resignificar el lugar del cuerpo del docente (y del alumno) como parte del proceso de enseñar y aprender. Desde el año 2009 la provincia de Santa Fe ha incorporado a la formación docente un espacio pedagógico vinculado con el movimiento y el cuerpo enlazado con lo filosófico y lo antropológico que intenta “brindar herramientas para que los futuros docentes pongan en juego otras nociones del tiempo, el espacio y la realidad”. Aun así, el debate va mucho más allá y no se agota en una propuesta curricular.

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