Cultura

Reconocimiento

El Concejo de Santa Fe declaró Santafesino Ilustre a Roberto Schneider

En el marco de un emotivo acto, el Concejo Municipal de Santa Fe declaró como Santafesino Ilustre al crítico de teatro y periodista Roberto Schneider.


En un tiempo donde los verdaderos actos de justicia se volvieron algo esquivos, el miércoles al mediodía, el Concejo Municipal de la ciudad de Santa Fe reconoció como Santafesino Ilustre al prestigioso periodista y crítico teatral, gestor cultural y docente Roberto Schneider, “en reconocimiento a su trayectoria y dedicación que lo llevaron a ser motor de múltiples iniciativas culturales”, según detalla, en parte, la iniciativa presentada oportunamente por el concejal Carlos Suárez, avalada por unanimidad por el resto de los ediles.

Dueño de un capital que mezcla en parte iguales afecto y respeto profesional, el histórico crítico teatral y otrora jefe de la sección Espectáculos del diario El Litoral por 35 años (donde sigue publicando sus críticas), Roberto Schneider, quien además lleva casi dos décadas al frente del programa de tevé La cuarta pared (a todas luces algo inédito en el país), profesor de Letras, docente de la Escuela de Teatro, conductor por LT10 los lunes por la noche de La fila 10 (programa dedicado al espectáculo y la cultura santafesina), y creador y jurado permanente del premio Máscara (que en 2017 cumple 25 años), ingresó al recinto y se llevó una ovación que ninguno de los políticos ni funcionarios presentes (ni ausentes) ni siquiera imaginó en el más vívido de sus sueños de gloria. De allí en más, la jornada, que contó entre otros con la presencia de un puñado de concejales y del intendente José Corral, y sumó en la grada a más de un centenar de figuras del ámbito del espectáculo y la cultura santafesina que se acercaron a apoyar y a festejar la iniciativa, se vio marcada por cerrados aplausos y ovaciones.

Tras los discursos de rigor, unidos por un recorrido que fue desde los orígenes del homenajeado en el mítico barrio Roma, sus enormes esfuerzos para superar un puñado de duras adversidades, hasta llegar a ser una referencia ineludible de la cultura no sólo santafesina sino también a nivel nacional, Schneider ofreció un discurso breve pero de una contundencia inusual, rodeado, también, de amigos, familia y colegas de varias generaciones.

“Amo apasionadamente esta ciudad, y este recinto lleno de gente transforma este acto en un hecho profundamente democrático, pero también inclusivo; este acto demuestra que el arte no tiene fronteras y que las sociedades fuertes no deben censurar el arte, sino que, por el contrario, deben celebrarlo”, expresó el también presidente y vice, por dos períodos, del Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea).

“Nunca en mi trabajo como crítico teatral he tenido el dedo alzado, el ceño fruncido para indicar qué está bien o qué está mal; me gusta ser considerado como alguien que ve un espectáculo y escribe sobre lo que ha visto; cuento qué me pasa a mí con esa representación. Nada iguala la expectativa que se produce cuando se apagan las luces: qué nuevo mundo me propondrán explorar, qué parte desconocida o temida de mí mismo será revelada. Y nada iguala la frustración que siento cuando salgo de la sala como había entrado”, expresó Schneider, definido alguna vez por la dramaturga y directora santafesina Norma Cabrera como el “villano favorito” del teatro santafesino.

Finalmente, el crítico y periodista completó: “El teatro es para mí la más carnal de todas las artes porque tiene la virtud de la vida; nunca asistimos dos veces a una misma función, siempre será distinto, y ahí está la magia. Amo a la gente de teatro; al teatro le debo algunas de las mayores exaltaciones que he conocido, cuando el dios se revela, cuando un actor o una actriz se convierten en poesía”.

Y completó emocionado: “Las palabras no se pueden enseñar; podemos atraparlas, catalogarlas y ponerlas en los diccionarios, pero las palabras viven en la mente y sirven para escarbar en la conciencia. Si la comunicación es perfecta, las palabras tienen vida. Para un buen diálogo, sólo se necesitan palabras que bailen, y lloren, y hagan el amor, y luchen, y besen y nos hagan reflexionar”.

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