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El Barón Rojo, leyenda del aire

Se cumplen 123 años del nacimiento del alemán Manfred von Richthofen, para muchos el mejor aviador de la historia.


“Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz”. Así reza el epitafio de la tumba con los restos de Manfred Albrecht Freiherr von Richthofen, el aviador alemán que se convirtió en leyenda como el Barón Rojo y de cuyo nacimiento se cumplen hoy 123 años.

Miembro de una familia aristocrática terrateniente, Von Richthofen nació el lunes 2 de mayo de 1892 en Breslau, entonces capital de Silesia (hoy Wroclaw, Polonia). De niño, Manfred se trasladó con su familia a Schweidnitz (hoy Swidnica, Polonia). Era el mayor de tres hermanos y su padre había llegado a ocupar un alto cargo en la poderosa caballería prusiana. Siguiendo los pasos de su padre en el ejército imperial, Manfred se alistó junto con su hermano menor, Lothar, en los Ulanos (caballería alemana), donde llegó a ser teniente del primer regimiento.

Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Manfred pasó de la caballería (donde lo condecoraron con la Cruz de Hierro) a la infantería. Hasta que encontró su destino cuando se alistó en la aviación, un arma innovadora para lo que, hasta entonces, había sido la guerra y donde demostró una gran capacidad profesional.

Tras egresar de la academia de aviadores, en principio fue designado a tareas de reconocimiento en el frente oriental: debía fotografiar desde el aire lo más cerca que pudiera las tropas enemigas. Esto le sirvió para desarrollar sus destrezas en el aire. Pero Von Richthofen amaba la aventura y por eso cuando Oswald Boelcke, el gran aviador alemán que contaba con el récord de 40 derribos en su haber, buscó nuevos pilotos para su grupo de combate, el Jagdsstaffel o Jasta 2, no dudó en presentarse como voluntario.

El 17 de septiembre de 1916 en Cambria, Francia, Von Richthofen a bordo de un biplano Albatros D.III logró su primera victoria en batalla: el primer derribo. Para celebrarlo, el joven de 24 años encargó a un joyero alemán una pequeña copa de plata de cinco centímetros de altura con una inscripción que indicara el número de derribo, el tipo de avión, el número de tripulantes y la fecha. Así, la primera llevó grabada la inscripción “1-Vickerse-217.9.16”.

Con el tiempo, y visto que la colección de victorias aumentaba significativamente, Manfred pasó a encargar una copa el doble de grande cada decena. La serie de trofeos se interrumpió después de la victoria número 60, cuando el joyero le comunicó que no había más plata disponible para fabricar copas.

Ya durante sus primeros meses de combate aéreo Von Richthofen se destacó por su agudeza visual y su don innato para afrontar el peligro, al punto de que sus compañeros decían que transformaba su personalidad cuando tomaba los mandos del avión.

Desde su primer derribo, obtuvo una victoria tras otra y durante los siguientes 20 meses se destacó como el mejor as de la aviación alemana en toda la Primera Guerra Mundial. En su victoria número 11 consiguió derribar el biplano del as británico Lanoe Hawker, el aviador más condecorado en Inglaterra. Luego, superó ampliamente el récord de aviones enemigos abatidos que estaba en poder de Boelcke y llegó a completar 80 derribos.

En enero de 1917 Von Richthofen recibió la Cruz Pour le Mérite. Conocida informalmente como la Max Azul, era la mayor condecoración militar concedida por Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Aquel año también se le confirió el comando del grupo de combate Jasta 11, que luego fue conocido como el “circo volante”, por los vivaces colores que presentaban sus 14 aviones.

Von Richthofen se ganó el apodo de Barón Rojo porque sus aviones estaban pintados de ese color, con el propósito de ser visto y reconocido de lejos. Dirigió 58 misiones con éxito, en las cuales derribó unos 80 aviones, algo que nadie llegó a superar en ningún bando durante el resto de la guerra.

En abril de 1917 el Barón Rojo sumó en solitario 20 derribos. Sus hombres insinuaban que tenía un comportamiento suicida. Meses después dirigió la primera ala de caza de la historia aérea, la JG 1, integrada por los Jasta 4, 6, 10 y 11. Esta unidad llegó a derribar 644 aviones con sólo 56 bajas. Su hermano Lothar alcanzó 40 victorias con esta unidad.

El 6 de julio de 1917, el Barón Rojo recibió una bala perdida en el cráneo, la que le provocó una lesión en el cerebro. Sin embargo, él siguió volando con la cabeza vendada. Durante su convalecencia, escribió un libro que tituló El Piloto Rojo. Por entonces, era costumbre entre los pilotos tener una mascota. En el caso del Barón Rojo, su acompañante era un perro gran danés, llamado Moritz. Y cuentan que si bien un gran número de aquellas mascotas morían al seguir ciegamente a sus amos, Moritz tuvo suerte y escapó sólo con una oreja cercenada.

En las postrimerías de 1917, la flota alemana de Albatros D.III fue cambiada por triplanos Fokker DR.I. Von Richthofen mandó a pintar el suyo también de rojo; curiosamente fue este tipo de avión en el que Manfred fue más conocido, pero en el que menos voló. El Fokker DR I tenía gran agilidad, pero si se mantenía en rumbo fijo muchos minutos se convertía en presa fácil.

Fue así que en la mañana del 21 de abril de 1918 Von Richthofen fue derribado por soldados australianos en el norte de Francia, cerca del río Somme: la bala lo atravesó desde un costado pasando por los pulmones, el hígado y el corazón. Según las fuentes oficiales, fue el capitán canadiense Roy Brown el que consiguió matar al legendario piloto alemán, aunque investigaciones más recientes apuntan a que fue el soldado de infantería australiano William John Snowy Evans el que disparó desde tierra el proyectil que acabó con su vida.

Von Richthofen, para muchos el mejor aviador de la historia, tenía sólo 25 años cuando fue abatido en pleno vuelo por soldados australianos en el norte de Francia, cerca del río Somme, en el marco de la Primera Guerra Mundial. Era la mañana del domingo 21 de abril de 1918.

Al día siguiente, fue enterrado con honores militares por los mismos adversarios ingleses. Gente de todas partes acudió a su entierro, que se realizó en el mismo lugar donde cayó su avión.

Su ataúd fue cargado por hombres del escuadrón británico 209, los australianos lanzaron tres salvas en su honor y coronaron su ataúd con flores y honores. Homenajearon así a quien, en medio de las miserias de la guerra, había sido un verdadero caballero, tanto en el aire como en la tierra.

Alguien que, además de ser famoso por sus destrezas aéreas (las tácticas de vuelo en combate que utilizó se siguen usando hoy en día), solía dejar escapar a sus enemigos malheridos, socorría a muchos de los que había derribado y jamás permitió que maltratasen a un prisionero suyo. En 1925 los restos de Von Richthofen fueron exhumados y llevados a Alemania. Cuentan que la hélice de su avión fue cortada y pulida para usarla como cruz en su tumba.

Por aquellos años, circulaba una superstición: se decía que traía mala suerte a los pilotos fotografiarse antes de emprender un vuelo.

Créase o no, la última foto del Barón Rojo fue tomada segundos antes de emprender la que sería su última misión aérea, mientras jugaba con un perro.

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