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Esto que nos ocurrió

De Sica, el cronista de la miseria

Se cumplieron 40 años de la muerte del notable actor y director cinematográfico, célebre padre del neorrealismo italiano


“Vamos hacia los 500 canales de televisión, y ¿para qué sirven?: para que la gente no cuestione el poder”. La cita es del notable actor y director de cine italiano Vittorio De Sica, ganador de cuatro premios Oscar y de cuyo fallecimiento se cumplieron 40 años esta semana.

Seductor de resplandeciente simpatía, con 34 películas como director y más de 150 como actor, observó la compleja realidad de la posguerra italiana con los ojos de un humanista del Renacimiento.

Célebre padre del neorrealismo italiano, pero también figura multifacética, reforzó el carácter populista del cine italiano a lo largo de toda su trayectoria, convirtiéndose en la imagen de una nación vital y apasionada pese a todo.

Vittorio Domenico Stanislao Gaetano Sorano De Sica, tal su nombre completo, vino al mundo en Sora, provincia de Terra di Lavoro, región de Campania (hoy en la provincia de Frosinone, Lacio), el domingo 7 de julio de 1901.

Vittorio pasó su infancia en Nápoles hasta que a los 11 años se trasladó a Roma con su familia. Su interés por la interpretación lo llevó a encarnar un pequeño papel en la película El proceso Clemenceau. Luego creó su propia compañía de teatro y, más adelante, se dedicó a la dirección de cine sin dejar su carrera de actor.

Durante el período de entreguerras, se dedicó a cantar y a hacer teatro como actor cómico, con gran éxito de público. Pero estalló la Segunda Guerra Mundial y los nubarrones negros se estacionaron nuevamente sobre Italia.

Con todo, De Sica se las arregló para que el Vaticano le financiara el film La puerta del cielo, que narra el viaje hacia Loreto de un tren con enfermos y peregrinos y en cuyo rodaje el director salvó a unas 1.200 personas de las garras de los nazis. La mirada descarnada, la dura ironía y el reflejo del sufrimiento y la miseria, que aplastan los objetivos de propaganda religiosa de la película, muestran a un De Sica que tomó un rumbo definitivo y que se encontró con el escritor y guionista Césare Zavattini, formando un dúo que revolucionó la historia del cine. Así, el neorrealismo se inventó por pura necesidad en los tiempos de penuria de la posguerra. En esta situación de pobreza, se extremó la creatividad, y la pareja filmó El limpiabotas, tras observar a los chicos de la calle que limpiaban las botas de los soldados norteamericanos en el contexto de un país destrozado.

Fue el punto de partida para alcanzar la obra maestra: Ladrón de bicicletas. La desgraciada peripecia del hombre que necesita mantener a su familia, que no puede esconder su miserabilidad al hijo que lo admira, necesitado de una bicicleta para encontrar trabajo, persiguiendo a quien se la robó para convertirse finalmente en ladrón, se transforma en la obra cumbre de un género, la tragedia de la vida cotidiana en medio de la necesidad. Es con la trilogía formada por Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán y Umberto D con la que De Sica se dio a conocer internacionalmente. Entre sus trabajos como actor se destacan El general de la Rovere, dirigida por Roberto Rossellini, o Madame de…, dirigida por Max Ophüls.

Su desmedida afición por el juego lo llevó al punto más bajo de su carrera durante los años 60; por un lado, interpretó cualquier papel en infames producciones y, por otro, dirigió películas de baja calidad.

Pero el genio siguió latente, y resucitó en cintas como Matrimonio a la italiana o El jardín de los Finzi-Contini, que le valió un Oscar.

Las contradicciones de De Sica fueron las contradicciones del siglo que le tocó vivir, lleno de esplendor y de miseria. Él supo observarlo y desentrañar su esencia, con la meticulosidad de un ser inquieto con un talento excepcional.

Vittorio De Sica murió el miércoles 13 de noviembre de 1974, tras una intervención quirúrgica.

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