Espectáculos

Dacal “Baila sobre fuego”

Pablo Dacal presentará un disco en el que viaja por situaciones geográficas y sociales singulares con las que entra en el subconsciente. El nuevo material se estrenará el sábado a las 21, en McNamara.


Decenas de miles de canciones versan sobre el amor, la ilusión, los viajes y la necesidad de celebrar el instante feliz, muchas y en todos los idiomas. ¿Será necesario viajar, alejarse de la cotidianidad y los lugares comunes para descubrir que las ciudades se convirtieron en laberinto opresivo de ciertas libertades? A veces alcanza con un disparador: un disco o una canción, o cualquier otra cosa. De ahí en más, el mundo interior está a un paso.
“Dicen que viajando se fortalece el corazón…”, expresaba Nebbia en “Sólo se trata de vivir” y, a 35 años de esa creación, Pablo Dacal parece ampliar la búsqueda de respuestas cuando canta “dentro de la mente no hay fronteras para caminar… no te atraparán… y podrás seguir”, en “El Peregrino”, tercer tema de Baila sobre fuego, su quinto disco que mañana presentará, a las 21, en McNamara (Tucumán 1016).
Postales, viajes, superación, fe, ilusión, intuición y mucha libertad son argumentos que se ponen de manifiesto en este delicado trabajo compuesto por múltiples historias que invitan a ser descubiertas a través de una frondosa poética y una rica sonoridad que se mueve entre progresiones de tangos con aroma francés y post punk con aliento berlinés.
El cantautor Pablo Dacal llegará a Rosario junto con una formación que armó para presentar este disco en Argentina, que está compuesta por Nacho García (sintetizadores), Natalia Cabrera (bajo y coros), Julio Sleiman (guitarra) y David Fernández (batería). Asimismo, en carácter de invitados especiales, estarán acompañando Eduardo Vignoli (trompeta) de la banda Enorsai, y Coki Debernardi. Antes, Dacal habló con El Ciudadano sobre el disco y sus búsquedas más íntimas con la música.
—¿Cuál es el punto de contacto de todas estas canciones?
—Para mí, el centro es el viaje, la ruta, el andar de ciudad en ciudad, lo que encontrás en cada lugar de vos mismo y cómo el desplazarte por situaciones geográficas y sociales desconocidas también implica un desplazamiento interior y una entrada en un sistema subconsciente y misterioso. Creo que las ciudades son un poco el telón de fondo y quizá por eso están nombradas, pero también hay campo, bosques y montañas que no están nombradas pero están convocadas mediante los lugares más oníricos y misteriosos de la música.
—Hay muchos lugares conocidos pero también otros que no se sabe si existen aunque tampoco importe demasiado eso…
—Justamente, son un poco anecdóticas las ciudades; es como cuando estás mirando algo, haciendo foco, y de repente el foco se desvanece y la mirada se vuelve interior. Para mí el disco narra ese momento. Es ese instante en el que estás mirando un paisaje y de repente ya no estás mirándolo. Medio al estilo proustiano saltaste a un lugar de tu historia o de tu imaginación.
—¿Te influyó haber compuesto los temas en distintas ciudades?
—Las postas del viaje fueron Berlín, Croix –una comuna cerca de París– y Madrid. Sí, influyeron mucho pero quizá lo hicieron de la misma forma en que estamos comentando lo de las ciudades. Seguramente, hay algo en el disco de artistas con los que me fui cruzando y reencontrando o técnicas determinadas y músicas que en ese momento sonaban en los autos en los que iba andando. Pero, ante todo, lo que influyó es la posibilidad de una abstracción total de mi mundo más cotidiano.
—El disco tiene, además de una relación con el sentido del viaje, al menos dos formas de ser disfrutado: por su cuestión poética y por su sonoridad. Hay temas medio punk, oscuros o fríos que se pueden vincular con Alemania, y otros del tango que tienen cierta unión, por su historia, con Francia o la misma España. ¿El viaje fue buscado?
—El álbum busca desintegrar esas fronteras; que algo de ese calor latino inevitablemente suene en las canciones es lógico, porque están en mis manos. Pero sí, fue buscado, desde el aspecto rítmico y desde las texturas, un cierto ascetismo, una cierta frialdad como dijiste recién. Me acuerdo cuando trabajamos con Juan Jacinto en Berlín. Allí armamos todas las bases y es donde se estableció realmente todo el repertorio que teníamos. En esos cuatro días en Berlín grabamos diecisiete tracks, de los cuales uno quedó afuera y se estableció completo el disco. Todo el tiempo llegábamos a un lugar que, como un bosque misterioso, si querés, marcaba nuestro límite en el camino, un lugar donde sabíamos que no íbamos a seguir: no íbamos a desarrollar las variaciones posibles ni a dejarnos llevar por el fervor de determinada rítmica o acorde; íbamos a tratar de mantener una especie de tensa calma que después iba a ser más explorada con todas las texturas del sintetizador y conducidas por las palabras que el disco, aún en ese momento, no tenía.

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