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Esto que nos ocurrió

Cuando Alfonsina se fue


“Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres serán cambiadas”. La cita es de la poetisa Alfonsina Storni, quien en la madrugada del martes 25 de octubre de 1938 puso fin a su vida sumergiéndose en el mar frente al balneario La Perla en Mar del Plata.

Una enfermedad precipitó la decisión trágica. Terminaba así la vida y nacía la leyenda de la notable poeta de los años 20 del siglo pasado que, contra viento y marea, supo ganarse un lugar en un mundo hostil y machista.

Joven, pobre, sin armas válidas en una sociedad difícil como la de Buenos Aires, feminista antes de tiempo –por eso la sociedad burguesa la acusó de inmoral–, Alfonsina emprendió la ardua tarea de subsistir y perpetuarse. Para colmo, fue madre soltera a los 19 años, algo que no entraba en los cánones sociales de la época que le tocó vivir.

Con todo, Alfonsina fue una de las pocas mujeres de su generación que se atrevió a ser auténticamente ella misma y que desde la provocación y el desenfado de su decir, desde la vitalidad de sus versos y la intensidad de su vida construyó su lugar en un mundo en el que hasta ese entonces sólo cabían los hombres.

Sensible, polémica, luchadora, conoció la gloria y la soledad, el amor y la desesperanza, recorrió la poesía más romántica y provocó con la escritura más renovadora, esgrimió los derechos de sus compañeras y defendió la igualdad de oportunidades.

También participó en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores. En sintonía con otras voces fundamentales de América –Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Gabriela Mistral y más lejos, pero cerca, sor Juana Inés de la Cruz– la palabra lírica de Storni se erigió con valentía entre el rebaño pacato: “Yo soy como la loba… me fui a la montaña fatigada de llano”.

Hija de un industrial cervecero, Alfonsina Storni Martignoni nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, cantón del Ticino, en la Suiza italiana. Fue la tercera de los ocho hijos de Pasqualina Marianna Aurora Martignoni (Paulina) y Alfonso Ambrogio Carlo Storni.

“Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”, contó. En 1896 su familia se trasladó a la provincia de San Juan, donde Alfonsina comenzó sus estudios. Cinco años después se radicaron en Rosario, donde su madre abrió una pequeña escuela domiciliaria y pasó a ser la cabeza de una familia numerosa, pobre y sin timón.

En 1902 instalaron el Café Suizo, cerca de la estación de tren. Allí, con 10 años, Alfonsina lavaba platos y atendía las mesas. Pero el emprendimiento fracasó. En 1904 escribió su primer poema. Mientras su madre y sus hermanas comenzaron a trabajar de costureras, Alfonsina ingresó como obrera en una fábrica de gorras.

En 1907 se sumó a la compañía de Manuel Cordero, un director de teatro que recorría las provincias. Luego, se recibió de maestra en Coronda y en 1911 comenzó su carrera docente en la Escuela Elemental N° 65 de Rosario. También se vinculó a dos revistas literarias, Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Concluido el año escolar, renunció a su puesto y viajó a Buenos Aires, donde se entregó a su vocación literaria y emprendió una dura lucha para conquistar un lugar en la sociedad porteña. Al año siguiente nació su hijo Alejandro Alfonso, sin padre conocido.

A pesar de las penurias económicas, en 1916 publicó su primer libro, La inquietud del rosal, que causó escándalo por su poema “La loba”. Mientras, trabajó como cajera en una tienda y en la revista Caras y Caretas. Se relacionó con José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Poco a poco, su situación económica mejoró. En 1920 comenzó a escribir para el diario La Nación y se convirtió en ciudadana argentina. A partir de ese año realizó frecuentes viajes a Montevideo –en cuya Universidad dictó conferencias–, donde conoció a la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou y al que sería su gran amigo, el escritor oriental Horacio Quiroga.

Amado Nervo, el poeta mexicano paladín del modernismo junto con Rubén Darío, publicó sus poemas en Mundo Argentino. En 1926 editó Poemas de amor, su única obra en prosa, y Diario de una ignorante. En 1927 apareció su primera obra dramática: El amo del mundo.

Tres años después viajó a Europa con Blanca de la Vega y dictó conferencias en España con gran éxito. A su regreso, publicó Diario de navegación y Diario de viaje. Además, dio a conocer Dos farsas pirotécnicas, de dura crítica social, y escribió obras teatrales para niños. Más tarde, en la Peña del porteño café Tortoni, Alfonsina conoció a Federico García Lorca, durante la permanencia del poeta español en Buenos Aires entre octubre de 1933 y febrero de 1934.

En 1934, Storni retornó a Europa en compañía de su hijo y al año siguiente descubrió que padecía una grave enfermedad. El 20 de mayo de 1935, Alfonsina fue operada de un cáncer de mama. La mastectomía le dejó grandes cicatrices físicas y emocionales. Siempre había sufrido de depresión, paranoia y ataques de nervios, pero ahora los síntomas de enfermedad mental recrudecieron.

En 1936 publicó el ensayo Desovillando la raíz porteña y, tras su viaje a Bariloche, escribió Carnet de ventanilla. En 1937 se suicidó Horacio Quiroga y ella le dedicó un poema conmovedor que presagió su propio final: “Morir como tú, Horacio, en tus cabales, / Y así como en tus cuentos, no está mal; / Un rayo a tiempo y se acabó la feria… / Allá dirán. / Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte / Que a las espaldas va. / Bebiste bien, que luego sonreías… / Allá dirán”.

El 27 de enero de 1938 se reunió en la Universidad de Montevideo con Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. Alfonsina tituló su conferencia “Entre un par de maletas a medio abrir y la manecilla del reloj”. Sabía que el tiempo y el avance de su enfermedad terminal le jugaban en contra y tomó la decisión de quitarse la vida.

En octubre viajó a Mar del Plata. Desde allí envió dos cartas: una a su hijo y un “poema de despedida” al diario La Nación. Hacia la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina dejó su habitación y se dirigió al mar. Esa mañana, dos obreros descubrieron el cadáver en la playa del balneario marplatense de La Perla. Aunque los biógrafos aseguran que saltó a las frías aguas desde una escollera, la leyenda es que se internó lentamente en el mar. Y este hecho inspiró la obra “Alfonsina y el mar”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, inmortalizada por artistas como Mercedes Sosa y Víctor Jara. El tema recoge versos del último poema de Alfonsina, titulado “Voy a dormir”, que La Nación publicó al día siguiente de su muerte: “Dientes de flores, cofia de rocío, / manos de hierbas, tú, nodriza fina, / ténme prestas las sábanas terrosas / y el edredón de musgos escardados. / Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. / Pónme una lámpara a la cabecera, / una constelación, la que te guste, / todas son buenas; bájala un poquito. / Déjame sola: oyes romper los brotes, / te acuna un pie celeste desde arriba / y un pájaro te traza unos compases / para que te olvides. Gracias… Ah, un encargo, / si él llama nuevamente por teléfono/ le dices que no insista, que he salido”.

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