Conciertos

Orquesta de Cámara Municipal y Salvador Trapani

Cruce entre lo clásico y lo alternativo

La Orquesta de Cámara Municipal que dirige Fernando Ciraolo, y el clown, luthier y músico Salvador Trapani ofrecerán juntos un espectáculo donde confluirán sus diversas formas de abordar un mismo lenguaje.


Atención amantes de la música, mentes y oídos abiertos. Dos exponentes rosarinos se cruzarán en una única velada. Por un lado la Orquesta de Cámara Municipal, que dirige el maestro Fernando Ciraolo. Por el otro, el clown, luthier y músico Salvador Trapani. Juntos brindarán un inesperado espectáculo donde confluirán sus diversas formas de abordar un mismo lenguaje al interpretar un repertorio igualmente ecléctico.

Desde hace algunos años, siempre bajo la batuta de Ciraolo, la Orquesta de Cámara Municipal fue adoptando una nueva cara que le permitió, además de seguir su clásico programa anual de conciertos más tradicionales, reinventar una nueva propuesta donde explorar un carácter más popular con repertorios más accesibles. En ese terreno, realizó el homenaje sinfónico a Gustavo Cerati (Música para volar) y junto a la banda Dios Salve a la Reina llenó varios teatros con la obra de Queen, por citar algunos de los últimos proyectos.

Ahora da un paso más al encontrarse con el talentoso Salvador Trapani, un artista integral: músico, luthier y clown, que recrea de manera original la tradición circense de los excéntricos musicales en un marco estético contemporáneo. De hecho, los objetos más impensables viven, suenan y sueñan en sus manos.

El último contacto cercano de Trapani con la denominada “música académica” fue hace una década cuando participó de un ensamble de diez músicos. En ese concierto, que se realizó en el Auditorio Fundación Astengo, mostró un material del compositor Ezequiel Diz escrito para serrucho. “Hace tiempo tenía pensado hacer algo con la Orquesta y ahora se reflotó la idea de tocar. La formación ya viene haciendo encuentros con músicos y cantantes populares. Para mí es un gran regalo, un disfrute total”, dijo el músico y luthier a El Ciudadano.

Autor de recordados trabajos como La Royalle y Desconcierto, en sus singulares espectáculos, Trapani juega con instrumentos insólitos y excéntricos que el mismo construye. Su forma y ejecución están puestas al servicio de lo argumentativo y con un mensaje de fondo. Desde la materialidad, los instrumentos de la orquesta y del luthier, no se parecen en nada. Su cruce produce un nuevo encuentro que excede lo meramente musical y puede abrir espectros también filosóficos.

Trapani dice que a sus instrumentos construidos con desechos, la orquesta, “los eleva a una alta categoría”. De este modo, maderas, metales, cuerdas y vidrio se fusionan de forma creativa para dar a luz ingeniosos instrumentos. “Hay un instrumento nuevo con claves combinadas que es de la familia del vibráfono. Es bien ecléctico”, confió Trapani, al tiempo que adelantó que, con todos ellos, hará un repertorio para orquesta de cámara, claves combinadas y una composición de Yupanqui.

“En un punto, siempre aparece un poco la duda o cierto temor sobre cómo se recibe o se lee lo que hago, pero hasta el momento, en todos los años que vengo trabajando, tuve mucha fortuna y la gente recibió muy bien mis creaciones; me refiero al hecho de transformar, por ejemplo, una lata de yerba en un instrumento”, detalló.

Con relación a la inspiración para la creación artística, Trapani dijo serle fiel a su “búsqueda constante a partir de objetos que tienen su atractivo”. Y destacó: “Me atraen mucho las maderas antiguas y por eso mis objetos tienen un altísimo porcentaje de pedazos de puertas, ventanas y tirantes antiguos”.

No hay instrucción posible ni educación formal para aprender a tocar un instrumento como los de este creador rosarino. “Lleva mucho tiempo empezar a tocar instrumentos que no son tradicionales”, afirmó el clown y luthier.

La improvisación es parte fundamental de las performances de los espectáculos de Trapani. Con La Máquina Infernal, una obra factible de ser transformada en cada función, realizó en la primera mitad del año, cuatro meses de shows en el hoy cerrado Centro Cultural El Espiral. Allí experimentó e improvisó mostrando algunos de los nuevos instrumentos compuestos por objetos mecánicos y con movimiento, además de los clásicos con serruchos y campanas. También compartió escenario con algunos invitados.

Ahora, la apuesta con la Orquesta de Cámara es mayúscula si de comparar se trata. Es que la dimensión de la formación municipal implica ciertos riesgos escénicos de magnitud para el artista, más acostumbrado a escenarios pequeños. El luthier se ríe ante la pregunta de sobre cómo abordará la improvisación con este formato y destacó: “Arranqué el ensayo un poco nervioso pero luego me fui relajando. Es hermoso tocar con estos músicos que tienen la mejor predisposición. Para mí es un aprendizaje extraordinario. También un lujo que me doy de estar en un escenario con músicos a los que fui a escuchar por muchos años”.

—Fue un año intenso: primero haciendo temporada en El Espiral y ahora con este megaconcierto ¿Qué evaluación hacés y cómo sigue tu año?

—Lo de El Espiral fue un desafío. Arrancó un poco frío pero después levantamos, llenando todas las noches. Eso me permitió experimentar con instrumentos nuevos que son parte del espectáculo que haré en 2018, y con el que gané un subsidio del programa Escena Santafesina. El proyecto se va a llamar el Esplendor de la ruina e irá por el camino por donde vengo trabajando hace años.

—¿Algo que ver con lo político ese título?

—(Risas) Siempre tiene que ver con lo político. En nuestro país tendríamos que estar aceitadísimos en que siempre todo lo que digamos se lee así. Estamos pasando por aguas turbulentas. Esplendor de la ruina va hacia atrás en el tiempo en una búsqueda personal. Pero, por supuesto, los individuos estamos atravesados por la política, por la cultura del momento, por los avances; eso es irreversible.

El próximo jueves, a partir de las 21, en el Teatro Municipal La Comedia (Mitre y Ricardone). La entrada es gratuita, por orden de llegada, hasta colmar la capacidad de la sala.