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mala suerte

Condenan a mecánico por un robo en el que todo salió mal

El auto se le paró y obligó a su víctima a empujarlo. Sólo recorrió unas cuadras. La Policía lo encontró caminando y sin botín.


Una entradera con un dato errado, un mal presentimiento y el pésimo funcionamiento del auto utilizado para el violento atraco terminaron con un ladrón condenado a 8 años y 6 meses de prisión. La víctima fue abordada en Pueblo Esther cuando volvía del gimnasio. A punta de pistola, el asaltante le robó lo que llevaba en el auto. Pero no se conformó con el botín y entró a la casa. La víctima debió hacer varios viajes con sus cosas hasta el auto del ladrón. Cuando pensó que todo terminaba, el asaltante no pudo arrancar el auto. Volvió sobre la víctima, lo amenazo una vez más y lo obligó a empujar el coche. Cuando finamente se fue, el dueño de casa activó una alarma. El auto del ladrón no hizo muchas cuadras, y sus ocupantes fueron detenidos mientras caminaban: había un compinche. La semana pasada el tribunal pluripersonal que presidió el debate dio a conocer los fundamentos de la condena impuesta al ladrón.

El acusado es un hombre adulto, padre de dos hijos y con recursos para mantenerse. Dijo ganarse la vida como mecánico. Quizá el refrán popular “en casa de herrero cuchillo de palo” viene a cuento. En la entradera usó un auto a nombre de su padre que tenía desperfectos mecánicos. Hasta este robo no tenía antecedentes penales. Los jueces Ismael Manfrín, Patricia Bilotta y Gonzalo López Quintana presidieron el debate que tuvo lugar durante el mes de agosto. Concluyeron que el robo fue premeditado y violento. Unos mensajes entrantes y salientes en el celular secuestrado al acusado brindaron datos sobre “un trabajo” que iban a realizar. Un texto recibido unas horas antes decía: “Lo dejamos para otro día. Tengo un mal presentimiento, ni ganas de ir”, mientras que un mensaje saliente le contestaba: “Para laburar hay que estar seguro. No pasa nada, tranqui”.

Pero uno de los interlocutores decidió dejar de lado el mal augurio. La noche del 24 de agosto de 2015 Héctor Yñiguez y un cómplice llegaron hasta la calle López y Planes al 1000 de Pueblo Esther, en un Chevrolet Corsa.  El primero se bajó cuando Esteban estacionó sobre la vereda y se bajó a abrir el portón de la casa para entrar el Toyota Corolla. Le preguntó cómo volver a Rosario, pero antes de la respuesta de Esteban el hombre de 36 años sacó un arma. Hizo dos disparos intimidatorios al piso y le pidió sus pertenencias, relató la víctima.

Una billetera con unos pocos pesos, el frente del estéreo y las zapatillas fue el botín. En ese momento se bajó el acompañante de Yñiguez para pedirle que se fueran. Pero el hombre estaba dispuesto a ir por más. Tenía el dato de que “ahí había plata”. El acompañante quedó de campaña y el acusado ingresó a la casa, concluyó el tribunal. Esteban dijo que el ladrón no dejó de apuntarle con una pistola  calibre 11.25,  le hizo desenchufar los electrodomésticos que vió y cargar la ropa que había en bolsos, hasta las medias y los calzoncillos. Le gatilló una vez pero no salió el tiro, relató. Le pedía más, lo insultaba. Le dio un culatazo en la cabeza. Luego lo obligó a llevar sus cosas hasta el Corsa, la víctima debió hacer varios viajes. Cuando finalmente pensó que la pesadilla terminaba e intentó cerrar el portón el ladrón volvió.

El Corsa no arrancaba. Lo amenazó con el arma para que empujara el auto. Como no pudo hacerlo funcionar usó la pistola para que Esteban se suba a su auto y le dé un aventón. Finalmente el auto arrancó. Le sacó las llaves del Toyota y se fue. Esteban ingresó a la casa y activó la alarma. La Policía no tardó en llegar. Los viajes hasta el auto para llevar sus pertenencias le sirvieron a la víctima para memorizar la patente, el color y el modelo del auto. Dio los datos y la descripción del dúo.

Un móvil policial encontró a dos hombres con las características de los ladrones caminando a un kilómetro de la casa robada. Los pararon. Ambos contestaban con evasivas, uno dijo que volvían de la casa de la abuela pero dio una dirección inexistente y el otro tenía las llaves y la documentación de un Corsa. Los subieron al auto policial. Allí hubo pelea entre ellos. Gritos y culpas: “ya perdimos, ya perdimos”, decía uno de ellos. Los policías contaron que tenían aliento etílico. La condición de ambos fue confirmada por los médicos que los vieron un rato después de la detención, aunque no permitieron un test de alcoholemia. Otro móvil encontró el auto. En su interior había un arma y los objetos robados. La víctima los identificó en rueda de personas. Dijo que Yñiguez era el conductor del Corsa. El mismo que se bajó armado, ingresó a la casa y lo amenazó de muerte.

Durante el juicio oral, al que llegó solo Héctor Yñiguez, la fiscal Georgina Pairola y Fernando Dalmau pidieron 12 años de prisión mientras que las defensoras oficiales Alejandra Paolini y Silvana Lamas batallaron por mermar la responsabilidad de su cliente. Estaba alcoholizado y lo plantearon como un atenuante mientras que Yñiguez dijo que no recordaba nada de lo sucedido aquella noche.

Luego de varias jornadas de debate, el tribunal condenó al mecánico. Cometió el atraco en una zona de quintas, aprovechando la noche y la época invernal, dijo el Tribunal. En el lugar se encontraron 3 vainas servidas. Dos en la puerta y otra en un dormitorio de la casa.  Balazos que fueron disparados por el arma secuestrada en el Corsa, detalla el fallo.

La violencia empleada fue otro de los puntos que tuvo en cuenta el tribunal. En cuanto al atenuante que reclamó la defensa, los jueces dijeron que no se acreditó en el juicio un estado de intoxicación que haya incapacitado al acusado de comprender la criminalidad del hecho. Con estos argumentos condenaron a Héctor Ricardo Yniguez a 8 años y 6 meses de prisión por los delitos de robo calificado por el uso de arma y portación.