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Justicia

Condenan a barra de Central

Fabián Córdoba fue penado con doce años de cárcel por el asesinato de un joven en barrio Ludueña en 2011. El fallo pinta un contexto de violencia entre dos bandos del paravalanchas canalla, aunque el móvil del ataque no fue dilucidado.


Un barrabrava de Rosario Central fue condenado a doce años de prisión por un asesinato ocurrido en diciembre de 2011 en barrio Ludueña. Para la jueza de Sentencia Marisol Usandizaga, Fabián Córdoba, de 45 años y quien fue detenido el año pasado a bordo de un micro de Central que se aprestaba a partir a un partido en Misiones, fue quien asesinó a tiros con una pistola calibre 22 a Ezequiel Alarcón, aunque el móvil del ataque no quedó claro. Por dichos de testigos, la víctima ya había sido baleada en una pierna meses antes por un hijo del ahora condenado, Damián, apodado Tacuara, quien a la vez fue penado hace diez días en el marco del primer juicio por homicidio del nuevo sistema penal.

Según instruyó la jueza Mónica Lamperti, aquella tarde del 10 de diciembre de 2011 la víctima, Ezequiel Alarcón, acababa de dormir la siesta en casa de sus padres, en Urquiza al 5300 (casi Matienzo), y salió en moto. De acuerdo con el testimonio de numerosos testigos, en un rodado similar pasaron por allí Fabián Córdoba, de 45 años, quien iba como acompañante de su hijo Guillermo, el que según estos dichos también iba armado.

De igual modo, vecinos ubicaron en la escena del crimen a un hermano mellizo de Guillermo, Damián (alias Tacuara), ambos de 25 años. De acuerdo con el fallo firmado por la jueza de Sentencia 8ª Marisol Usandizaga, no surge de la investigación que los hijos de Fabián Córdoba hayan disparado.

Cuando las motos se cruzaron, diversos testigos dijeron que Córdoba padre, quien iba con el torso desnudo y vestía un pantaloncito de Central ya que llevaba la remera del mismo club al hombro, comenzó a disparar, y que la víctima cayó al suelo. El tirador se acercó y continuó gatillando –fueron incautadas cinco vainas servidas–, mientras su acompañante le decía: “Matalo, matalo”. Luego subió a la moto donde lo esperaba su hijo y escaparon. La víctima fue trasladada por su hermano Gastón al Heca, donde falleció el 16 de diciembre a raíz de que el disparo le provocó pérdida de masa encefálica. Según dijo el padre de Alarcón, mientras estaba internado pasaron dos barrabravas de Central por el hospital para preguntar si seguía vivo, lo que dio lugar a un incidente con amigos del joven agonizante.

Un ataque anterior

El fallo consigna el relato de familiares de la víctima acerca de que Alarcón había sido baleado en una pierna el 18 de agosto del mismo año por Tacuara, aunque nunca había hecho la denuncia. Según una versión, porque los cuñados de la novia de la víctima, Rosa P., tenían problemas con los Córdoba. Otra especie dice que en realidad fue porque Alarcón había mirado de mal modo a Tacuara cuando éste pasó por la puerta de su casa, en Felipe Moré y Urquiza. Sólo tres cuadras separan las viviendas de víctima y victimario.

Córdoba padre fue detenido el 27 de octubre de 2013, tras un sinnúmero de procedimientos para dar con su paradero, dejó asentado la magistrada de Sentencia, quien añadió: “Las circunstancias que rodearon esta aprehensión dan cuenta de la facilidad e impunidad con la que se movía esta persona, ya que fue encontrado en un colectivo de larga distancia, contratado para ir a ver al club Rosario Central a la provincia de Misiones”.

Al ser indagado, Fabián Córdoba argumentó que la novia de la víctima y uno de sus cuñados lo querían engarronar porque él había tenido una relación con Rosa P., la que se había cortado, con lo cual dejó de pasarle dinero. Y sostuvo que el día del homicidio había comido un asado con mucha gente en el Caribe Canalla y que luego se fue a su trabajo en un bar de Urquiza casi Corrientes. Sin embargo, la jueza de Sentencia señaló que esos testigos fueron presentados mucho después del homicidio (50 días después de una ampliación de indagatoria contra el imputado) e interpretó como coincidentes los dichos de quienes aseguraron haber visto la ejecución.

Por el crimen de Alarcón, la jueza Usandizaga condenó a Fabián Córdoba a doce años de prisión por homicidio agravado y portación de arma de fuego. Por el caso, Tacuara había sido sobreseído.

La barra

Un familiar de Alarcón relató que mucha gente “vio lo que pasó pero tienen miedo, ya que esta gente es barrabrava de Central y andan en la mafia de la droga”. La pareja de la víctima relató que uno de sus cuñados es Elbio Molaro, alias Cato, otro integrante de la pesada de Central, pero aclaró que Ezequiel Alarcón nada tenía que ver con él. Molaro estuvo preso acusado de asesinar de un puntazo a otro barra en la previa de un clásico, en 2009, aunque luego se determinó que la víctima había muerto luego de ingerir cocaína mientras estaba internada.

En este contexto, Tacuara Córdoba se presentó en Tribunales en febrero de 2010 afirmando que había sido el autor de los tiros que hirieron unos días antes a Mauro Molaro, hijo de Cato, enfrentado con el sector predominante de la barra de Central. Damián dijo que había querido amedrentar a Mauro con tiros al suelo. Por esta tentativa de homicidio había sido acusado el líder de la barra, Andrés “Pillín” Bracamonte, quien a partir de la providencial aparición de Tacuara vio aliviarse su situación procesal.

Tacuara

Damián Córdoba fue condenado el 12 de noviembre pasado a 7 años y medio de prisión por homicidio culposo e intento de asesinato en el marco de un juicio oral por el crimen de Beatriz Heredia, una mujer de 67 años que quedó en medio de un tiroteo el 11 de febrero pasado en Tucumán al 5300, también en barrio Ludueña, y recibió un plomo fatal en la cara. Pese a que estaba inicialmente acusado de homicidio simple agravado, los jueces Carlos Leiva, Alejandro Negroni y José Luis Suárez resolvieron penarlo bajo una figura más leve, en coincidencia con lo pedido por la defensa.

Según el fallo, quedó probado que Tacuara Córdoba frenó su auto en la esquina de Camilo Aldao y Tucumán, se bajó y comenzó a gatillar un arma de fuego calibre 22 contra la vivienda de Andrés G., con quien tenía problemas de vieja data. El vecino de Beatriz Heredia respondió la balacera con una pistola calibre 9 milímetros. Uno de esos proyectiles ingresó por la ceja izquierda de Córdoba, recorrió el cráneo superficialmente y salió a la altura del cuello. Igual, tras correr unos metros, Córdoba abrió fuego de nuevo al verse cercado por su viejo rival. En ese intercambio de plomos la mujer recibió el tiro fatal.

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