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Informe Especial

Un rosarino en la F1: con acento bien de acá

Víctor Seara es periodista y rosarino. Hoy es una de las voces distinguidas que tiene el canal F1 LatinAmérica.


Se fue hace veinticinco años rumbo a España, donde construyó una sólida carrera como periodista, la cual lo ha tenido trabajando para el diario El Mundo y también en televisión, siendo la cara visible junto a Antonio Lobato de las transmisiones de los Grandes Premios; dando tantas vueltas al planeta suficientes como para perder la cuenta. Su rostro en Argentina se hizo más conocido al borde de la pista para Carburando, en 2001 y 2002, cuando el canal PSN tenía los derechos en exclusiva de las carreras. Antes de eso, ya había acumulado experiencia en radio para Campeones; también para la revista Corsa y F1 Racing edición latinoamericana, con un paso fugaz por el diario La Razón. Pero su vida le tenía esperando más éxitos. Entre ellos, un libro sobre Fernando Alonso que causó un impacto asombroso en toda España. Allí cimentó las columnas de su vida, donde actualmente reparte sus días entre su residencia en Valencia (donde además tiene su propio kartódromo) y Barcelona. Aunque también, cuando el calendario se pone de su lado, suele darse una vuelta por Buenos Aires para visitar a su amigo Andrés Perco; y por Rosario, que junto a la costa del Mediterráneo son sus lugares preferidos en el mundo.

“Rosario es la ciudad donde nací y viví los primeros 23 años de mi vida. La llevo en el corazón”, confiesa. Su sentido de pertenencia es tan  grande que cierta vez conversando con el mismísimo Bernie Ecclestone, dueño del circo de la F1, le sugirió que tuviera en cuenta a Rosario si alguna vez se volvía a disputar un Gran Premio en Argentina. Tal ocurrencia bien pudo haber sido una remake de esa película de fines de los 40, cuando la ciudad recibió a las máquinas de Fórmula 1 en el circuito del Parque Independencia, en lo que se llamó “La Temporada”.

Pero su amor por la categoría máxima, lógicamente, llegó después: “Tenía siete años y vi el abandono de Carlos Reutemann en Buenos Aires. Era el año 1974. Me quedé embobado delante del televisor y desde allí empecé a seguir la categoría. Mis padres me llevaron a mi primer Gran Premio con 8 años, en enero del siguiente año. Jamás me olvidaré de ese fin de semana. Luego ‘había’ que seguir yendo. Y el fenómeno Reutemann llegó a la par de ello. Tuve la suerte de tener a mis tíos de Buenos Aires que vivían frente al autódromo. Cuando llegaba diciembre, pasábamos las fiestas en Rosario y después… al primer Gran Premio del año que se corría en enero”.

—¿Cómo nace tu interés por el periodismo?

—Mis padres siempre me llevaron a ver carreras: desde competencias de karting en el Estadio Municipal, hasta muchísimas otras de Limitada Santafesina, siempre alrededor de Rosario o viajando un poco los domingos. Y como nunca pude ser piloto, sabía que la alternativa del periodismo era fundamental para estar en contacto con al automovilismo. La verdad es que siempre me gustó la idea de dedicarme al periodismo deportivo.

—¿Cómo fue comenzar una nueva vida en España?

—Los primeros tiempos fueron divertidos, pero en televisión recién trabajé en 2004, cuando el fenómeno Alonso explotó. Por ese entonces, yo ya trabajaba para varios medios. Me había preparado para ese momento. Lo que pasó a partir de allí fue extraordinario y siempre me sentí muy bien tratado. Cuando Antonio Lobato me llamó para trabajar con él, yo era quien tenía experiencia en F1. El fenómeno de Alonso junto a la televisión en España fue algo que hasta hoy nos sorprende. Años muy lindos, inolvidables. Una de las mejores experiencias de mi vida a todos los niveles.

En 2005 se publicó: “Fernando Alonso, una estrella en el mundo de la Fórmula 1”, un libro que se remonta a los inicios del propio piloto. “Fue por encargo”, dice. “Era la primera vez que me contrataban para escribir un libro y fue muy gratificante. Eso conllevó que desde el 2005 hasta 2010 fuera el asesor de prensa personal de Alonso, a quien conozco mucho, incluso desde antes de que ingresara a la Fórmula 1”, confiesa.

—Previamente habías recogido muy buenas críticas en Italia, con otro libro…

—Sí, sobre Michael Schumacher y sus días en Ferrari, escrito íntegramente en italiano. Fue una obra muy costosa pero que me dio mucho prestigio, sobre todo en Italia. Lo presentamos en Imola, unos días antes del décimo aniversario de la muerte de Ayrton Senna.

Actualmente, es una de las voces de lujo con las que cuenta el canal F1 LatinAmérica (canal 630 DirectTV y 108 Cablevisión). Se lo puede ver en tres programas: Directo Fórmula con la previa y el post de las transmisiones junto a Nira Juanco. También en Warm UP, con otras figuras del automovilismo, como el ex piloto Pedro de la Rosa; y también del periodismo, como Diego Mejía y Albert Fábrega. El nuevo canal, con sede en Barcelona, le abrió una oportunidad de trabajar en la F1, esta vez, desde estudios.

“Siempre había hecho exteriores, y esto es otra cosa”, dice. Además conduce Carreras de Leyenda, un programa del que dice “disfrutar mucho”, que revive competencias de épocas pasadas para el deleite de los fanáticos de antes, y también de los más jóvenes, que jamás pudieron ver esas imágenes sin recortes.

Sobre la Fórmula 1 actual no se muestra preocupado por su futuro: “Sólo me preocupa que los nuevos dueños estadounidenses, que nunca han estado muy cerca, entiendan bien de que va todo esto”, explica. Sobre la aparición de Max Verstappen coincide con que es la figura que la F1 necesitaba. “Incluso necesitaría varios Verstappen. Aunque no iguales; cada uno con sus características”. Y atento a la definición que se acerca el próximo domingo en Abu Dhabi entre Rosberg y Hamilton, no titubea: “Si Rosberg juega a la defensiva como en las últimas tres carreras se le puede complicar mucho. Para quedarse tranquilo, lo mejor será que ataque… pero no lo veo en ese rol. Igualmente, sea quien sea el campeón, será un campeón justo”, finaliza.

Son las últimas palabras de una persona que cultiva una pasión auténtica por este deporte. Pertenecen, en esencia, al niño de barrio Azcuénaga, el mismo que esperaba ansioso a que llegaran los domingos para ver las carreras. Son los últimos pensamientos compartidos por este hombre que ya hace tiempo perdió la cuenta de los más de 250 Grandes Premio que vivió desde adentro. Es Víctor Seara, quien todavía descree de tantas presencias, e incluso, de haber conocido todo lo que conoció por el mundo. “Pero así fue”, confiesa después, ya más convencido. Con la tranquilidad de alguien que fue capaz de atrapar su sueño. De alguien que, interiormente, se sabe profundamente realizado.

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