Ciudad

De base pero no básica

Chagas: investigadores de Rosario hacen frente al mal olvidado

En el Instituto de Biología Celular y Molecular de Rosario (IBR) avanzan en estrategias para atacar el parásito transmisor


Hay más de un millón y medio de argentinos que tienen Mal de Chagas, el 4 por ciento de la población. El responsable tiene nombre y apellido: trypanosoma cruzis. Es un parásito hábil. Supo llegar hasta el estómago de un insecto como la vinchuca y saltar al torrente sanguíneo de distintos mamíferos, entre ellos el humano, y comerlos desde adentro. En muchos casos lo logra sin levantar alarmas en los sistemas inmunológicos. A casi un siglo de ser descubierta la enfermedad, los disfraces de cruzi continúan desconcertando a la comunidad científica.

No hay una vacuna contra el parásito y los medicamentos para administrar a infectados tampoco sirven en todos los casos. La muerte, si bien no en forma directa, llega por el Chagas. La mayoría ocurren en los campos de América Latina, donde las paredes de adobe y la falta de higiene llevó a la Organización Panamericana de la Salud a definirla como una enfermedad de la pobreza. Pero las migraciones internas e internacionales y el hecho de que pueda trasmitirse de madre a hijo durante el embarazo van en contra de esa clasificación. Es una endemia que no conoce de bolsillos. En lo que va del año, hubo 15 casos sospechosos de Chagas agudo congénito en Rosario. Ninguno fue confirmado.

Desde 2007 un grupo de investigadores en Rosario trata de conocer más el parásito cruzi. En particular, cómo crece y se mueve del vector –nombre técnico para el portador, la vinchuca– al humano, también llamado hospedador. El hallazgo más reciente de los científicos nucleados en el Instituto de Biología Celular y Molecular de Rosario (IBR) es que gran parte del transporte y la vida de cruzi depende de una hemoproteína. Estas moléculas están en el vector y el humano. Sin ellas el parásito no vive. Es su debilidad. Si se la sobreexpone a la hemoproteína muere. Aun sin ser probado por fuera de las placas de laboratorio, el nuevo descubrimiento en Rosario puede ayudar a futuro. Serán otros científicos quienes tomarán lo aprendido y lo apliquen a nuevos tratamientos preventivos o de curación.

“Si podemos interrumpir como el parásito toma el «hemo», podemos afectar el ciclo de vida. La sub o sobreexposición puede hacerlo pero tenemos que ver cómo hacerlo dentro del humano sin afectar el organismo hospedador”, explica en diálogo con El Ciudadano Julia Cricco, a cargo de la investigación.

Ocho años

Cricco trabaja para uno de los tres grupos de investigación dirigidos por Esteban Serra sobre el parásito que causa el Mal de Chagas-Mazza. Comparten herramientas de trabajo, como reactivos e incubadoras que están en un laboratorio debajo de la Facultad de Bioquímica de la UNR. En ese lugar nació la idea del IBR con el regreso de la democracia. Está entre cuatro manzanas que conectan con la facultades de Medicina, Odontología y también con el hospital Centenario. Permite a los investigadores hacer tareas de asistencia al centro de salud y dar clases. Lo eligen por sobre la nueva sede que tiene el IBR desde 2011 en el Centro Científico Tecnológico, a pasos de la Siberia. Ahí se ejecutan las demás líneas de investigación en plantas, peces y neurociencia.

Hace ocho años Cricco volvió al país luego de un posdoctorado en Estados Unidos. Con ganas de contribuir a un saber que ayude a mejorar la salud de la región, encaró al parásito cruzi. Juntó a tres becarios doctorales, otros seis estudiantes de biotecnología y se hizo preguntas. La principal era sobre el punto débil del parásito. Descubrió que no tiene vida libre. Toma del insecto y luego del mamífero una hemoproteína para sobrevivir. Se trata de un componente vital producido por ambos, pero regulado. En exceso le es tóxico. Un ejemplo en humanos son las enfermedades porfirias reconocibles por sufrir fotosensibilidad. A mucha exposición peor la enfermedad. La hemoproteína no es desconocida para los humanos. Forma parte la hemoglobina, lo que da el color a la sangre.

La investigadora del IBR entendió que el parásito cruzi necesita la hemoproteína y no la producía como el humano. Se la quita. La pregunta que surgió fue: ¿Cómo sabe el parásito cuánto tomar para no intoxicarse? Y más importante: ¿Qué tratamiento puede intoxicarlo sin afectar al humano? Estas preguntas son parte de la investigación continua de Cricco. Las respuestas se acumulan ensayo a ensayo todavía en fase de laboratorio y en método in vitro, esto es, todavía no probadas en mamíferos. Es una investigación de base o básica.

La aplicación de lo logrado por Cricco queda a otros profesionales, como biólogos estructurales o farmacólogos que trabajan en la ciudad y otros puntos del mundo. Ellos diseñarán tratamientos preventivos, como vacunas, o medicamentos para los infectados.

Primero harán pruebas en roedores, por ejemplo. “Tendríamos que generar algo que inhiba el transporte cuando llega al mamífero pero que no compita con la vida del organismo del hospedador. Es complejo porque no tenemos que interferir con las células del cuerpo humano respecto de las hemoproteínas”, advierte Cricco.

Los hallazgos de los rosarinos aportarán a lo ya comprobado el medicamento Benznidazol para tratar el Chagas y que se produce en la Argentina desde 2012. Cricco sabe que la aplicación en nuevos tratamientos puede no ser inmediata pero confía en los profesionales de la región. “Es importante generar colaboraciones con otros especialistas (bioquímicos, químicos estructurales, farmacólogos, entre otros) para ver cómo diseñar una estrategia e implementación en salud. En Rosario hay buenos profesionales dentro y fuera del IBR”, explica. A más de un siglo de haber sido descubierto el mal la mujer deja abierta la puerta a la esperanza.

Escondido para que no se acuerden

El Mal de Chagas-Mazza puede o no presentar síntomas. Con el paso de los años afecta al corazón y en menor medida a los sistemas digestivo y nervioso provocando distintos grados de invalidez e incluso la muerte. Se detecta a través de un análisis de sangre. Para las embarazadas es fundamental, ya que los bebés que contraigan Chagas en el embarazo o parto pueden curarse si son diagnosticados y tratados a tiempo. La enfermedad es causada por un parásito que puede vivir en la sangre y tejidos de personas y animales y en el tubo digestivo de insectos como la vinchuca o chinches. Estos bichos, conocidos en la jerga epidemiológica como vectores, viven en casas, gallineros, corrales y depósitos, por lo que se recomienda extremar la higiene de hogares y lugares de trabajo. Durante el día se esconden en paredes, techo, colchones. De noche salen a alimentarse. Transmiten el Chagas porque, mientras pican, los insectos defecan. Cuando la persona se rasca, arrastra parásitos de la materia fecal y los introduce en su cuerpo.

A 2014 las vinchucas ocasionaban unos 28 mil casos nuevos de Chagas por año, según estadísticas de la Organización Mundial de Salud (OMS), que tiene catalogada la enfermedad entre las 13 tropicales “más olvidadas del mundo”.

Latente

Según cifras oficiales del Programa Nacional de Chagas, unas 300 mil personas sufren afecciones cardíacas asociadas con Chagas. Tres de cada 10 personas infectadas desarrollan la enfermedad en algún momento de su vida. En Latinoamérica hay unos 10 millones de personas con Chagas. En el país es endémico Chaco, Catamarca, Formosa, Santiago del Estero, San Juan y Mendoza.

En su día

Hoy se cumplen 129 años del nacimiento del médico y farmacéutico Bernardo Houssay. En homenaje al primer premio Nobel argentino y de Latinoamérica –recibió el reconocimiento de Ciencias en 1947– y creador del Conicet se conmemora el Día del Investigador Científico en la Argentina. El reconocimiento alcanza a quienes investigan sobre la enfermedad que a su vez se conoce con los apellidos de las dos personas que más la investigaron, el brasileño Carlos Chagas, cuyo trabajo de campo en Minas Gerais le permitió describir por primera vez la enfermedad en 1909 y el argentino Salvador Mazza, quien en la década de 1930 confirmó los insectos vectores, los hospedantes, la epidemiología. Sus esfuerzos están retratados en la película Casas de Fuego de 1995.

Comentarios