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Reflexiones

Capitanich festejó sus 200 rondas mañaneras

Jorge Capitanich destacó el lunes último que la rueda de prensa que hizo era la número 200.


Jorge Capitanich destacó el lunes último que la rueda de prensa que hizo era la número 200. Esta rutina la cumple desde que asumió la Jefatura de Gabinete en la sala de conferencias de la Casa de Gobierno, a una hora inmisericorde para periodistas: antes de las 8 AM. En algunas oportunidades, ha cambiado de sede al aeroparque, cuando debía viajar.

Los cronistas destacados en Casa de Gobierno suelen acudir porque las conferencias de prensa son el alimento de los medios audiovisuales, que necesitan ese producto que es la voz y la imagen del protagonista. Los periodistas de prensa gráfica suelen esperar la transcripción del diálogo de Capitanich que suele distribuir prensa de Presidencia a través de un mail que llega a centenares de destinatarios.

El contenido de esas charlas intenta ganar la delantera de la información, algo que les conviene a los gobiernos y para lo que tienen un producto único que es la información que producen las áreas de Gobierno.

La oficina de Capitanich recibe todas las mañanas informes de los ministerios con datos para comunicar. A eso, el funcionario le suele agregar un comentario de las noticias de los diarios del día que pueden beneficiar la tarea de instalar la agenda pública. También suele responder críticas de dirigentes de la oposición y de los medios. Para eso le sirve el monólogo inicial de su intervención, al que siguen preguntas de los cronistas sobre lo que él dice o sobre noticias sobre las que piden un comentario o una ampliación.

Esas preguntas no suelen ser agresivas, pese a que con frecuencia las afirmaciones de Capitanich sobre asuntos o personas son vehementes y buscan abrir polémicas que ese auditorio de madrugada no suele recoger. Las ruedas de prensa tienen el valor de brindar la voz viva del protagonista, pero tienen la limitación de que las controla ese protagonista, que lleva el diálogo adonde quiere y, si el clima no lo beneficia, corta el diálogo y se retira.

Quién lleva el control

Eso impone el clima de las ruedas de prensa, en las que los cronistas ruegan al cielo que sean largas y que el entrevistado no se enoje y se vaya. En ese tipo de mediación informativa, quien agradece es el periodista y no el entrevistado.

Eso condiciona el valor del producto de la rueda de prensa, un género sobrevaluado en la profesión. El periodismo suele preferir otro tipo de mediación, como es la consulta a solas con el gestor público. El valor de una información está en relación indirecta con la cantidad de personas que acceden a él.

Si alguien habla ante cientos, eso se reproduce y termina perdiendo valor para el profesional, más allá del interés que tenga la información.

En la consulta personal, el periodista es quien puede pelear el control de la relación y de la información. Es el riesgo que tiene para el protagonista el llamado “off the record” (información que puede usarse sin citar la fuente). Es el recurso más habitual en la mediación periodística y produce los resultados más fecundos. Le permite al periodista entrar en el debate de las medidas de gobierno antes de la decisión y publicación. Es el vehículo para que el público se entere de lo que los gobiernos piensan hacer antes de que lo hagan, y la oportunidad para intervenir en la decisión.

Los funcionarios suelen usarlo para lanzar globos de prueba y hacer un test en la opinión sobre las consecuencias de un proyecto aún no decidido. Es la manera, además, que tienen para controlar su rol en el cuento periodístico, en el cual quien proporciona la información es quien la domina.

Néstor y su orden

Eso es lo que quiso interceptar Néstor Kirchner en 2003, cuando asumió la presidencia y ordenó que ninguno de sus funcionarios mantenga diálogos off the record con periodistas, decisión que hizo pública entonces Oscar Parrilli. Claro que eso nunca se cumplió, y a los funcionarios, como siempre, hubo que pegarles para que hablasen y después pegarles para que se callasen.

Corach, el pionero

Entre aquella prohibición y las 200 conferencias de Capitanich ha corrido más de una década de administraciones kirchneristas. El lunes, Capitanich les agradeció la paciencia a los asistentes de sus ruedas “por la deferencia de compartir cada mañana”.

“Sé que he sido –agregó– objeto de bromas, de descalificaciones, de injurias por parte de muchos periodistas y analistas. Pero nos parece muy importante en democracia poder tener un canal de información prudente, claro, transparente, y la verdad es que con mucha franqueza hemos hablado de cada uno de los temas”. En esa puja, parece ganarles Capitanich a sus imitadores, al menos por cansancio, porque no prosperaron y él ha llegado a las 200. Es la cantidad que festejó Alfredo Atanasoff, jefe de Gabinete de Eduardo Duhalde, en marzo de 2003, poco antes que terminase esa administración interina. Los dos, desde ya, lejísimos de las 1.800 que llegó a dar Carlos Corach, inventor de este sistema, entre 1995 y 1999, que ejerció bajo viento y marea en el zaguán de su casa. Por eso tiene la marca registrada del producto que este lunes celebró Capitanich.

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