Espectáculos

Canción y electrónica, pura sinergia

Un teatro El Círculo completo recibió al cantautor uruguayo Jorge Drexler, que dio aroma musical a “Perfume”, su nuevo show en el que actúa junto a su compatriota Luciano Supervielle y desde donde brillaron sus temas en un contexto dado por el scracht y los pasajes electrónicos.


Un teatro El Círculo completo recibió el 25 de mayo al cantautor uruguayo Jorge Drexler que, dijo apenas pisó el escenario, en Rosario tiene un público tan fiel como el de Montevideo. “Perfume” se llama el espectáculo que Drexler está haciendo girar por varias ciudades latinoamericanas junto al compositor y tecladista Luciano Supervielle, factótum orquestal de Bajofondo, la formación creada por Gustavo Santaolalla, en el que interpreta un repertorio compuesto por canciones de todas las épocas, varias compuestas junto a Supervielle, o arregladas por este último. Un bajista y programador barcelonés fue el tercer integrante para un concierto de corte electroacústico encarnado en teclados, guitarra y el universo envolvente del scratch. Una tela iluminada con dos conos invertidos semejaba un reloj de arena sobre el fondo del escenario, cambiando de color con cada canción. Drexler halagó a su iluminador y puestista y dijo que era lo más adecuado cuando cantó “730 días”, que menta un amor que sólo duró dos años, es decir, la cifra en días que da título al tema.

Drexler dio el puntapié inicial con una aggiornada versión de “Polvo de estrellas”, tema del primitivo disco “Eco”, en la que la magia de los efectos de loop otorgó una intrigante cadencia que sobreimprimió la guitarra de Drexler. Hay que decirlo, Drexler goza de la simpatía del público, un público que parecer conocer todas y cada de sus canciones, y él lo hacer saber señalando que esta ciudad es una de sus preferidas a la hora de tocar; Drexler tuvo un coro de vo-ces y palmas y chasquidos para los temas más acústicos que no muchos músicos pueden exhibir. Algunos de los momentos más intensos y lúdicos, si eso puede decirse de un concierto que lució esa impronta sin resquicios, fue cuando interpretó “Tamborilero”, en el que mechó fragmentos de temas del magnífico cantautor uruguayo ya desaparecido Eduardo Mateo, al que dijo reverenciar al igual que Supervielle; también habría lugar para un tema a solo teclado a cargo del integrante de Bajofondo, compuesto en honor al escritor uruguayo Felisberto Hernández, una sentida como exigua melodía de tono clásico.

El nombre del show, “Perfume” tuvo su lugar en la voz de Drexler y en los elaborados arreglos de Supervielle, que sin apartarlo de la huella tanguera, lo hizo planear por aires electrónicos con el scracht palpitando la emoción que embargó a Drexler durante todo el concierto. El uruguayo aclaró que su voz distaba mucho de la de Adriana Varela, que lo interpretó por primera vez. Como en una segunda parte del show, y ya pasada la primera hora, Drexler le dio respiro a sus acompañantes y se sentó muy cerca de la primera fila de la platea para un set de temas acústicos, aunque Supervielle demoró un poco más en marcharse y le dio sutil contexto de piano al bellísimo tema de su compatriota Fernando Cabrera “El tiempo está después”, que rememora las calles del barrio montevideano de Belvedere; a esta altura, la gente, sus seguidores, estaban entregados y la versión de “Sea” tuvo al teatro entero en se-gundas voces. Un poco después y explicando que había estado ensayando durante la tarde en el hotel y con la partitura en el suelo, a sus pies, hizo una vistosa versión de “Parte del aire” que, aclaró, todavía le falta mucho para darle el vuelo que le dio su autor, Fito Páez. A tono con ese inédito equilibrio entre la pura canción y la tecnología aplicada a esa música, la sinergia entre ambos funcionó como un malabar entre pares, con Drexler dialogando con la desmesura de los arreglos de Supervielle, o con sus improvisaciones.

Habría también lugar para temas de linaje folclórico, como el melodioso “No me olvides”, que dedicó a su amigo Coki Debernardis, “un folclorista de pura cepa”, como lo nombró, y que en ese momento andaba por ahí, entre el público. En varias ocasiones, Drexler elogió a su compañero de ruta en esta gira diciendo que era un sensacional tecladista y un genio para los arreglos y así lo presentó cuando Supervielle cantó el único tema de la noche, de su autoría, y titulado “Adonde van los pájaros”, una canción de acordes muy climáticos y una letra entre nostálgica y onírica. “Este es un concierto con entradas inusuales o no previstas”, dijo Drexler antes de emprenderla con “Pulsar”, el enfático tema de Gustavo Cerati, al que Supervielle vistió con potencia y ritmo; lo mismo pasaría un poco después con otro tema en la que la voz de Anita Tijoux, la cantante franco chilena, pondría una encendida cuota rapera. Y ahí cerca ya estaba el final del concierto, en el que un exultante Drexler pidió a “su” público pararse y mover su esqueleto para despedirse a ritmo de cumbia electrónica, gesto y llamada que contó con un entusiasta cultor, Supervielle, que puso compases y coloratura de alto nivel a la coreografía conjunta de artista y público y tiñó de pulso popular al gran teatro rosarino. Un cierre a tono para un concierto que, para cada uno de los presentes, fue casi una experiencia íntima.

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