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Reflexiones

Caída del PBI: clave para estrategia oficial

El juez de Nueva York tensa la cuerda, pero no hay riesgo de un paralelo con 2001.


Los analistas políticos siempre advierten que las crisis escalan por errores de cálculo. Éste parece ser el escenario actual de la batalla contra los fondos buitre. El equipo económico nunca estuvo convencido de negociar, porque los buitres no aceptaban ninguna quita, lo que llevó el juego al filo de la navaja. Existe cierto consenso de que un default ahora no sería igual al de 2001, aunque sí sería una mala noticia y una mayor caída del nivel de actividad. Sin embargo, distintas estimaciones calculan que el costo de un default sería algo más de un punto del PBI. Si esto fuera así, y la presidenta Cristina de Kirchner lo cree, podría inclinarse finalmente a no pactar con los buitres. Sólo en el caso de que el costo de un default le haga sentir al gobierno la misma sensación que vivió en enero pasado, de la cercanía a un escenario como el de 2001, ahí se acelerarían las negociaciones para cerrar el entuerto buitre.

Como están las cosas hoy, los analistas estiman una caída del PBI de entre un 1,5 y un 2,5 por ciento este año contemplando un escenario de negociación exitosa en Nueva York. En caso de que se caiga en un nuevo default, se estima una caída adicional del PBI de un 1,5 por ciento. Para tener en cuenta un escenario como el de 2001, el Estudio Broda realizó una simulación que replica la caída del PBI de ese año en el tercer y cuarto trimestre de 2014, lo que determina una baja del 4,7 por ciento del PBI en el año.

Cabe recordar que en 2001 se dio simultáneamente un default y una maxi-devaluación.

En la actualidad, si la negociación fracasara, primero se caería sólo en default. Si después devaluaran, el sistema financiero hoy no tiene el descalce de monedas ni la exposición crediticia al sector público que tenía en 2001, de modo que no debería registrarse un derrumbe del crédito como el que hubo en 2002.

Tampoco es dable esperar, como ocurrió en 2001-2002, una abrupta caída del nivel de actividad, porque hoy se dispone de una mayor cosecha y mejores precios. A lo que debe sumarse el hecho de que el gobierno no escatimará intensificar la política fiscal expansiva para atemperar la recesión, a lo que no pudo recurrir la administración de la Alianza ante la falta de financiamiento. Además, en el final del ciclo de Fernando de la Rúa la economía era netamente dependiente del crédito externo. En la actualidad, el gobierno kirchnerista se financia con reservas y emisión del Banco Central, mientras el sector privado casi no goza de financiamiento externo.

Con vistas a todo esto, el entrar en default hoy parecería no ser tan traumático como en 2001 para una economía que ya se acostumbró a vivir con lo propio, prácticamente sin crédito externo. Sin embargo, el Estudio Broda advierte que hay “trade-offs” ya que “para evitar una crisis de reservas que podría precipitar una crisis macro con desplome de la actividad, es probable que el gobierno intensifique el cepo y los controles a las importaciones, lo que tendría efectos recesivos”.

La economía no crece, pero está en un alto nivel de consumo y actividad por lo que una contracción se sentiría un poco menos que en 2001-2002. Pero es engañoso. No hay duda de que un default tendrá implicancias recesivas mayores que las esperadas.

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