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Reflexiones

Brasil: el enojo por Mundial acuna partido anti-Mercosur

Duro trance para Dilma, descontento alimenta el avance del relator Aécio Neves.


Brasilia. El hombre caminaba tranquilo en la amplitud de esa joya arquitectónica que es la Explanada de los Ministerios de Brasilia, fruto de Oscar Niemeyer. Llevaba una camiseta de la Argentina, una rareza a varios días del inicio del Mundial. “Hola, ¿argentino?”, se le pregunta. “No, brasileño enojado”, responde. “Con todo el robo que hubo con la excusa de la Copa, quiero que Brasil pierda en la primera ronda. O, mejor, que lo venza Argentina con gol de Messi en el último minuto en la final”.

Aunque exagerado, el hombre es un exponente de un sentimiento bastante extendido que seguramente quedará opacado en las próximas semanas de euforia futbolera pero que puede resurgir, peligrosamente, el 5 de octubre cuando haya que ir a votar. Y esto puede tener consecuencias importantes para la Argentina, cuando las encuestas sugieren, por primera vez en años, que la era del Partido de los Trabajadores no tiene continuidad asegurada, y quien acecha a la presidenta y candidata, Dilma Rousseff, es un postulante que hace campaña prometiendo jibarizar el Mercosur.

El candidato del Partido Social Demócrata de Brasil (PSBD, de centroderecha, nomenclaturas aparte) se llama Aécio Neves, el nieto del legendario Tancredo que viene subiendo perceptiblemente en los sondeos. En el tema sensible de la integración regional, el hombre pulsa la misma cuerda que la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (Fiesp), lo más poderoso del empresariado local, tanto que se siente capaz de firmar acuerdos de apertura de mercados con Estados Unidos y otros países y bloques ricos, para lo cual un Mercosur como el actual, “demasiado proteccionista”, le resulta más un lastre que una oportunidad.

“El Mercosur es una cosa anacrónica que no está sirviendo a ningún interés de los brasileños”, dijo, lapidario, hace poco en Porto Alegre. Su receta: que el bloque deje de ser una unión aduanera y que retroceda al nivel de un acuerdo de libre comercio. Pero si cada país puede otorgar preferencias arancelarias a quien quiera, ¿qué objeto tendría el Mercosur? La producción argentina que hoy se dirige a Brasil podría verse desplazada en buena medida por la de competidores más eficientes.

Dilma aún puntea en las encuestas, pero Neves se acerca y podría trabar alianzas clave para una segunda vuelta considerada cada vez más una certeza. Según el último sondeo de Datafolha, la presidenta tiene una intención de voto del 37 por ciento pero el socialdemócrata avanzó a un 20 y el tercero en liza, Eduardo Campos, posible socio de éste desde el Partido Socialista Brasileño (PSB), a un 11. Ya nada parece seguro.

¿Cómo es posible esa amenaza a la continuidad de una era política que produjo la inclusión de millones de personas, que acuñó y en buena medida cumplió con el eslogan del “hambre cero”, que generó una nueva clase media baja, que instaló al país como una potencia emergente? Los años de Dilma fueron de poco más que de estancamiento, así que todo eso quedó atribuido en el imaginario popular a Luiz Inácio Lula da Silva… con el aporte de los mejores publicistas del mundo.

En los años de Rousseff, Brasil recayó en la vieja maldición del “crecimiento de vuelo de gallina”, cortito, con problemas fiscales y agujeros graves nunca reparados en el sistema previsional. Ese contexto de debilidad económica, con un crecimiento de apenas el 0,2 por ciento en el primer trimestre de este año, y con una inflación del 6,5 que, aunque envidiable para Argentina, resulta elevada aquí, es la gran amenaza para la presidenta. Por todo esto el derroche mundialista irrita a en el país del fútbol.

Belleza particular en la de por sí llamativa Brasilia, el estadio Mané Garrincha es el más caro de la Copa. El problema es que, haciendo honor a su nombre, gambeteó todos los controles financieros y pasó de un presupuesto calculado de 700 millones de reales en 2010 a un costo final de 1.400 millones: ¡585 millones de dólares por una cancha! Se sabe que los “atrasos” en las obras con fecha de entrega estricta son los bocados más codiciados por contratistas y burócratas varios cuando el reloj apremia. No por nada el Tribunal de Cuentas del Distrito Federal constató indicios de sobrefacturación por 180 millones de dólares.

El estadio, además, no tiene usuarios futuros claros. ¿Conciertos y grandes eventos? Seguramente. Pero de fútbol, poco. A no ser que gigantes nacionales como Flamengo acepten regresar a esta ciudad poblada tanto por locales como por inmigrantes internos, corre el riesgo de quedar como un “elefante blanco” de los tres equipos locales: el Brasilia Futebol Clube milita en tercera división. Los otros, Gama y Brasiliense, en cuarta.

La fiesta de un mes le insumirá a Brasil la friolera de 11.000 millones de dólares, un disparate para muchos, por más que deje mejoras en infraestructura, las que en muchos casos aún no se ven, como en el caótico aeropuerto paulistano de Guarulhos, que tendrá un rol clave en el movimiento interno de los turistas que están por llegar.

En junio pasado se produjeron manifestaciones masivas contra esas desmesuras, pero la muerte en febrero del camarógrafo Santiago Andrade, en Río de Janeiro, mermó el respaldo al movimiento, mayormente pacífico y usufructuado luego por los violentos “black blocs” anarquistas.

Pero la molestia persiste; acaso 12 años de gestión petista ya sean demasiados para muchos, sobre todo en la clase media, más numerosa que entonces y deseosa de más que “arroz e feijão”. El propio Marx dice desde la biblioteca a sus acólitos del PT que toda era gesta en su interior las semillas de su propia destrucción: ¿tendrá el oficialismo la receta para responder a las demandas de segunda generación que su propio éxito supo generar?

Aécio Neves está convencido de que no será así, y que para capitalizar ese estado de ánimo en su provecho cuenta con muchas herramientas.

Por un lado, el candidato “anti unión aduanera” crece sostenidamente y se instaló con firmeza en el segundo lugar, en zona de ascenso al balotaje. Segundo, no deja de tirarle centros precisos a un Campos de ideología maleable como casi toda la socialdemocracia. Y éste se muestra como un cabeceador goloso. Tercero, la caída reciente de Dilma en las encuestas llena de dudas a los aliados menores de la “base aliada”, con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en primer lugar. Que esta potente máquina política preideológica, pero de vocación conservadora, juegue de verdad a favor de Rousseff en sus estados o haga un simulacro de ello determinará en gran medida el resultado del partido.

Cuarto, sumando su bastión de Minas Gerais, que gobernó y que le ganó fama de administrador eficiente, Aécio confía en sumar para el PSBD los dos distritos más grandes de Brasil. El otro es San Pablo.

Cuando José Serra perdió con Dilma en 2010, mucho (y malo) se dijo sobre la lealtad de Neves a su partido. El triunfo de la candidata de Lula en Minas no se habría debido entonces a que allí desarrolló ella el grueso de una carrera política relativamente gris sino, en verdad, a la “colaboración” de brazos caídos de un Aécio que ya entonces se rebelaba contra el eje paulista del PSDB. Ahora es él quien manda.

Dilma resiste y confía en que la economía mejore después del Mundial. Mientras, pelea puertas adentro contra los que siguen mirando las encuestas y especulando con el “Volta, Lula”. El ex presidente (¿contra su deseo?) ya dijo mil veces que no, aunque algunos lo imaginan jugando a perdedor para retornar, triunfal, en 2018, después de que el eficiente Aécio haga el ajuste que el PT no quiso, no pudo o no supo realizar.
Pero ésos son dibujos en mesas de arena. Y sólo en ellas ganan los que se imaginan que el poder se gana perdiendo.

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