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Sociedad

Belgrano, el hombre que se dejó llevar por su vocación

El autor plantea sus diferencias con el historiador Halperín Donghi, autor del polémico libro “El Enigma Belgrano”.


Hace pocas semanas apareció en las librerías el último libro del historiador Tulio Halperín Donghi El enigma Belgrano. El mismo fue acompañado por una pomposa puesta en escena de la revista “Noticias” en la que se adelantaba el descubrimiento del “Héroe que no fue”, aplastado por un tomate y decorado con los adjetivos “incompetente, fantasioso y egocéntrico”.

En las siguientes líneas intentaremos desentrañar el enigma que nos plantea Halperín, al mismo tiempo que indagaremos en las razones que llevan a la mencionada revista a atacar tan duramente a un prócer como Belgrano.

En cuanto al prestigioso autor, sin pretender ponernos a la altura de sus pergaminos, da la sensación de que el enigma le quedó sin descifrar y también de que él mismo colabora en generarlo.

Por supuesto que esperar una nueva biografía lineal sobre la vida del general Belgrano parece un tanto reiterativo (no obstante al día de hoy siguen escribiéndose). Sin embargo, que un libro de tan sólo 113 páginas dedicado a Belgrano (de las cuales 20 son de imágenes), recién comience a referirse directamente al mismo en la página 59, no deja de resultar llamativo. En efecto, gran parte de las páginas anteriores están dedicadas a las Memorias Póstumas del general José María Paz y su extraña y contradictoria influencia en la imagen generada de Belgrano como “hombre virtuoso y digno”. De todos modos, a pesar de la extraña influencia que afirma Halperín, lo cierto es que las Memorias Póstumas sólo son citadas en dos oportunidades a lo largo de su monografía. El resto de las primeras 60 páginas abunda en detalles referidos a la familia de Belgrano, a la relación entre su padre y su hermano Domingo, quienes se encargaban de contribuir a la prosperidad de la familia-empresa, tanto por medios comerciales como eclesiásticos (Domingo llegaría a ser Prior del Convento de Santo Domingo en Buenos Aires). Este tipo de familia habría sido la que luego criaría a un niño consentido y mimado al que se le concedían todos sus gustos y caprichos, entre ellos marchar a Europa a estudiar leyes.

Ahora si, superando la mitad de la obra se concentra en la figura de Belgrano destacando algunos yerros del joven economista, quien con total osadía aconseja a su padre invertir en la siembra de arroz, o bien aconsejando un proyecto irrealizable como lo era la construcción de chimeneas en cada hogar de Buenos Aires para solucionar la escasez de combustibles. De esta manera, a juicio de Halperín, queda comprobado el egocentrismo e incompetencia de Belgrano, lo que se explicaba a partir de las grandes expectativas que sus padres habían depositado en él. Además, la incompetencia y el egocentrismo no se agotan en lo económico, sino que se profundizan en lo educativo y, por supuesto, en lo militar. En lo educativo, nos describe con bastante minuciosidad el reglamento previsto para las escuelas que Belgrano había decidido fundar con el premio recibido por sus triunfos en Tucumán y en Salta; en tanto que en lo militar, lo encuentra responsable del “Motín de las Trenzas” como también de las sucesivas derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Finalmente, en la visión de Halperín Donghi, el mayor defecto de Belgrano habría radicado en haber sido un personaje confundido que nunca logró encontrar un lugar seguro y cómodo en el mundo.

Ahora bien, los hechos que expone Halperín son falsos? No, para nada. ¿Y la interpretación que realiza el autor? Aquí sí podría afirmarse cierta inclinación hacia aspectos que no parecen ser los más importantes en la vida del prócer y cuya exaltación se parece más a la búsqueda del detalle pequeño con un puro afán difamatorio. Quizás no resulte tan extraño, si tenemos en cuenta que hace catorce años, un periodista rescató los rumores hechos circular por los enemigos de San Martín, acerca de un origen bastardo y una inclinación hacia el onanismo, logrando así un exitoso best seller. Sin embargo, tratándose de un investigador de fuste como Halperín, no deja de sorprender…

Asimismo, cuesta entender la crítica de Halperín al empeño y fomento de Belgrano por la educación pública, sin la cual el autor no se habría graduado, tal como su currículum lo indica, en el Colegio Nacional de Buenos Aires y en la Universidad de Buenos Aires.

Por otra parte, en el aspecto militar, a pesar de que el autor afirma haber leído todos los tomos de los “Documentos para la Historia del General Belgrano”, cuesta entender su ensañamiento con un supuesto egocentrismo belgraniano. Haciendo una lectura mucho más sencilla del “Epistolario Belgraniano” editado por Gregorio Weinberg, uno no puede dejar de chocarse con palabras como estas dirigidas al general San Martín: “¡Ay amigo mío! ¿Y qué concepto se ha formado usted de mi? Porque Dios lo ha querido me hallo de general sin saber en qué esfera estoy: no ha sido mi carrera y ahora tengo que estudiar para medio desempeñarme y cada día veo más las dificultades. Crea usted que jamás me quitará el tiempo y que me complaceré con su correspondencia, si gusta honrarme con ella y darme algunos de sus conocimientos para que pueda ser útil a la patria. Estoy persuadido de que con usted se salvará la patria. En fin, espero en Ud. un compañero que me ayude y conozca en mí la sencillez de mi trato y la pureza de mis intenciones que Dios sabe no se dirigen más que al bien general de la patria. Empéñese usted en volar y en venir a ser mi amigo, mi maestro, mi compañero y mi jefe.” ¡Vaya ejemplo de egocentrismo! Por otra parte, acerca de su incompetencia, leamos al mismo San Martín: “Belgrano es el más metódico de los que conozco en América lleno de integridad y talento: no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte sobre milicia, pero créame que es lo mejor que tenemos en la América del Sur”.

Y en cuanto al mayor defecto que Halperín encuentra, quizás para muchos sea la mejor virtud; más que confundido, probablemente haya sido un hombre que supo dejarse llevar por su vocación, por el llamado de la Patria para ponerse a su servicio. Lamentamos que Halperín no lo pueda percibir.

Finalmente, un párrafo para “Noticias”. Tampoco sorprende; años atrás supo abrazar a San Martín con la bandera inglesa. Lamentablemente, en tiempos de gramcismo en los que a los poderosos no sólo les interesa dominar la estructura económica sino fundamentalmente la cultura, pareciera que ni Héroes merece tener la Argentina. Para contrarrestarlo, parafraseando al papa Francisco en la “Evangelli Gaudium”, nos permitimos decir: ¡No nos dejemos robar nuestros Héroes!

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