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Saga de golpes

Banda del Palier: cómo operaba

Les atribuyen haber cometido tres decenas de hechos, en su mayoría entraderas en viviendas con ancianas como víctimas. El jefe era un marplatense que llegaba a Rosario para efectuar los golpes y hacía constantes recomendaciones a sus subordinados.


Los miembros de la llamada Banda del Palier que cayeron presos fueron seis. La mayoría son muchachos de ojos claros y de entre 25 y 30 años. Tienen oficios como el de plomero-gasista y colocan acondicionadores de aire, lo que les resultó la excusa perfecta para hacerse con las llaves de los edificios y obtener el botín que generalmente respondía a joyas, celulares y dinero en efectivo. Después, el joyero entraba en escena y reducía las alhajas, dice la acusación. El jefe es un plomero marplatense que tenía conexión con Rosario por su hermanastro, un gasista que no está matriculado. Del sexteto, cuatro eran los que participaban del asalto, uno se quedaba afuera para escuchar la frecuencia policial mientras sus cómplices estaban dentro del departamento de las víctimas, en su mayoría ancianas que viven en el centro. La Policía de Investigaciones (PDI) los buscaba por 28 golpes entre entraderas y escruches que rastreó a las órdenes de Fiscalía desde agosto de 2015. En la causa no se descartó que algunos de sus integrantes hayan participado con el jefe de robos en Mar del Plata. También buscan a un marplatense que hizo algunos “trabajos” en la ciudad.

En la audiencia imputativa del 25 de octubre pasado, el fiscal a cargo de la investigación, Nicolás Foppiani, dio detalles del rol de cada uno de los sindicados integrantes de la asociación compuesta por el jefe, Gustavo Gabriel V., plomero; Emanuel M., gasista y plomero; Ricardo Roberto “Pitu” G. D., instalador de acondicionadores de aire por la zona del centro; Fabián Huevo P.; Miguel Ángel G., el joyero; y Anahí Beatriz A., esposa del gasista.

El rol del jefe

La investigación empezó en abril y en julio los pesquisas intervinieron los teléfonos. De esas escuchas el fiscal pudo establecer los roles de cada uno de los integrantes.

Gustavo era el organizador del grupo. Es hermanastro por parte de madre de Emanuel M. Vive con su esposa Gladys Mabel B. y sus hijos en Mar del Plata. De la pesquisa también se descubrió que viajaba con regularidad a Rosario  y cambiaba constantemente de residencia. Se alojaba en hoteles, hostels, pensiones y el domicilio de sus cómplices. Era el encargado, siempre según la acusación, de seleccionar y convocar a los restantes miembros del grupo para la comisión de los ilícitos.

El marplatense realizaba tareas de inteligencia. Con las llaves que les facilitaba su hermanastro, sacaba los números a través de internet y datos preliminares de personas de la tercera edad que habitaban el edificio. Una vez con los números de sus víctimas, la trama seguía desde locutorios donde llamaba haciéndose pasar por personal de Ansés para sacarle información sobre la rutina y la cantidad de personas que vivían en el lugar. Usaba la excusa de que se iba a haber un aumento en el haber jubilatorio o que estaba a cargo de la tramitación de la tarjeta Argenta para sacarle información sobre la rutina y para saber si la persona vivía sola, sostiene la Fiscalía.

El paso siguiente era la observación de los edificios, Gustavo se encargaba de verificar si había cámaras de seguridad en la zona. Por último, era uno de los que irrumpían en los domicilios de las víctimas, se ponía barbijo y materializaba los robos previa verificación por teléfono de la presencia de los afectados en la vivienda, dice Foppiani.

Detector de oro y disfraces

Una vez obtenido el botín, lo repartía y escondía los elementos utilizados por la banda: celulares, radio, máscaras, handies, implementos de cerrajería, duplicadora de llaves electrónicas y llaves comunes. En el allanamiento a su vivienda, los uniformados dejaron constancia de haber hallado un aparato detector de oro con antena, marca Fischer Electronics, made in USA, que suponen utilizaba para hacer los escruches.

Gustavo reunía a la banda en el bar La Tana, de San Martín casi Mendoza, a metros de la joyería Nefertiti, propiedad de su cómplice. Otro lugar que usaba como “oficina” era en un bar que está cerca del Pami, en Sarmiento y Tucumán.

Los registros de las escuchas dieron cuenta del extremo cuidado del jefe de la banda. Como norma para todos sus cómplices ordenó no llevar consigo su teléfono celular al momento del golpe, presentarse en cada “trabajo” bien vestidos y limpios y tenían que usar máscaras y guantes.  Cambiaba todo el tiempo la línea de celular y de domicilio, descubrieron los pesquisas.

Los cómplices

Otro de los miembros de la banda era Emanuel M., hermanastro de Gustavo. En internet tiene un anuncio como plomero y gasista, oficio que desarrolla pese a no estar matriculado. Se descubrió que tiene contactos con administraciones de edificios que lo recomiendan a clientes, muchos de los cuales se transformaron en víctimas. Vive en barrio Municipal con su pareja Anahí A., también investigada, y la hija menor de ésta. Su función, sostiene la Fiscalía, era entregar las llaves de acceso a los edificios en los que había trabajado y de poner a disposición su Peugeot 206 para el traslado de la banda. Después, actuaba de vigía. Era el apoyo externo para escuchar la frecuencia policial. Entró algunas veces a las viviendas asaltadas y alojó a su hermanastro. También, publicó avisos en internet para la venta de celulares, los que se presumen robados.

El tercer eslabón era Ricardo Roberto G.D., conocido como Pitu. Con Gustavo era el encargado de ingresar a las viviendas de las víctimas y materializar los robos. También alojó al jefe marplatense. Su familia es allegada a la de Anahí A., esposa del gasista. En las escuchas, Emanuel le advierte a Anahí que está incómodo con Pitu porque cada vez que van a hacer un trabajo no se cubre la cara y en el centro lo conocen porque instala aires acondicionados. El día del allanamiento, la Policía le secuestró un revólver Colt calibre 38 con seis cartuchos.

Por su parte, Néstor Fabián “Huevo” P. es amigo de Pitu y fue incorporado a la banda en la última etapa. Colaboró con las tareas de inteligencia, facilitó su Renault 19 para movilidad del grupo y de paso, ingresó a los domicilios junto a Gustavo y Pitu, dice la acusación.

La única mujer sospechada de integrar la banda es Anahí Beatriz A. De las escuchas surgió que estaba al tanto de la actividad delictiva, que prestó su casa para alojar al jefe, resguardó las “herramientas” de la banda y también los elementos robados. Le prestó al hermanastro de su marido el teléfono fijo y la computadora para que hiciera tareas de inteligencia. En al menos un hecho entró a robar a la vivienda de las víctimas.

El sexto lugar quedó para el último eslabón relacionado con la microeconomía de la banda: reducir el botín. El encargado era, según el fiscal Foppiani, Miguel G., joyero y dueño de Nefertiti, ubicada en Mendoza 979, cerca del bar La Tana donde tenía sus reuniones la banda. Miguel revendía las joyas robadas, reza la acusación. En las conversaciones telefónicas quedó en evidencia que también facilitaba llaves de edificios y dejó que guardaran las “herramientas” de trabajo en su local.

En la audiencia imputativa, el magistrado Luis María Caterina le achacó a Gustavo V. la jefatura de una asociación ilícita, lo acusó de participar en todos los asaltos. Lo secunda Emanuel M. y Ricardo “Pitu” G., quienes intervinieron como coautores de 15 hechos de robo agravado, en poblado y en banda, con privación ilegítima de la libertad, agravada por haber sido cometida mediante violencias y amenazas. En tanto, a Anahí A. le imputaron dos hechos, igual que a Néstor P, mientras que al joyero le endilgaron una participación secundaria.

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