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Dirigencia leprosa pretende reunión con Lifschitz

En Newell’s las balas pican muy cerca

El atentado contra Cristian D’Amico tiró por la borda la sensación de que en el Parque había llegado la paz.


El sonido de las balas volvió a retumbar por el Parque. Esta vez no fue en la puerta del club, pero da lo mismo. Justo cuando parecía que la violencia había dado una tregua, el pasado miércoles el vicepresidente Cristian D’Amico sufrió un atentado contra su vida del cual zafó de milagro. Y volvió la preocupación, el miedo, y los violentos otra vez pasaron a ser los protagonistas excluyentes de una historia que nadie quiere vivir.

Casualidad o no, el atentado fue en otra parte del riñón leproso. D’Amico fue a buscar a su hijo de 10 años al complejo Malvinas, un lugar emblemático del club, y terminó en una persecución a los tiros digna de un ‘far west’. El vice leproso tuvo el instinto de supervivencia y no dejó que el vehículo de los agresores se le pusiera a la par y tal vez ese acto le salvó la vida suya y la de su hijo. Y tras varias cuadras de disparos, todo concluyó con varias balas incrustadas en la camioneta y sólo un gran susto.

Obviamente todo cambió desde esa noche. Las imágenes retrocedieron a un pasado cercano, donde la lucha por el poder en la barra dejó un saldo de dos muertos: el Cuatrerito Franchetti en la puerta del club un día por la tarde, y Maxi La Rocca, otro líder de la hinchada, asesinado en el oeste rosarino tras salir del club una noche donde –según versiones- había conseguido el apoyo para liderar la barra.

Tras ello, hubo un primer atentado intimidante en el domicilio personal del secretario Claudio Martínez, con disparos en el frente del edificio cercano al Coloso. El Tiky se tomó licencia, pero no alcanzó. A pesar de la presencia de un móvil policial en la puerta de su domicilio hubo dos actos de violencia más: primero una moto se paró junto al patrullero de vigilancia y le mostró un arma de manera amenazante pidiéndole que se vaya, y luego sucedió otra balacera en el frente del edificio, con la paradoja de que el agente policial que lo custodiaba tuvo que pedirle a un vecino que llamara al 911, lo que provocó cuestionamientos de la dirigencia leprosa al accionar de los organismos de seguridad.

Esa escalada de violencia obligó a suspender un banderazo de hinchas en julio y dispuso que en el Clásico por Copa Santa Fe y el cotejo ante Tigre por la segunda fecha del torneo local hubiera un ‘pulmón’ en el sector de la tribuna donde generalmente va la barra. A eso se le sumó la denuncia del ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro, que junto a la Justicia confeccionó una lista de 80 personas con prohibición para ingresar al club. Justamente Pullaro entendió que la ‘exposición’ de los directivos a la hora de señalar a los violentos que a diario transitan el club los podía poner en riesgo y por eso Newell’s le cedió al Estado provincial el poder de policía dentro del club.

Hubo más. Mientras parecía que la paz había llegado y se rumoreaba un acuerdo entre distintas facciones para manejar la barra (algo que se evidenció en las banderas que aparecieron tras el partido ante Gimnasia), en la previa al Clásico arrojaron al club una granada casera desde un vehículo y por fortuna sólo provocó un par de vidrios rotos. Justo ese día, Claudio Martínez había regresado al club, pero también se relacionó el atentado con un Clásico que se aproximaba y que justo ese día la dirigencia había anunciado la construcción de la segunda bandeja.

Esa paz ‘virtual’ provocó que la dirigencia solicitara la presencia de hinchas visitantes en los últimos partidos de la Lepra fuera del Coloso, e incluso generó que Diego Maio, a cargo de la seguridad en espectáculos deportivos de la provincia, no pusiera reparos si Central aceptaba hinchas leprosos en el Clásico y aceptara que el próximo partido ante River se juegue por la noche.

Todo cambió el miércoles. El atentado contra D’Amico volvió a encender la alarma. Sin detenidos por los actos delictivos anteriores, esta vez desde la dirigencia se reclama un mayor compromiso de los organismos de seguridad y de la Justicia. A la Lepra ya no alcanza con la presencia inmediata del ministro Maximiliano Pullaro y sus declaraciones de apoyo.

Si bien el funcionario declaró que “son mafias que buscan hacer sus negocios con el fútbol y no vamos a permitirlo”, en el Parque hay mucho enojo por versiones que dejaron correr fuentes policiales donde involucraban a Martínez y D’Amico con reuniones con los barras.

“Hablar de que nosotros tenemos vínculos con la barra es desviar la atención. Las vainas incrustadas en la luneta hablan por sí mismas!!”, escribió ayer Cristian D’Amico en su cuenta de Twitter, con dos fotos donde claramente se ven dos de los disparos que recibió la camioneta. El vice leproso por ahora prefiere no hablar, está recluido con su familia, conteniendo en especial a su hijo, y analizando los pasos a seguir. Y desde la misma noche del miércoles tiene una custodia permanente de las TOE en su domicilio particular y en cada paso diario que tenga que hacer tanto él como su familia.

“Jamás tuve ni tuvimos diálogo con ningún barra. Esa fue nuestra política y lo dije hasta el cansancio. No aceptamos sentarnos a la mesa con nadie que viniera con otros fines que no sea el bien de Newell’s”, se descargó también Claudio Martínez en redes sociales, molesto por las versiones antes comentadas.

Mientras tanto la fiscal Verónica Caini, responsable de la unidad especializada en autores no identificados, se apersonó el viernes en el club con personal de PDI y además de revisar registros, tomó declaratoria a los directivos que esa mañana estaban en el Coloso. Y para mañana citó a los restantes miembros de Comisión Directiva y Comisión Fiscalizadora para completar la ronda de declaraciones.

En esta indagatoria la funcionaria judicial pidió información sobre el movimiento de la barra dentro del club, y también preguntó si D’Amico o algún otro directivo charlaba con algún barrabrava, algo que causó molestia en los directivos consultados.

Por otra parte, el ministro Pullaro aseguró que puso a disposición de la fiscal todo lo que requiriera, y por estas horas se trata de buscar las cámaras de tránsito o seguridad privada que pudieran haber captado la persecución del pasado miércoles que recorrió diez cuadras, donde al menos algún registro debería haber para identificar al vehículo agresor, que sería un Renault Clio gris, según contó el propio D’Amico.

En tanto la dirigencia, más allá de su mensaje de solidaridad al vicepresidente segundo, analiza pasos a seguir. Y con algunas agrupaciones políticas del club van a solicitar una reunión urgente con el gobernador Miguel Lifschitz.

Y hay algo más. Tanto los directivos como los opositores consideran que hay que involucrar en el tema a las fuerzas nacionales, que de alguna manera hoy también colaboran en la provincia. Y no se descarta una nota a Guillermo Madero, encargado de la seguridad en espectáculos deportivos a nivel nacional, que depende directamente de la ministra de seguridad Patricia Bullrich.

Mientras tanto, los días pasan, los culpables no aparecen, y la sensación de desprotección y miedo volvió al Parque. Y el triunfo una vez más es para los violentos, y el que pierde es el fútbol, como tantas otras veces.

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