Espectáculos

Balance del 10º Festival de Teatro de Rafaela

En la ciudad de los molinetes. Luego de diez ediciones, el encuentro, que tuvo lugar de martes a domingo, se confirma como el más importante y atractivo en su género, reivindicando todas las estéticas y abriendo espacios para pensar y debatir acerca de las artes escénicas.


El viento se levanta por el bulevar Santa Fe, las clásicas palmeras lo notan, los pájaros también. El cielo se despeja, los molinetes vuelan en lo alto como un símbolo de que todo se mueve, la gente camina apresurada con su entrada en mano, se levantan los telones, cientos de artistas regalan su arte, los aplausos se multiplican por miles y Rafaela vuelve a ser una fiesta.
La 10ª edición del Festival de Teatro de Rafaela (FTR) terminó el domingo por la noche, luego de seis jornadas, 32 espectáculos, más de 70 funciones, siete subsedes y alrededor de 22 mil espectadores en total, con la certeza firme de que convicciones y objetivos claros y, obviamente, mucho trabajo, llevan indefectiblemente al destino deseado.
De este modo, una multiplicidad de poéticas convivió entre salas oficiales y alternativas y una imponente carpa de circo con capacidad para 450 personas que, como también pasó en plazas y vecinales, se valió de una programación marcada, esencialmente, por la estética circense pensada para toda la familia.
Como cada año, la décima edición del FTR, claramente una bisagra en su historia por la contundencia de un encuentro que confirma su lógica inicial de no tener un techo y siempre ampliar sus horizontes, finalizó con un acto en el ahora municipal Cine Teatro Belgrano, con el habitual video que, a modo de racconto, recorrió cada uno de los rincones de las seis jornadas donde las palabras “disfrutá, sentí, brilla, sonreí, imaginá, compartí, soltá, soñá, bailá, aplaudí”, que marcaron carteles, postales y puertas de los teatros, entre otros ámbitos y espacios, del mismo modo que los molinetes de colores, se hicieron carne en cada uno de los espectadores tanto locales como visitantes.
“Quiero aprovechar este momento para agradecerles a todos ustedes y a toda la gente que se sumó a esta nueva edición, la más grande de nuestra historia”, dijo emocionado el secretario de Cultura municipal Marcelo Allasino en el acto de cierre, quien además expresó: “Agradecerles por apropiarse con más fuerza cada año de este festival, que es un orgullo para todos los rafaelinos y un signo de cómo, cuando trabajamos en conjunto, estamos pensando en un futuro mejor; las pruebas están a la vista. Fueron días de muchas emociones para nosotros; celebrar estos diez años y contemplar tantas funciones, familias, chicos y adultos, que compartieron su risa, el arte, alegrías, nos llena el alma, y justifica el trabajo enorme que implica poder hacer este festival”.
Sobre el final de sus palabras, Allasino, un referente de la comunidad teatral argentina y el gran motor de este valioso encuentro, invitó a todo el equipo de trabajo que hizo posible esta nueva edición a subir al escenario, donde fueron ovacionados por el público que colmaba la sala.
Este año, Rafaela tendió nuevos puentes con propuestas artísticas que llegaron desde Rosario, Córdoba, Buenos Aires, Mendoza y Montevideo, y llevó parte de su programación a localidades de la región como  Morteros, Clucellas, Pilar, Colonia Aldao, Suardi, Ataliva y Ramona, dejando en claro que los puentes siguen (y seguirán) encontrando nuevos destinos, en el marco de un festival que en sus dos últimas ediciones ya incluyó programación internacional y va camino a convertirse en un referente en el mapa teatral de Latinoamérica.
Este fue, también, el festival de las promesas cumplidas: ya funciona la Escuela Municipal de Teatro anunciada en 2013 y está en su etapa final el Complejo Cultural del Viejo Mercado (algunas funciones tuvieron lugar allí), un imponente multiespacio de grandes dimensiones que albergará a las escuelas de arte de la ciudad, museos y un espacio comercial, y que se ha convertido en una fuerte referencia de la gestión que lleva adelante el intendente Luis Castellano.
Sorprendidos por encontrarse, también, con los spot publicitarios del FTR en los tradicionales televisores encendidos en las vidrieras de las casas de venta de electrodomésticos, lo que confirma una vez más que lo que vale aquí es el concepto de “ciudad como escenario”, teatristas de todo el país, algunos de ellos invitados de honor en esta edición, del mismo modo que programadores teatrales locales y de países vecinos, acompañaron cada mañana otro clásico de este encuentro que abre sus puertas a la reflexión y el análisis a periodistas y críticos teatrales, algunos integrantes del Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea), cuando otros espacios que eligieron “no escuchar” bajaron la persiana a instancias de reflexión similares.
Así, uno de los salones del Museo Histórico Municipal fue testigo de jugosos diálogos entre creadores, críticos y público, una modalidad de devoluciones que desde Rafaela vuelve a tomar fuerza para reinstalarse en el contexto de la producción artística de creadores que entienden que la crítica y la reflexión también forman parte del hecho teatral.

De poéticas potenciadas

Con una programación que entre otras variables incluyó este año cuatro atractivos trabajos surgidos de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires (Todos mis miedos de Nahuel Cano, Los Cuerpos de Federico Fontán y Ramiro Cortez, Baby call de Sofía Wilhelmi y Relato íntimo de un hombre nuevo de Martín Slipak), a lo largo de la presente edición del FTR, las problemáticas y contradicciones del universo amoroso se hicieron presentes a través de propuestas de gran amplitud poética, sobre todo en términos de sus resoluciones dramáticas y estéticas, como pasó con Todos mis miedos, de Esteban Bieda y Nahuel Cano por Estudio El Cuarto; Querido Ibsen: soy Nora, el extraordinario texto de Griselda Gambaro con dirección de Silvio Lang, y Entonces bailemos, de Martín Flores Cardenas, sobre el fracaso del amor y la complejidad de los vínculos en los tiempos que corren.
La resignificación de los clásicos con resultados altamente positivos, tuvo presencia a través de propuestas como Bom bim bam, de Martín Palladino, por Amichis, sobre textos de Samuel Beckett, o Romeo y Julieta de bolsillo, de Emiliano Dionisi, por Compañía Criolla, sobre el clásico de Shakespeare, del mismo modo que la disparatada e ingeniosa Payasos en familia, de David Piccotto, versión libre de En familia de Florencio Sánchez.
También aparecieron revelados nuevos conceptos en materia de teatralidades contemporáneas con la instalación teatral Yo te vi caer, de Santiago Loza, con el propio Loza en escena junto a la bailarina y coreógrafa Diana Szeinblum, o el nuevo trabajo de Piel de Lava y Laura Fernández, Museo.
Los unipersonales tuvieron gran relevancia y si por un lado aparecen los singularísimos monólogos Ya estoy solo, de Hijos de Roche de Rosario con la actuación de Elisabet Cunsolo; Relato íntimo de un hombre nuevo, con la actuación de Lisandro Alonso y La Fiera, del talentoso dramaturgo y director Mariano Tenconi Blanco con la actuación de Iride Mockert, avocado al humor y a la estética del clown se destacó, por otro lado, el irresistible Fuera!, de Leticia Vetrano, por Proyecto María Peligro.
Finalmente, un párrafo aparte merecen, del lado de la danza, el espectáculo de teatro físico Los Cuerpos, y del lado del teatro, Mau Mau, o la tercera parte de la noche, de Santiago Loza, por Ácido Carmín, con dirección del talentoso Juan Parodi.

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