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Reflexiones

Argentina en la hora de aniquilar la corrupción

Muchos años han pasado y el país del 2015-2016, debe ser la que aniquile la corrupción, la que juzgue a los corruptos y corruptores.


Esta semana tuve la oportunidad de conversar con el licenciado Miguel Nieva, investigador del Equipo Argentino de Antropología Forense. Hace cuarenta años Clyde Snow, un norteamericano de Texas, ha pedido de los organismos de derechos humanos argentinos visitó nuestro país y se reunió entonces con un grupo de estudiantes. Ambos se contagiaron de las ganas por el hacer. De allí surgió este equipo que es pionero y referencia en el mundo, por haber aplicado metodología científica al trabajo por la identidad de desaparecidos políticos. El prestigio alcanzado es tal que hoy es convocado desde el resto del mundo. La coherencia y perseverancia de los organismos de derechos humanos permitieron que este equipo se desarrollase. Me contaba Nieva que hoy de mil restos humanos hallados, seiscientos fueron identificados. Este tema se circunscribe en un logro aún mayor: Argentina enjuició a los autores de crímenes de lesa humanidad. El  juicio a los integrantes de la Juntas Militares es histórico no sólo para nuestro país sino para el mundo.

En ese momento las ansias de libertad, democracia, justicia, fueron más fuertes que cualquier  miedo latente. La política estuvo a la altura de los hechos. El hacer pública la mayor de las crueldades no paralizó el deseo de la construcción  de un futuro. Esa fue la Argentina de 1983-1984.

Muchos años han pasado y la Argentina del 2015-2016, debe ser la que aniquile la corrupción, la que juzgue a los corruptos y corruptores. Si sumamos la enorme cantidad de asesinatos, de muertes evitables tanto en el tránsito, por malas praxis, por fallas mecánicas de los servicios, veremos que, de no haber existido corrupción casi la totalidad de las muertes no se habrían producido. La no señalización en las rutas y el asfalto de menor calidad al cotizado, el medicamento no suministrado o adulterado. Ni hablar de quienes con responsabilidades políticas y aspiraciones presidenciales otorgan 2,70 pesos por día a los comedores escolares para la comida de un niño que debe encontrar en ella las proteínas, el hierro, el calcio, las  vitaminas necesarias para su desarrollo. Las jubilaciones de 3.000 pesos a nuestros abuelos. Estas corrupciones van generando pequeños genocidios que en la vorágine de la multiplicidad de problemas integran el pequeño asombro cotidiano que otro hecho aún más negativo lo tapa y lo olvida.

Recuerdo que uno de los primeros síntomas que evidenciaba la presencia de la corrupción  fue la aparición de personas que recorrían con sistematicidad de horarios los tachos de basura para poder comer. En el país generador de alimentos por excelencia sólo la corrupción política puede llevar a que personas de todas las edades, desde niños a abuelos, coman de la basura. Para algunos fue impactante en los primeros momentos, pero luego quedó como parte del paisajismo cotidiano. Después apareció el fenómeno de las mujeres de los trabajadores despedidos, haciéndose cargo no sólo de la manutención de los hogares, sino también de las fábricas de donde los habían despedido. Fue noticia… fue asombro… fue paisaje. Después, en las ciudades más populosas muchos pibes en los semáforos haciendo noche a la intemperie… fue foto… fue nota periodística… fue paisaje. Después los pibes, tal vez los mismos  no lo sé, con las bolsitas de pegamento o nafta, abstrayéndose de este mundo porque lo que veían y vivían  no les gustaba… fue crónica… fue comentario… fue paisaje. Después, el pibe que se hizo “soldadito” y que se convenció (porque la política no supo mostrarle otra cosa), que su vida era a corto plazo: 20 años una eternidad… fue noticia… fue titular… fue paisaje. La política corrupta permitió que la droga ingresase como gran protagonista. Y las muertes cotidianas son noticia… causan miedo… son paisaje.

La dictadura parecía instalada para quedarse, costó muchas vidas, truncó muchos sueños, hirió profundamente a la república. La democracia apoyada en sus instituciones alivió los mayores dolores sociales devolviendo la libertad, una justicia creíble y la alegría de volver a ser.

La corrupción hoy siente que está instalada para quedarse, causa enorme cantidad de muertes, trunca muchos sueños, hiere profundamente a la república.

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