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Aquel día en que nació la Unión Cívica Radical

Por: Rubén Alejandro Fraga

Leandro N. Alem, un carismático caudillo de Balvanera, lideró a la naciente UCR.
Leandro N. Alem, un carismático caudillo de Balvanera, lideró a la naciente UCR.

El viernes 26 de junio de 1891, cuando el comité nacional de la Unión Cívica rechazó el acuerdo firmado por uno de sus líderes, Bartolomé Mitre, con el ex presidente Julio Argentino Roca, por entonces jefe indiscutido del oficialismo, la fuerza política opositora se fracturó y dio lugar al nacimiento de un nuevo movimiento encabezado por el carismático caudillo Leandro Nicéforo Alem: la Unión Cívica Radical.

Aquel acontecimiento, del que hoy se cumplen 119 años, fue la protesta contra los pactos de las elites gobernantes que alumbró una corriente que buscaría en lo profundo del pueblo su inspiración política y que organizaría su acción con la Constitución representativa y federal como bandera. Era “la causa de los desposeídos”, al decir de Alem, un abogado del barrio porteño de Balvanera que electrizaba a las multitudes con su oratoria. Un hombre probo, idealista, revolucionario e intransigente.

Todo había comenzado un par de años antes, en 1889. Por entonces, la Argentina estaba convulsionada por una grave crisis económica que se había prolongado por dos años, causando una brusca caída de los salarios, desocupación y un reguero de huelgas nunca antes visto.

La presidencia del general Julio Argentino Roca (1880-1886) fue sucedida por la de su cuñado, Miguel Ángel Juárez Celman, cuyo gobierno se caracterizó por las denuncias de corrupción y autoritarismo; y fue tildado por sus opositores como “el unicato”. Juárez Celman sostenía: “Este país es pobre porque lo abruma la riqueza. Vivimos pidiendo plata a los banqueros de Europa cuando, con el auxilio de los inmigrantes, podríamos convertir en oro al trigo que sembrarían en las planicies del sur”. Y se preguntaba: “¿No es mejor que a estas tierras las explote el enérgico anglosajón y no sigan bajo la incuria del tehuelche?”.

La generación del 80 no vivía torturada por problemas morales, metafísicos, ni teológicos. Creía en el progreso material, en la libre empresa, en el capital extranjero, en las libertades individuales siempre que no perjudicaran la política de fondo, en la cultura, en Europa, en la inmigración. Era una generación liberal, pero no democrática.

La preocupación del gobierno de Juárez Celman era mantener la confianza de los inversores y de los prestamistas, pero la deuda crecía y el destino de las inversiones era casi siempre especulativo. La brecha entre las obligaciones y la capacidad de pago se fue ampliando, lo que produjo desocupación y disminución de los salarios reales. La explotación de los trabajadores del interior era pavorosa. Para complacer a los inversores y a los especuladores se aumentaban las diferencias sociales y se renunciaba a integrar a la población. En ese marco, mientras la crisis financiera se expandía, el gobierno se fue quedando solo. Se apartaron el ex presidente Roca y su Partido Autonomista Nacional (PAN), Luis Sáenz Peña, Dardo Rocha. La idea era preparar una nueva presidencia de Roca.

Frente a ello, el régimen pensó que lo importante era conseguir la despolitización del país y que la paz estable se lograría con cierta circulación del poder entre las elites. Juárez Celman terminó ejerciendo de hecho la suma del poder público, pero sin darse cuenta de que era un poder vacío. Sin apoyos, enfrentado con el pueblo, se sentía feliz, pero caminaba hacia el precipicio.

El 1º de septiembre de 1889 un grupo de jóvenes organizó un gran mitin en el Jardín Florida de la ciudad de Buenos Aires, donde se constituyó la Unión Cívica de la Juventud, que buscaba aglutinar al amplio espectro de opositores al régimen.

El partido fue presidido por el líder natural de aquellos jóvenes, el entrerriano Francisco Antonio Barroetaveña, acompañado por dirigentes como Emilio Gouchón, Juan Bautista Justo (fundador, en 1896, del Partido Socialista), Martín Torino, Marcelo Torcuato de Alvear, Tomás Le Breton y Manuel A. Montes de Oca.

La Unión Cívica de la Juventud comenzó a dialogar con los referentes de una oposición dispersa, especialmente Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Bartolomé Mitre, Pedro Goyena, Vicente Fidel López, y Bernardo de Irigoyen. El nuevo partido de los jóvenes sancionó un programa que recordaba el del Partido Republicano fundado por Alem y Del Valle en 1877, y se organizó en clubes cívicos parroquiales.

El 13 de abril de 1890, la Unión Cívica de la Juventud se consolidó con un gran acto en el Frontón Buenos Aires, donde se fundó un nuevo partido, la Unión Cívica. Allí, Alem formuló un dramático llamamiento a la juventud para que combatiera la corrupción. Alem fue elegido presidente del nuevo partido, que incluyó a líderes de las distintas tendencias opuestas al unicato, como Barroetaveña, Del Valle, Bernardo de Irigoyen, Juan B. Justo, Lisandro de la Torre; los políticos católicos José Manuel Estrada y Pedro Goyena, y el influyente ex presidente y general Bartolomé Mitre.

El gobierno respondió atacando a tiros uno de los comités porteños de la flamante fuerza, lo que provocó que comenzara a hablarse de la tiranía de Juárez Celman. Por eso, la Unión Cívica, dirigida por Alem y Mitre, encabezó el 26 de julio de 1890 la llamada Revolución del Parque o Revolución del 90, un sangriento levantamiento armado que aunque fue derrotado causó poco después la caída de Juárez Celman y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini.

Tras el fracaso militar de la revolución del 90, Alem reconoció que era indispensable una organización política que diera coherencia y homogeneidad a la acción reparadora emprendida. Así, la Unión Cívica se constituyó de forma orgánica en todo el país y por vez primera en la historia política argentina proclamó una fórmula presidencial por medio de una convención partidaria. Ésta, reunida en Rosario, consagró como candidatos a presidente y vice a Bartolomé Mitre y Bernardo de Irigoyen.

Sin embargo, Roca, astuto líder del oficialista PAN, acordó con Mitre una fórmula “de unidad nacional” entre ambos partidos, encabezada por el propio Mitre. Al conocerse el acuerdo, el 16 de abril de 1891, Alem lo rechazó de plano, desencadenando la ruptura de la Unión Cívica y el posterior retiro de la candidatura de Mitre.

El 26 de junio de 1891 los seguidores de Alem, entre quienes estaba su sobrino, Hipólito Yrigoyen, constituyeron la Unión Cívica Antiacuerdista, que cambiaría el nombre, el 2 de julio, por el de Unión Cívica Radical. Por su parte, los seguidores de Mitre formaron la Unión Cívica Nacional, partido que al pactar con la oligarquía gobernante frustró por 25 años la reivindicación del sufragio libre, la gran bandera que había levantado la Revolución del 90.

El agregado de “Radical” fue tomado de Alem, quien ante el pacto Roca-Mitre subrayó: “Yo no acepto el acuerdo; soy radical contra el acuerdo; soy radical intransigente”.

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