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Reflexiones

Alerta en el gobierno por pacto anti-K y furia judicial

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El perfil urbano y la ausencia de conducción política, los dos elementos que el planeta K invocó, como autoconsuelo, para amortiguar el golpe de la marcha del 18-F, se toparon el jueves último, el día del cumpleaños 62 de Cristina de Kirchner, con malos augurios. Al bajar la adrenalina del punto crítico del miércoles previo, el gobierno se animó a escarbar, al margen de su deseo, en el alcance verdadero de la movilización que tuvo como bandera el recuerdo de Alberto Nisman, a un mes de su muerte, pero que traficó el malestar de varios sectores y que puede tener, según la mirada K, un rebote electoral: que el 18-F fuerce el armado de un frente electoral que junte en el mismo combo a Mauricio Macri y a Sergio Massa, además de Unen, para enfrentar electoralmente al peronismo K.

La idea de un megafrente opositor no es nueva, al punto que Ernesto Sanz, precandidato presidencial de la UCR, la promovió estas semanas, aunque hasta acá sólo le sirvió al radicalismo como pase libre para pactar con el PRO, el PS o el massismo, según su necesidad particular. Macri y Massa, los principales interpelados –porque integran, con Daniel Scioli, el trío que rankea en las encuestas– jugaron a las escondidas con la propuesta mientras negociaron, por separado, con radicales o partidos provinciales en el pago chico.

Interna grande

El 18-F puede intervenir, según el diagnóstico temeroso de operadores K, como impulso de un acuerdo genérico de la oposición, una interna “grande” entre los principales presidenciables o, en un ensueño que enfurece a Sergio Massa, empujar al tigrense a competir por la gobernación bonaerense. Massa niega con sangre cada vez que le sugieren esa hipótesis: “Yo mido mucho mejor que Macri, que se baje él”. En el gobierno deslizan, como alerta, que las contribuciones de campaña al tigrense se vienen licuando hace meses –lo dijo, en una cena reservadísima, un empresario top– y que eso debe leerse como un “aviso” de actores de poder al dirigente de Tigre.

Cuentas gruesas

La política no es matemática, pero a simple vista el voto opositor duplica –o más– el voto K y filo-K, y aunque un solo candidato presidencial no traccione todo el universo opositor, la bipolaridad alejaría una chance que aparece en el imaginario del peronismo: una victoria en primera vuelta, rozando el 40 por ciento, sólo posible si se atomiza el voto anti-K. Sin esa dispersión, sería inevitable el balotaje, un escenario casi perdidoso en todas las variables para el oficialismo.

Es lo que, a su modo, Macri y Massa vienen haciendo en las provincias: en Salta, el porteño bajó a su postulante mientras en Jujuy y en Mendoza el tigrense desactivó a los suyos para, con el mismo argumento con el que en Casa Rosada temen un frente anti-K, aumentar las chances de los que desafían a los caciques del PJ.

Scioli, preocupado

La unificación de la oposición, que padecerán el jujeño Eduardo Fellner y el salteño Juan Manuel Urtubey, espanta a Daniel Scioli, que el jueves pasado, luego de posar junto a la presidenta en Zárate –acto donde, curiosamente, no hubo dirigentes de La Cámpora, turistas en Chapadmalal–, reforzó su postura híper-K. “La Justicia tiene que dar respuestas”, dijo sobre el caso del fiscal Alberto Nisman y cuestionó a los dirigentes opositores que participaron de la marcha. “La política no debe mostrar su peor cara -dijo-, su mezquindad, su egoísmo, pensando que cuando peor es mejor”.

¿Megapacto?

La tesis de un megapacto reapareció en la lista de fantasmas del oficialismo en horas en que los estrados judiciales emitieron una ráfaga de resoluciones negativas al gobierno: la confirmación del procesamiento del vicepresidente Amado Boudou por la causa Ciccone; el episodio que más deterioró a Cristina de Kirchner tras su triunfo con el 54 por ciento en 2011, la ratificación del juez Claudio Bonadío en la causa Hotesur; la indagatoria a la procuradora Angelina Abbona y una ristra de declaraciones y críticas –desde la testigo hasta Sandra Arroyo Salgado, ex esposa del fiscal– sobre la investigación de la muerte de Nisman. La metralla judicial, quirúrgica, pega en varios frentes y tiene, como única respuesta del gobierno, la denuncia de intentona golpista.

 

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