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Panorama Político

Adiós buenos modales

Cerrado el escrutinio definitivo de las elecciones primarias, y superada la apertura anual legislativa sin inconvenientes, el calendario quedó liberado para que dé inicio la campaña en la que se ponen en juego los principales cargos políticos de la provincia.


Cerrado el escrutinio definitivo de las elecciones primarias, y superada la apertura anual legislativa sin inconvenientes, el calendario quedó liberado para que dé inicio la campaña en la que se ponen en juego los principales cargos políticos de la provincia.

El escenario no esconde grandes secretos: el PRO tiene al candidato a gobernador más votado, pero la diferencia que logró sobre el Frente Progresista, según los datos extraoficiales del escrutinio definitivo, es propia de un empate técnico (algo más de 3 mil votos). Por lo tanto no sólo no puede dormirse en los laureles sino que tiene que salir a conquistar votos.

Lo propio hará el oficialismo, aunque además de revolver en la conciencia de los que no fueron a sufragar, los votos en blanco, los que lo hicieron por candidatos del massismo y del Frente Justicialista para la Victoria, tiene que profundizar la instalación de Miguel Lifschitz, encontrarle la vuelta al complejo escenario de Rosario y suturar el frente interno.

Por lo pronto, el problemático escrutinio provisorio parece etapa cerrada. El gobierno pagó costos, pero salvó su principal bandera, la de la transparencia, que entre dudas razonables y operaciones de mala fe se puso en entredicho.

Omar Perotti ya está caminando la provincia y se aferra a los escasos 11 mil votos que lo separaron del candidato de la Casa Gris para apuntalar el mensaje que acuñó la misma noche del domingo de las primarias: “Queremos ser nosotros quienes conduzcamos el cambio que votó la gente”, en la pretensión de desalentar un escenario de voto útil que seguramente aparecerá en las estrategias tanto del PRO como del Frente y que amenaza con convertir en pato de la boda a su espacio. Sobre la campaña del Frente Justicialista para la Victoria en todas sus categorías faltan conocer detalles sobre qué nivel de participación tendrán la Casa Rosada y el precandidato presidencial Daniel Scioli.

La única novedad que arrojó el escrutinio definitivo (novedad relativa porque en las planillas de todos los partidos se daba como un hecho desde el primer día) es que al incorporarse la totalidad de urnas no escrutadas el Frente de Izquierda superó el piso de 1,5% del padrón y podrá competir el 14 de junio. Para el FIT es un objetivo cumplido, pero suena poco ambicioso celebrar ese pobre apoyo popular. El resultado difícilmente sea distinto si el intento por convencer al electorado sigue empantanado en la denuncia de supuestos fraudes y complots y no vira hacia propuestas afines a la realidad en la que deberán operar los próximos gobierno y Legislatura.

La famosa “señal de confianza”

La campaña de las primarias, anodina y correcta, se terminó. Empiezan a caer los primeros misiles sobre el PRO y su candidato, apuntados a desbaratar ese curioso juego de hacer campaña sin decir quiénes son ni cómo van a hacer lo que el actual gobierno no pudo o no quiso resolver.

A Del Sel lo chucean porque, si bien supo conservar votos, no demuestra progresos a la hora de desplegar propuestas de gobiernos y opiniones.

Ejemplo de eso fueron sus referencias nada felices a los empleados estatales, casi coincidentes con la defensa irrestricta de Juan Carlos Mercier. Del Sel no espera que el ministro de Economía le sume votos (que además no tiene, como lo demostró su precandidatura a gobernador en 2011 por el Frente para la Victoria), pero en la medida que se acerca a la Casa Gris está obligado a mostrar algo más sólido que su capacidad para arrancarle una tímida sonrisa a Reutemann.

Y Mercier será lo que será, pero él no es un improvisado. No fue casualidad que Del Sel sobreactuara sus elogios, no sólo como su principal asesor sino como proveedor-garantía de jóvenes profesionales pocas horas antes de la cena para recaudar fondos de campaña. Se pareció mucho a esas “señales de confianza” que los hombres de negocios exigen a la política. Y Mercier es marca probada y registrada en ese sentido: equilibrio fiscal cueste lo que cueste.

Su salida del segundo gobierno de Reutemann, en 2002, fue en conjunto con la del entonces ministro de Salud Carlos Parola. Ambos fueron eyectados como resultado del enfrentamiento que mantenían en parte por sus aspiraciones políticas, pero sobre todo por el cruento recorte de fondos que Hacienda le imponía a Salud, del que quedó como símbolo la paralización por medio año de buena parte del hospital Eva Perón por falta de mantenimiento de la caldera.

Gestos de unidad

En el Frente Progresista todos los esfuerzos están puestos en procesar el raquítico resultado de las primarias y definir cómo encarar la siguiente etapa.

Un primer paso fue la aparición en escena de Hermes Binner convertido en una especie de druida galo que sobrevuela las internas y provee indicaciones en la confusión generalizada.

La puesta en escena durante la apertura de sesiones ordinarias en la Legislatura, con Bonfatti en la poltrona mayor leyendo el discurso y Binner, Lifschitz, José Corral, Mario Barletta, Pablo Javkin y Mónica Fein en la primera línea de invitados hay que leerla como una señal de unidad a pesar de todo.

Los fragmentos del discurso del gobernador orientados al futuro delinearon el escenario de polarización con el PRO que intentará construir el oficialismo: el 14 de junio se dirime entre lo que llamó “la eficiencia neoliberal y la eficacia progresista”, la que ilustró ensalzando al laboratorio público de la provincia porque fabrica una droga huérfana para un único paciente.

Además habló de su gobierno como eslabón del proceso iniciado en 2007 por Hermes Binner y que ahora busca la continuidad con Lifschitz. Ese modo de concebir un proyecto político tiene como positivo la perspectiva a largo plazo. Sin embargo no sonaron desatinados los señalamientos de legisladores peronistas sobre proyectos “en marcha” que se repitieron en el discurso año a año en ese carácter.

Rosario, pronóstico reservado

El oficialismo está comprometido a nivel provincial pero cuenta con un amplio menú de herramientas para dar pelea. Mucho más acotado es el margen en Rosario, donde las cosas se le pusieron feas en serio. El camino a transitar no está en los mapas y no hay baqueano que ofrezca garantías.

El redireccionamiento de las campañas provincial y municipal es un hecho. El debate interno es intenso por estas horas. Hay quienes opinan que debe hacerse una campaña especial para Rosario, distinta a la provincial. Para otros, hay que profundizar la identificación con el proyecto provincial y las grandes líneas trazadas en la ciudad desde 1989 hasta ahora. En cualquier caso, el desafío es, sea la candidata o el proyecto con sus valores y concreciones históricas, convencer a la porción desencantada del electorado.

Poca voz y mucho voto

Al igual que a nivel provincial, el PRO se instaló como amenaza real a la continuidad del socialismo y Ana Laura Martínez fue la más votada cuando propios y extraños lo creían un imposible. “Aún con 24 años de gobierno ganarle al socialismo en Rosario es muy difícil”, se resignaba un operador cercano a la candidata revelación 15 días antes del comicio, café de por medio. Las encuestas, se ve, fallaron para todos.

El PRO definió que sea la candidata porque superaba en intención de voto al concejal Roy López Molina, pero sin más pretensión que consolidarse como segunda fuerza y hacer un buen papel electoral. “Salimos a la cancha con lo que hay”, continuaba el mismo operador en aquella oportunidad. El desenlace resultó inesperado: entre la marca PRO que está en su mejor momento, y el rechazo expresado a la intendenta, los planetas se alinearon de la forma menos esperada y Ana Martínez tiene posibilidades concretas de tener que hacerse cargo de la intendencia en diciembre próximo.

Martínez ni siquiera hizo un papel destacado en los dos años que lleva como concejala.

Estos dos años caminó en la política en punta de pies, sin hacer ruido, tomando las precauciones propias de quien se sabe pisando un terreno que no conoce y pasando lo más desapercibida posible. No desentona con el perfil del PRO en Santa Fe: oportuno para capturar votos, frágil a la hora de ir más allá de los eslóganes de laboratorio.

La pregunta es qué representa el PRO en Santa Fe. Sin pretensiones científicas o conclusivas, hasta aquí puede decirse que se construyó con recursos e imagen de la gestión de Macri en Buenos Aires y toma volumen de una forma similar al de las capas geológicas de la tierra: primero los peronistas antikirchneristas, luego los votantes antipolítica, más tarde una porción de desencantados del Frente Progresista y la última capa es la depositaria del voto desencantado.

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