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Realpolitik

A lo Kirchner, Macri va por premios y castigos

Mauricio Macri empezó, por etapas, a resetear su modo político. El segundo semestre, que en la economía todavía no arroja datos dulces, introduce una novedad conceptual: el PRO empezó, como un tibio émulo del kirchnerismo, a ensayar un modelo de premios y castigos entre caciques territoriales según el posicionamiento de cada uno.

Es un debate grueso, que viene desde el inicio de la gestión Macri pero que ahora se topa con una realidad más cruda: se aproxima, irremediable, el primer ensayo electoral y el PRO no logra, ni siquiera, repetir los indicadores que registraba 10 meses atrás, cuando sacudió el escenario con el triunfo de María Eugenia Vidal en Buenos Aires y el ingreso, con buenas chances, de Macri al balotaje.

Con la foto de ahora, Macri está peor. Un diagnóstico bravo que sale del corazón del PRO advierte que, si la elección fuese hoy, Cambiemos perdería en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, más del 50 por ciento del padrón del país y corredor clave para acrecentar los bloques oficialistas en el Congreso.

En Casa Rosada apuestan a la baja de la inflación. Un funcionario premium recibió el anticipo de un consultor que orbitó en el FpV pero tiene buena relación con el PRO, quien le dijo que sus mediciones se ubican ya por debajo de los 2 puntos. Otro economista del planeta Macri aspira a ese dato mágico: “Si el tercer trimestre no es mejor que el segundo, estamos en un problema serio”, advierte. El pago de los juicios a jubilados aparece como un dato electoral al estilo peronista. “Son 2,3 millones de personas, y sus familias, a las que les dimos respuesta”, confían en el gobierno.

La calle es más cruel. Macri pide, con chip de realpolitik, fotos con gobernadores o intendentes migrando al PRO. Hoy, en su gabinete ampliado, estará sentado el peronista misionero Hugo Passalacqua, cuyos diputados ya abandonaron el FpV. Esos coqueteos generan tensiones con la UCR, pero en gobierno son terminantes: “El radicalismo ya está: para ganar, necesitamos ampliar”. En las provincias grandes, la dinámica es otra. En Córdoba, Juan Schiaretti luce casi más macrista que Macri pero comprobó que el apoyo al presidente bajó de los 50 puntos donde Cambiemos ganó con más de 70. Además, el PJ cordobés difícilmente pacte con el PRO: José Manuel de la Sota se asume como el único sobreviviente del peronismo clásico, y manifiesto anti-K, que fantasea con 2019. En el PRO confían en que, aunque se deterioró Macri, nadie se recorta como rival temible. Sergio Massa es, en Buenos Aires, el más taquillero, pero se nutre, igual que Margarita Stolbizer, de votos filomacristas que pueden volver a Cambiemos. El macrismo asume el lenguaje de la política a lo Kirchner, con reparto de premios y castigos. ¿Por qué un gobernador peronista saltaría al PRO si eso no otorga beneficios extra? O, al revés, ¿por qué saltaría si quedarse en el PJ, como crítico moderado, no le trae costos?.

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