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Conflicto

A la pesca de una oportunidad: estiman que la salida para el Parque Náutico Ludueña está “cerca”

Representantes del Concejo y el municipio recorrieron el lugar para evaluar las obras complementarias con el objetivo de atender las demandas de los pescadores.


Con el objeto de destrabar el conflicto entre los pescadores y desarrolladores del Parque Náutico Ludueña, representantes municipales se hicieron presentes en el lugar, en la mañana de ayer, para escuchar a los pescadores y conocer las principales problemáticas que los afectan. La visita se decidió luego del encuentro que tuvo lugar el pasado martes en el Palacio Vasallo, donde los pescadores expusieron a los concejales sus reclamos a través de un petitorio con once acciones a implementar para continuar con la etapa final de construcción del Parque.

La culminación de la obra incluye, entre otros aspectos, mudar a los pescadores asentados sobre la margen del arroyo hacia nuevas instalaciones construidas especialmente para tal fin, de manera de terminar el paseo peatonal que prevé 400 metros de espacio público y la pavimentación del terreno que ahora ocupan los puestos. Ante ello, la cooperativa que ocupa el lugar reaccionó ante las dudas que le provocaba tanto el desalojo como las características del nuevo emplazamiento para poder realizar su labor diaria.

Entre las principales demandas de los pescadores se encuentra garantizar las condiciones del traslado y la construcción de una caleta para amarre y descarga de mercadería que, a su vez, garantice el desembarco de los habitantes de la isla del Espinillo. Sin acuerdos definidos hasta el momento, el tema seguirá en debate y se acordó una nueva reunión para el próximo martes, a las 10, en la comisión de Producción del Concejo Municipal.

Luego que los trabajadores agrupados en la cooperativa de pescadores Siglo XX presentaran un petitorio con once puntos a tener en cuenta antes de continuar con las obras, el concejal Manuel Sciutto, el director general de Gestión y Control de Concesiones, Roberto Bruera, y el arquitecto Ariel Scaglione, de la Secretaría de Planeamiento municipal, se acercaron al predio para tener un panorama detallado de las condiciones del lugar y los trabajos a realizar. Allí charlaron con los pescadores.

“El tema a resolver es el traslado y la llegada del pescado de la mejor forma posible a las nuevas instalaciones. Hoy se trasladan con una escalera y en bolsas, pero estamos viendo si se puede hacer más segura la llegada y el ascenso. Otra solicitud tiene que ver con las dimensiones de los nuevos locales y sus características: la idea es cumplir con las exigencias del Instituto del Alimento y que los puestos estén acordes con las propias normativas del municipio. También hay que contemplar el traslado de las cámaras, y cómo van a trabajar durante el período de transición, pero creo que estamos cerca de encontrar una salida”, señaló a este diario el edil Sciutto, vicepresidente de la comisión de Derechos Humanos.

“Lo que está previsto es resolver la venta de tipo minorista; el espacio está pensado como un paseo público, no como lugar de producción ni otro tipo de tareas. Originalmente se habían planteado 60 metros de zona comercial: hoy estamos en más del doble; eso se fue flexibilizando en función de las necesidades, pero también con un cierto límite”, agregó el concejal socialista.

Otro de los reclamos que señalaron los pescadores es la realización de una caleta que les permita la descarga de mercadería, ya que la actual bajada no sólo se encuentra en precarias condiciones, sino que su ancho no permite el pase de vehículos como ambulancias en caso de emergencias ,tanto en el lugar como asistencia para los habitantes de la isla del Espinillo.

“Hay 60 familias en el Espinillo que necesitan un lugar donde bajar, nos estamos nucleando porque ninguna guardería tiene orden para poder bajar y no tenemos dónde llevar a los chicos si se enferman de noche”, explicó uno de los pescadores que vive en la isla. Al respecto, Sciutto aseguró que analizaran opciones para un acceso “higiénico y mecánico” y agregó: “Veremos un sistema que posibilite que algún pescador que necesite llegar a Rosario para hacer algún trámite pueda tener un espacio un poco más seguro que el actual. Sin dudas, la propuesta va a ser superadora de la que hoy tienen, que es una bajada precaria”.

Las claves son la descarga y los puestos de venta

La cooperativa de pescadores Siglo XX funciona desde 2012 y actualmente agrupa a cerca de 30 trabajadores, aunque además está vinculada con otros 60 pescadores no asociados. Los dos pedidos concretos que los cooperativistas del río expresaron a los ediles es el respeto de las actuales dimensiones de los puestos de venta, y la realización de una caleta que posibilite el traslado de la mercadería y de los mismos pescadores.

“Sería importante informarnos con planos para nuestra tranquilidad como isleños y como gente de Rosario. Está bien que vivimos en la isla pero en Rosario compramos nafta, alimento y hay muchos chicos que en caso de emergencia o enfermedad necesitan trasladarse de forma segura a la ciudad”, señaló uno de los pescadores.

En el mismo sentido, Lorena, una pescadora perteneciente a la cooperativa, mostró su preocupación por la actual situación: “La cultura extranjera viene a Rosario a ver al pescador, sus creencias, sus fundamentos; si nos sacan eso, nos sacan todo. La gente de la isla tiene muchas necesidades, no sólo de bajar y vender su pescado, sino de contar con atención ante un chico enfermo y para eso es importante hacer una caleta. Ahora tenemos una bajada a base de una cooperativa precariamente hecha por nosotros, que si no estuviera eso no tendríamos nada”.

De oficio pescadora

Con 28 años, Lorena es una pescadora nacida en la isla del Espinillo, que heredó el oficio de su familia: encarna la quinta generación de pescadores. Madre de cuatro chicos, espera que sus hijos continúen con la tradición. “El pescador es sencillo: planta sus verduras, cría sus animales, y pesca. Es algo muy tranquilo, es jugar con el agua, estar en contacto con la naturaleza; aunque también es convivir con ratones, víboras, las mordeduras de nutrias. Es lindo, pero tiene sus riesgos. Gracias a que tuve el privilegio de estudiar, porque hay muchos pescadores que son analfabetos, me encuentro asociada a una cooperativa con un proyecto de trabajo más amplio”, expresó Lorena acerca del oficio que eligió para su vida.

“Es una costumbre que nace con uno. Mis hijos estuvieron arriba de una canoa conmigo, eso se lleva en la sangre. Nosotros poníamos un vivero en mi casa y los chicos se metían a jugar adentro con los pescados. Ahora vivimos en Rosario pero tenemos nuestra casa en la isla, donde pasamos temporadas porque el aire es más puro”.

Considerada por sus compañeros como “una de las mejores fileteadotas de la zona”, Lorena se desempeña diariamente en un oficio comúnmente catalogado para hombres. “El trabajo es igual y el trato es entre pares; se va, se tiran las redes, se limpia, se levanta, es un trabajo pesado y duro pero se hace: venís con el pescado, lo procesás, lo limpiás, según el pedido lo tenés que filetear o despinar. La diferencia es la carga de una familia, hacer las tareas de la casa y criar a mis hijos”, expresó entre risas.

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