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Efemérides

A diez años del día dorado en aquel Atenas 2004

Ese sábado el básquet y el fútbol cortaron 52 largos años de espera por el oro olímpico. Los equipos de Magnano y Bielsa llevaron la bandera argentina a lo más alto del podio.


Cincuenta y dos años esperó el deporte argentino para ver nuevamente flamear la bandera nacional en lo más alto de la meca deportiva. Porque sin dudas que los Juegos Olímpicos lo son. Más allá de los mundiales particulares de cada disciplina, nada tiene la concentración y repercusión mundial que esas dos semanas donde el deporte mundial se reúne con la ilusión de medallas, marcas, récords o simplemente participar.

En ese contexto, Argentina pasó más de medio siglo para que la insignia albiceleste ocupara el lugar preponderante del podio y las estrofas del himno acompañaran su izamiento. Por eso, no hay dudas que aquel 28 de agosto de 2004, del que hoy se cumple exactamente una década, quedará grabado en la historia como el “Día Dorado” del deporte nacional.

Aquel glorioso sábado de Atenas comenzó a gestarse par de días antes. El 24 de agosto la selección de fútbol conducida por Marcelo Bielsa goleaba a Italia 3-0 en semifinales y aseguraba su lugar en la definición para luchar por el oro. Un par de días más tarde, el 27, la selección de básquet con un majestuoso Emanuel Ginóbili daba el golpe ante el Dream Team de Estados Unidos (89-81) y se metía en la finalísima por la presea dorada.

Así, una doble oportunidad se le presentaba al deporte argentino para ponerle punto final a una sequía que se mantenía desde Helsinki 1952, con los remos de Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero en el doble sin timonel.

El primer turno de esa inolvidable jornada fue del fútbol. El equipo de Bielsa llegaba a los Juegos aún golpeado por la increíble Copa América que se había escapado en los últimos segundos en Perú pero con mucha ilusión de saldar la cuenta pendiente que tenía el fútbol argentino: el oro olímpico.

Un equipo Sub 23 reforzado por tres mayores (Gabriel Heinze, Roberto Ayala y Cristian González) vivió una experiencia que los marcaría para siempre. Acostumbrados al mundo ‘profesional’ los jugadores se impregnaron de la esencia olímpica y transitaron un camino inmejorable hacia ese tan deseado oro que llegaría tras derrotar en la final a Paraguay 1-0 con gol de Carlos Tevez.

En la fase clasificatoria el equipo argentino comenzó con una goleada ante Serbia y Montenegro (6-0), triunfo frente a Túnez (2-0) y victoria contra Australia (1-0). Luego llegó la goleada en cuartos ante Costa Rica (4-0), triunfo categórico en semifinales frente a Italia (3-0) y la recordada final sudamericana con Paraguay (1-0).

Seis triunfos en seis partidos. Diecisiete goles a favor y ninguno en contra. Récord que aún perdura, ya que nunca un campeón oficial se consagró con la valla invicta y volvió a elevar la bandera argentina a lo más alto de un podio olímpico después de 52 años.

Pero aquel 28 de agosto aún entregaría un episodio más para el deporte nacional. Un rato más tarde el básquet redondeó un torneo heroico y sublime. Dos años después del histórico segundo puesto del Mundial de Indianápolis 2002, la selección argentina reafirmó o, mejor dicho, superó lo que ya había logrado. En Atenas 2004, no sólo le ganó al Dream Team por segunda vez consecutiva, sino que se terminó colgando la medalla de oro, algo que sólo cuatro países lograron en la historia (Estados Unidos, Unión Soviética, Yugoslavia y Argentina). En efecto, desde 1992, cuando a Estados Unidos se le permitió por primera vez concurrir con jugadores NBA, ese de 2004 fue el único oro que no conquistó (se consagró en Barcelona 1992, Atenas 1996, Sydney 2000, Pekín 2008 y Londres 2012).

La Generación Dorada conducida por Rubén Magnano comenzó el camino olímpico con un inolvidable triunfo 83-82 ante Serbia y Montenegro (integrado por la gran mayoría del seleccionado yugoslavo del Mundial 2002, tras la desintegración del país como tal) gracias a un magnífico Manu Ginóbili que desafió las leyes de la gravedad y con un movimiento inverosímil ante la marca clavó el doble del triunfo cuando sonaba la chicharra. La etapa clasificatoria se cerraría con dos derrotas. Eso provocó una alteración en el cuadro y el equipo debía transitar un camino espinoso. Ahí apareció la casta de campeón que estos jugadores tenían en su interior y se “cargaron” al local Grecia 69-64 en medio de un estadio en plena ebullición y luego volvió a poner de rodillas a otro Dream Team. Esta vez fue 89-81 para ganarse, entre otras, la tapa del USA Today que el 28 de agosto tituló: “Los Estados Unidos no tienen más el invencible poderío en baloncesto que una vez tuvieron. Los mejores jugadores del mundo podrán estar en la NBA, pero el mejor equipo, hoy por hoy, es Argentina”.

Instalados en la final, con total amplitud alcanzaron un marcador de 84-69 para superar a Italia y conquistar la medalla de oro por primera vez en la historia.

La segunda del deporte argentino durante un día que quedaría marcado para siempre en la historia con letras bien grandes y doradas. Porque al fin y al cabo, aquel 28 de agosto del que hoy se cumple una década es sin dudas “El Día Dorado” del deporte argentino.

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