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Escenas sobre un campo de batalla

En “Sexo, dignidad y muerte”, Lucrecia Mastrangelo revisa un crimen impune.

Crítica/Juan Aguzzi

Planteado como un documental de testimonios, Sexo, dignidad y muerte, el largometraje de Lucrecia Mastrangelo, revisa la última etapa de la vida de Sandra Cabrera, la trabajadora sexual asesinada en 2004, un crimen cuyo principal sospechoso fue dejado en libertad y que se suma a una extensa cadena de hechos similares que perturban desde su impunidad.

Mastrangelo eligió a una serie de actores sociales vinculados a Cabrera, que era al momento de ser asesinada secretaria general del gremio de meretrices en la filial rosarina, para que den cuenta, desde el lugar de relación que tuvieron con el hecho o la víctima, de algunos de sus rasgos –entre ellos la generosidad con sus compañeras y su permanente denuncia de las injusticias que las rodeaban–; del proceso de investigación –habla el juez de la causa, el fiscal, el abogado defensor del policía imputado–; del lugar estigmatizado que tienen las trabajadoras sexuales en una sociedad vulgarmente reaccionaria –lo refiere claramente la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas–, y hasta algunos legisladores que conocieron a Cabrera y acompañaron sus denuncias –sobre prostitución de menores, sobre policías como verdaderos patrones recaudadores de las trabajadoras sexuales, sobre el dominio del tráfico de drogas que ejerce esa misma fuerza, sobre la connivencia del poder político con estas prácticas–, y otros que batallaron por una investigación a fondo para dar con el o los culpables de la muerte de Cabrera.

Mastrangelo se vale de varios movimientos para la puesta en escena de conjunto: a partir de los testimonios va articulando una ficción que representa algunos momentos de la vida de la víctima, como si quisiera enfatizar una filiación entre aquello dicho desde los hechos reales (lo invisible para el espectador) y lo que es propio del campo de lo imaginario y que la realizadora quiere hacer visible, instancias que vendrían a desentrañar ciertas oscuridades que pudieran albergarse respecto a la vida y profesión de la mujer asesinada.

En este sentido, Mastrangelo establece desde el vamos su propósito al activar desde lo cinematográfico –con un registro dinámico poco común en gran parte de los documentales rosarinos– un juego de información constante, casi como si el artificio fuese la garantía del deseo de verdad y esas escenas donde Cabrera hace la calle, se enfrenta a la policía, se extasía y sufre en su rol de madre, se muestra la compinche protectora de sus compañeras y, finalmente, se agita en la riesgosa red amorosa con un miembro de la sección estupefacientes de la policía, fueran el centro de gravedad donde debe tener lugar la impresión de realidad. Es aquí donde cae un poco la expresión directa del documento que surge del poder del cuerpo filmado testimoniando a cámara. Es decir, la inclusión de la ficción en un documental no sólo debe sumar conceptos, sino que debe estar marcada por la contingencia y el fluir del tiempo para que desde allí surja una compulsa entre el dispositivo que otorga el testimonio y el terreno de supuestos de la historia, en definitiva, para que desde allí surja algo nuevo, diferente. En cambio, en Sexo, dignidad y muerte hay una insistencia en un registro de conexiones –la secuencia del abuso que sufren las compañeras de Cabrera luego de ser “levantadas” por la policía o por cuatro “descerebrados en tren de joda”–  que apacigua una transición de imágenes no exentas de agilidad. Aun así, los encuadres prolijos y un uso pragmático de la ficción –las escenas marcadas en su justo tiempo entre quien encarna a Cabrera y su amante-verdugo– juegan a favor de la economía del relato. Al mismo tiempo, una bailarina ejecuta una celebración desesperada de una verdad que tiene lugar como símbolo de sacrificio, sintonizando la danza como una combinación de energía y destino ineludible, lo que funciona a modo de bisagra entre algunos  momentos límites.

Entre los testimonios sobresalen los de las compañeras de Cabrera –pese a lo excesivo del travelling en redondo–, en los que se van desgranando aquellas actitudes y pasajes elocuentes que conforman el contexto donde estas mujeres viven atormentadas gran parte de sus vidas. Pero en esa misma secuencia se revela también el empeño que pese a todo ellas ponen en la procura de algún alivio para sus vidas heridas. Y es de este modo, poniendo en consideración la dignidad que la sociedad les ha negado sistemática e históricamente a estas mujeres, que Sexo, dignidad y muerte echa una mirada y denuncia a los espectros sociales que jamás se involucran y permiten la impunidad de estos hechos. Y cumple entonces, desde lo documental, en la ampliación de este campo de batalla.

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