Ciudad

Al baño, con un cronómetro

Por Nicolás Maggi.- Guido Rubio, de 22 años, realizaba tareas de telemarketing en el call center Easy Call, ubicado en Sarmiento al 700, pero lo echaron días atrás cuando sus jefes se enteraron de que es militante de la Federación Juvenil Comunista.


Guido Rubio tiene 22 años y milita en la Federación Juvenil Comunista. Además es estudiante de Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario. Hasta hace pocos días, también trabajaba en un call center, donde realizaba tareas de telemarketing. Como muchos estudiantes y jóvenes en general, accedió a uno de esos trabajos de medio tiempo porque, aunque mal pagos y con contratos precarios, no requieren de una dedicación exclusiva de ocho o más horas, y permiten el sustento propio mientras se termina la carrera. Si bien su rendimiento laboral en la sección de ventas para una firma de sistema de cable satelital era bueno, sus jefes se enteraron de su militancia en un partido de izquierda. Entonces decidieron despedirlo. Según su relato, las razones por las cuales no querían empleados como él, fueron expresadas con todas las palabras: quienes “agitan banderas”, son peligrosos para la empresa.

Discriminación ideológica

Hacía 45 días que Guido trabajaba en Easy Call, empresa de telemarketing ubicada en Sarmiento al 700, donde se comercializan distintos productos. Guido asegura que previamente al episodio que terminó con su despido no había tenido ningún problema, siempre trabajando según las reglas del lugar, llegando a horario, sin faltas, incluso habiendo sido reconocido como mejor vendedor de su “team”, una subdivisión en grupos de los trabajadores que realizan una misma tarea. Hasta que llegó el jueves 1º de noviembre. Aquí comienza su relato: “Ese día me llaman de la gerencia, me sientan, y me plantean que una persona como yo, que agita banderas por fuera del espacio laboral, genera problemas o peligro para la empresa. Ese día me dejaron seguir trabajando. Pero el viernes 2, cuando me reincorporo, me llaman de la oficina de Recursos Humanos, me plantean lo mismo que el día anterior y me comunican que no era el perfil de empleado que buscaban, por lo tanto me rescindían el contrato”, narra Guido.

Aunque sorprendido por la noticia y por la forma en la que le fueron explicadas las razones, el joven despedido dice haber comprendido rápidamente la situación: “Soy militante de la Federación Juvenil Comunista, perteneciente al Partido Comunista, milito en la universidad, soy miembro del comité central de la organización, tengo un grado de exposición pública que ha hecho que esta gente se haya enterado de mi militancia política. Pero tengo el derecho y la necesidad, como cualquiera, de trabajar para poder sustentarme”, expresa. Además, ese contrato que le fue rescindido, por tratarse de una figura de pasante, permitió que la empresa pudiera despedirlo sin abonar indemnización alguna.

La respuesta legal

Fue entonces cuando Rubio decidió tomar acciones legales, en todos los frentes posibles. “Con mi letrado, que es Martín Livolti, estamos labrando todas las actuaciones legales del caso. Tuve una entrevista en la oficina local del Inadi (Instituto Nacional contra la Discriminación) para denunciar esta clara situación de discriminación ideológica, ahora sólo falta cumplir algunas formalidades de papeleo. También mandé telegramas al Ministerio de Trabajo y la Afip, por los contratos basura y por evasión que realiza la empresa escondiendo relaciones laborales bajo figuras legales que no son”, apunta. Guido detalla que “la mitad del personal que trabaja en el call center lo hace bajo la figura de pasante, que se puede extender hasta 12 meses, con 4 horas anotadas por 5 días a la semana. En realidad se trabajan 6 horas por día, 5 días a la semana más un sábado rotativo al mes. Los sueldos, que se encubren bajo el eufemismo de “viáticos y gastos escolares”, son de 2.680 pesos por mes, sin ningún tipo de aporte previsional”. Pero los abusos y la flexibilización laboral no termina allí: “Muchas veces, cuando se cumplen los 12 meses de pasantía, despiden a la gente y contratan otra. Otras veces renuevan por 6 meses, y eventualmente algunos quedan en planta permanente, en blanco”, relata. Y agrega que “hay personas que a veces tienen que quedarse obligadamente una hora o dos a terminar un trabajo, y esas horas no se les pagan. Un grupo de cinco chicas se fue a quejar una vez de esta situación, y el final fue previsible: todas en la calle”.

Malas condiciones

La semana siguiente al despido de Guido, se rompió el sistema de aire acondicionado del lugar. Los trabajadores, agobiados por la falta de ventilación en un lugar de espacios reducidos y sin ventanas, decidieron tomar una medida de fuerza. Se retiraron del lugar de trabajo hasta tanto lo arreglen. Claramente, no hacía falta la presencia de “un agitador de banderas” para que los empleados decidan que la situación era intolerable. La situación provocó la asistencia al lugar de inspectores del Ministerio de Trabajo, quienes realizaron preguntas a los trabajadores sobre su forma de contratación. Pero por el momento, todo sigue igual.

Así lo entiende Guido: “No sé si lograré la reincorporación, pero en mi ámbito laboral hay gente que está sufriendo la flexibilización, que sufre malas condiciones de trabajo. Por ejemplo, con cronómetro para ver cuánto demorás yendo al baño –no más de 5 minutos– o comiendo –dos recreos de 15– porque si no te sancionan, o sin la posibilidad de faltar por enfermedad, porque te llaman y te dicen, como le pasó a una compañera, que la empresa quiere gente sana”. Hasta ahora, la resistencia de la empresa al establecimiento de una organización de sus empleados ha dado resultado, lo que también fue posible gracias al desinterés del gremio que los nuclea, Empleados de Comercio, que se apersonó en el lugar recién esta semana, luego de la medida de fuerza. “En ese sentido, aunque sea poder denunciarlo públicamente sirve para que quien corresponda, tanto el Ministerio de Trabajo como el gremio, tomen cartas en el asunto”, se esperanza Rubio.

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