Espectáculos

Sandra Corizzo de película

Por Patricia Dibert. La cantante y compositora rosarina muestra “Qué se puede hacer salvo ver (películas)”, un nuevo disco con canciones inspiradas en imágenes cinematográficas que la conmovieron e intercaladas con textos.  

Foto: Leonardo Vincenti.

De drama, amor y terror, las películas fueron inspirando canciones que se plasmaron finalmente en un disco cuyo título es Qué se puede hacer salvo ver (películas), el nuevo trabajo solista de la compositora y cantante rosarina Sandra Corizzo, el que presentará esta noche a las 21.30 en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza).

Los estados anímicos se disparan después de ver algunas imágenes que impactan y Sandra se sentó al piano para componer piezas sobre esas situaciones.

—¿”Qué se puede hacer salvo ver (películas)” es un travelling sobre imágenes, textos y canciones de un mismo período?

—En realidad la experiencia comenzó hace varios años, hay dos canciones que tienen 15 años, con dos temas de esa época, inspiradas en Tan lejos tan cerca (Wim Wenders) y Las aventuras de Huck, con un Peter Pan adulto que atraviesa el desafío de volver a ser un niño. Y hace un año, en plena tarea del trío AveImán, compuse “De película”, canción inspirada en la película de terror La llamada, al darme cuenta de que no era más que una niña ahogada por su progenitora y que, en un acto casi de justicia, vuelve a tocar con la muerte, como si fuese un juego de la popa macabro. Y me surgió en ese momento la idea de hacer lo mismo con otras películas que me gustaban y con temas compuestos en función del cine, y cuando empecé con esta idea tan superficial creo que se dio un cierto guiño que terminó mutando en algo más complejo, con muchas otras relaciones o vínculos que lo transformaron en algo más intenso y profundo, que es la base que se oculta en la superficialidad de canciones inspiradas en películas.

—No se trata solamente de películas de autor o de culto.

—Si bien inicialmente comencé por las sensaciones de aquellas películas que me gustaron mucho, finalmente terminó en cómo uno se proyecta en las películas, y también están esas que ves en un domingo de lluvia en que te enganchás con una cuarta parte de una peli que termina generando un vínculo, y proyecto mi propia mirada sobre esas imágenes.

—Esta necesidad de contar tu experiencia sobre un hecho artístico, ¿se da con otras disciplinas?

—Para nada; cuando recorrí el Museo del Prado no podía comprender qué fue lo que me enganchó a caminarlo durante tres horas, porque soy bastante ignorante en esa cuestión si bien soy sensible a las expresiones artísticas, pero como público. No soy cinéfila, lo mío es más utilitario en un punto, sí me pasa que cuando una película me gusta, sigo pensando en ella y encuentro situaciones en mi vida que me la recuerdan como “Momento sexto sentido” que antes de ser canción fue una frase mía usada en situaciones del tipo “no sabés lo que me pasó”, como el clic que te deja cuando Bruce Willis llega a la conclusión de que es el niño quien lo socorre a él y no al revés.

—El nombre del disco remite a La Máquina de Hacer Pájaros, y por ende a Charly García, pero también era la música posible en épocas duras, ¿Por qué el nombre?

—Porque aparecieron guiños musicales de un modo espontáneo, como la canción “De película”, que es la bisagra del proyecto, y que está compuesta por una estructura más parecida a la música clásica que al género canción, y me parece que es el mismo concepto que Charly experimentó con La Máquina. Hay un mismo y pequeño motivo melódico que se repite como una sonatina. Y es habitual que en varios recitales la gente se va cantando ese motivo de dos segundos de música, pero que se repite en tonalidades distintas, en mayor o menor, igual que en las películas de terror donde repiten la misma escena pero con modificaciones, y en esa función quise tomar elementos de la música clásica. Por eso aparecen en el disco Eugenio Zeppa en clarón y Virginia Morelli en violoncello.

—¿”Qué se puede hacer …” hubiese sido posible antes del proyecto “Mi jardín”, que logró buena repercusión?

—Creo que fue necesario atravesar Mi jardín porque era lúdico y buscaba lo espontáneo, con tanta improvisación como el hecho de no saber quién iba a tocar sobre el escenario hasta último momento, y sólo podía ser registrado en vivo. En cambio, este nuevo disco nació como material de estudio, y aunque tiene algunas canciones grabadas en vivo, se le agregaron otros instrumentos en estudio.

—En los últimos años lograste armar un circuito de viajes y presentaciones en el país y en el exterior; ¿cómo se nutre tu música de esa experiencia?

—Todos los viajes aportan nuevas miradas y sobre todo los festivales con músicos muy grosos, como el encuentro con Chiara Civello en Indonesia, en un festival de jazz al que fui con Daniel Martina, y donde conocí a los Take 6, a Kool and the Gang, y a esta mujer que había compuesto con Burt Bacharach, que es muy buena en lo suyo y me propuso componer algo juntas tratándome como a una igual. Esa experiencia te aporta mucho. Creo que se puede construir un sistema de trabajo desde donde estás sin necesidad de vivir donde no querés.

—Tenés el proyecto solista y el trío AveImán (con Javier Allende y Ariel Migliorelli); ¿cómo manejás estos caminos en paralelo?

—Digamos que coexisten y se complementan; Qué se puede hacer… es una puesta más acústica y con un código teatral y  textos que se intercalan, mientras AveImán es una banda de pop rock.

—Hablás de una puesta más acústica; ¿esto significa una mujer sentada al piano y algunos invitados que se incorporarán?

—Sí, al piano y a veces con la guitarra, pero con el acompañamiento de un grupo de músicos que van alternando en el escenario como Damián Verdún tocando una especie de charango y ukelele, Gonzalo Rimoldi en beatbox (baterías hechas con la boca), mi compañero de muchos proyectos Julio Fioretti, en bajo; y Patricia Mateos (bailarina, ex integrante de La Troupe), en algunas apariciones. Jorge Fandermole supervisó mis textos, que van intercalados en las músicas.

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