Edición Impresa

De la silla vacía al debate institucionalizado

Por Franco Bartolacci

Por Franco Bartolacci (*)

La cultura del debate político electoral en la Argentina no reconoce antecedentes importantes. Salvo alguna experiencia de fuerte impacto –por caso el recordado debate entre Ramón Saadi y Dante Caputo en 1984 por el Beagle, primera instancia televisada de intercambio de ideas desde la recuperación democrática–, no resulta común encontrar a los candidatos presidenciales de nuestro país reunidos para el debate sobre el Estado y futuro de la Nación.

Lo que en otros países constituye una regla de juego inevitable de la instancia electoral –tendencia global que se manifiesta en Estados Unidos, países europeos y latinoamericanos–, en la Argentina se sujeta exclusivamente a la voluntad de los candidatos. Se institucionalizó la imagen de la silla vacía (por el frustrado debate entre Carlos Menem y Eduardo Angeloz en 1989) en referencia a la concepción ampliamente difundida en el ámbito político-partidario y en equipos de campaña de que el candidato que goza de mayores simpatías en las encuestas preelectorales no debe asumir el riesgo que supone la confrontación con el otro.

Sin embargo, la ausencia de debate electoral no debe asumirse como consecuencia de la corta historia democrática de nuestro país, de un aprendizaje incompleto vinculado a casi un siglo de permanente ruptura institucional. España, Chile o Brasil, en situación similar a la Argentina, han institucionalizado en las últimas décadas los debates entre candidatos o referentes políticos.

Se presenta, en todo caso, como un signo –entre otros– de inmadurez de nuestra cultura política, en el marco de una sociedad todavía poco tolerante, propensa a la confrontación constante hasta el límite de la irracionalidad política. Por ello, el problema no refiere sólo a los candidatos a diferentes cargos electivos, comprende también a los ciudadanos que valoramos poco –en términos electorales nada– la participación o ausencia de los candidatos en los debates.

A pesar de ello, de manera incipiente el espacio subnacional –esto es, las instancias provinciales y locales– comenzó a constituirse en un territorio propicio para el debate de candidatos en campaña. La ciudad de Buenos Aires desde hace más de una década –aún en el marco de la discusión del proceso electoral del presente año en torno a la participación o no de algunos candidatos a las instancias propuestas–, Córdoba, Rosario y la provincia de Santa Fe de manera más reciente, resultan los ejemplos más relevantes.

Quizás de abajo hacia arriba, consolidando estas primeras experiencias, podamos avanzar hacia la institucionalización del debate político electoral e inscribir la instancia pública de confrontación de ideas y proyectos en un contexto más amplio, vinculado a la postergada reforma política, incorporando formas y reglas de juego estables, equitativas y acordadas, que promuevan el encuentro entre candidatos más allá de la voluntad circunstancial y especulación política de cada caso.  Al mismo tiempo y en un sentido que comprende pero excede largamente el tema de los debates, propiciar una cultura política diferente, democrática y tolerante.

La democracia precisa para su consolidación de sujetos democráticos y nuestro país debe recorrer aún un largo camino en esa dirección, casi treinta años después de la recuperación de las instituciones y libertades políticas.

Los debates electorales constituyen instancias imprescindibles para que los partidos políticos y los candidatos puedan presentar y argumentar sus propuestas en el marco de las campañas electorales. Representan también una herramienta clave para el fortalecimiento de la democracia, ya que brindan información a la ciudadanía y estimulan la deliberación pública en torno a los principales problemas sociales, políticos y económicos, contribuyendo a la calidad institucional de la democracia.

Aún prevenidos sobre las limitaciones propias de estos espacios –no todas las virtudes del buen gobernante quedan expuestas en un debate, donde la capacidad de oratoria y el carisma adquieren una centralidad mayor–, la posibilidad de confrontar ideas y proyectos con madurez y tolerancia configura un salto cualitativo sustancial en términos de calidad democrática y cultura política.

Por ello, desde la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario pusimos a disposición de los candidatos a gobernador de la provincia de Santa Fe nuestra institución para la realización del debate. Contamos con una importante tradición académica en el estudio de los procesos políticos y comunicacionales. Nuestros docentes-investigadores tienen una reconocida trayectoria que ha contribuido a distinguir a esta institución universitaria tanto en el plano nacional como internacional y entendemos que constituye un ámbito propicio –por cierto no el único– para desarrollar ciclos de debates en el marco de los procesos electorales locales, provinciales y nacionales. No obtuvimos en esta oportunidad respuesta alguna.

Igualmente, es saludable la voluntad que han expresado los principales candidatos a gobernador que competirán en las elecciones del 24 de julio en la provincia de Santa Fe, de debatir sus programas de gobierno públicamente en medios de comunicación de la ciudad, reiterando un ejercicio que realizaron también los precandidatos a intendente de Rosario y Santa Fe de cara a las elecciones primarias del mes de mayo.

En los próximos días haremos extensiva la invitación a los candidatos a diputados nacionales por Santa Fe, de manera de consolidar progresivamente instancias de debate colectivo de propuestas electorales y contribuir desde la universidad pública al fortalecimiento de la calidad democrática.

 

(*) Decano de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario.

Comentarios