Cuando Diego Braghieri fue en busca de la pelota para patear el penal el Gigante entró en estado de desesperación, casi un coma profundo. Seguro que el defensor no hubiera ganado ninguna consulta popular a la hora de elegir un ejecutor para un penal decisivo. No estaban Figueroa ni Toledo, pero había otros jugadores como opción, Méndez, Biglieri y Chitzoff entre varios. En esta decisión Rivoira se equivocó.
Mucho se habla por estos días de lo fácil que es opinar con el famoso “diario del lunes”. Y sí, somos los periodistas los que escribimos ese “diario del lunes”. Y que Braghieri pateara el penal a la tribuna, aunque parezca una locura, era más lógico de pensar a que hiciera el gol sin problemas, como debería ocurrir en una acción tan propicia.
Igual, no deja de ser una circunstancia más del juego. Y Central tuvo muchas otras posibilidades como para ganar con tranquilidad. La respuesta impone un análisis simple, no tiene jerarquía como equipo. Cuando se busca a la suerte como aliada frecuente para explicar derrotas, es porque perder ya se hizo costumbre.
Es improbable imaginar, solo algún alucinado podría pensarlo, que Central conseguirá el ascenso directo. En 25 fechas Central ganó dos veces seguidas solo una vez, a Chacarita y Deportivo Merlo. Y cuando se hablaba que estaba ante una final, perdió inexorablemente.
Clasificar para jugar la Promoción es la única alternativa, aunque es muy difícil pensar que este equipo chiquito con hinchada gigante pueda desbarrancar a un equipo de Primera división. Esa es su pena, que parece no tiene final.
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