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El acuario vuelve a salir a flote para preservar el río

En la vieja Estación Hidrobiológica de Arroyito se emplazó el nuevo Laboratorio de Biotecnología Acuática.

Por: Agustín Aranda

El nuevo Laboratorio de Biotecnología Acuática ubicado en el predio del Acuario de Rosario apunta a desarrollar tecnología para el cultivo y la conservación de especies autóctonas. Los estudios moleculares perfilados a la selección y fortalecimiento de los especímenes incluyen el pacú, la boga y el pejerrey. Además, buscan profundizar los estudios genéticos asociados al sábalo, que, según admiten, ha sufrido una excesiva presión de pesca en los últimos años, sobre todo en el quinquenio que siguió a la caída de 1 a 1 entre el peso y el dólar. “La idea es estudiar el impacto que recibió la especie para que se tomen las decisiones políticas”, indicó su directora, Silvia Arranz.

En el predio donde se ubica el abandonado Acuario –parque Alem–, que será –prometen– renovado hacia 2012, se encuentra el Laboratorio, que desde hace un año está abocado al desarrollo de tecnologías de cultivo de peces de agua dulce. La innovadora propuesta persigue, según apuntaron desde la dirección del Laboratorio, brindar herramientas para los criadores de peces –en su mayoría en el norte del país, inclusive Santa Fe– y conocer el impacto de la sobrepesca de sábalo. “Aspiramos a través del estudio a mejorar y transferir los conocimientos para mejorar la producción y reemplazar la sobrepesca de una de las especies más extraídas, que es el sábalo”, explicó a El Ciudadano, la directora del laboratorio del Acuario Rosario, Silvia Arranz.

De acuerdo a la investigadora es necesario apuntar los estudios científicos hacia la producción y la conservación. “Por un lado está el desarrollo de las herramientas para el cultivo, es decir, cómo sembrarlos, engordarlos y mantenerlos sanos. Por el otro, nos interesa mucho la genética de población y la identificación de especies para poder hacer selección de reproductores a través de marcadores moleculares”, aclaró Arranz.

El Laboratorio, que será trasladado al momento de la construcción del nuevo Acuario –ver recuadro–, cuenta con un espacio para los tanques de especímenes, sala de alimentos, sala de experimentación y depósito de peces en cuarentena, espacio de tanque donde los científicos se aseguran de que los nuevos ejemplares no estén enfermos y contagien al resto.

En las instalaciones trabajan dos técnicos más uno de mantenimiento, dos becarios posdoctorales del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), abocados a la parte de genómica y regulación del crecimiento. Completan el staff de investigación, cuatro becarios más del mismo Consejo Nacional. Los proyectos son acompañados por la doctora Nora Calcaterra, que al igual que Arranz también trabaja en el Instituto de Biológica Molecular y Celular de Rosario (IBR), creado a partir de un convenio entre el Conicet y la Universidad Nacional de Rosario.

Con una duración de tres años, el proyecto cuenta con un financiamiento privado público, esto es, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica con el aporte de la Secretaría de Estado de Ciencia, Tecnología e Innovación de la provincia de Santa Fe. Cabe destacar que el antiguo laboratorio del acuario funcionaba como espacio de mantenimiento de especies rescatadas, pero no había proyectos de investigación.

Genética aplicada

Si bien no se cultivarán especies dentro de las instalaciones, los resultados de las investigaciones efectuadas allí servirán para reproducir peces autóctonos que tengan determinadas cualidades: alto crecimiento, buena carne, tolerancia al frío e inmunidad a ciertas enfermedades, entre otras. Tras analizar la información genética –genoma del pez– se puede seleccionar ciertos individuos para reproductores, así como en el campo se eligen toros y vacas.

“La selección tiene una doble ventaja: permite elegir algunas ventajas reproductivas (que se traducen en productivas) y estudiar poblaciones nativas en el río Paraná, en tanto impacto del medio ambiente. Esto último es una herramienta muy importante para los gobiernos a la hora de tomar decisiones. Se puede medir el impacto de la sobrepesca y otras variables ambientales, como la contaminación, que modificaron la población del sábalo en la provincia”, explicó Arranz.

La investigadora comenzó desde hace años a trabajar con peces de agua dulce, en particular, el pejerrey, especie codiciada por su semejanza a la carne marina. Desde hace un año, cuando se finalizó la instalación de tanques y distintas herramientas científicas en el edificio, los técnicos han secuenciado el genoma de cuatro especies: surubí, pejerrey, pacú y boga. “Esos datos no existen y son imprescindibles para desarrollar tecnologías de producción y preservación. Permiten conocer los genes y poder identificar marcadores para la selección o conservación de la especie”, insistió Arranz.

La región y la pesca

“Una de las especies que más interesa y en la que se está trabajando es el pacú. Es muy cultivada en el noreste del país, parte en Santa Fe. Por ejemplo, en Misiones son casi mil productores más los casos particulares de la yerbatera Rosamonte y Romance, que se dedican también a la piscicultura”, explicó Arranz. Según la directora, en Santa Fe las especies que se están cultivando son pacú, boga y rhamdía –los míticos bagre sapo y bagre de las piedras, hoy difíciles de ver–que por su tolerancia a distintas temperaturas pueden cultivarse en la región norte.

En el marco de la nueva disputa –que en estos días vuelve a repetirse– de criterios sobre los cupos de pesca entre Nación y provincia, siendo la Argentina uno de los pocos países del globo que exportan pescados de ríos interiores –a menos que sean de criadero, un recurso no renovable y que se pone en serio riesgo en caso de sobrepesca– la directora del laboratorio explicó que si bien existen intereses sociales, comerciales y de conservación en puja, deben tomarse decisiones políticas en base a conocimientos precisos. “Y ése es el aporte que tendrá el laboratorio: definir en qué situación está el recurso a partir de los marcadores moleculares. Es algo que no se hace en ningún otro lugar del país”, detalló.

De acuerdo con Arranz, se apunta a revertir la balanza entre pesca y cultivo. “Disminuir la presión de pesca es ideal para la conservación del sábalo, al que se tuvo que poner trabas en la exportación, extracción, entre otras medidas”, reflexionó Arranz al opinar también que la pesca, como actividad extractiva, llegó a un estancamiento.

Producción y preservación

Todavía sin resultados preliminares del impacto por la sobrepesca del sábalo, Arranz marcó que están finalizando la definición y análisis de marcadores moleculares para estudiar dicho impacto. “Actualmente estamos midiendo el muestreo que hicimos en distintos puntos del Paraná y en Brasil, dado que compartimos el río. Intentamos ver la variabilidad poblacional que existe para ver cuanto disminuyó el acervo genético”, sostuvo la directora y profundizó: “Si bien es la misma especie, todos los individuos son distintos, al igual que el ser humano. Cuando uno sobrepesca disminuye la variabilidad. Y al bajar la cantidad de individuos, la especie continúa en un linaje menos variado genéticamente, lo que genera es que cualquier cambio en el medio ambiente puede ser letal”.

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